Latinoamérica
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Sobre las investigaciones de la "parapolítica"
¿Hasta cuándo la negación y la obstrucción?
Claudia López
El Tiempo
Luego de tres años del inicio de los procesos contra 'parapolíticos' en la Corte
Suprema y contra paramilitares en la Fiscalía, está claro que esa división fue
artificial, producto de que los paramilitares se desmovilizaron voluntariamente,
mientras que los 'parapolíticos' no y, por el contrario confiaron, aún confían,
en que pueden eludir su responsabilidad.
Basta leer cualquiera de las 2.300 versiones rendidas en Justicia y Paz para
verificar que la creación, llegada y expansión de un grupo paramilitar siempre
está conectada con una esfera de poder legal establecida. Siempre hay algún
ganadero, gamonal, empresario, policía, militar, político o servidor público en
la historia. Por eso, los paramilitares no fueron sólo un grupo armado, sino un
grupo de poder que combinó múltiples conexiones, privadas y públicas, legales e
ilegales, individuales y colectivas, desde lo local hasta lo nacional, para
conformar su propia y, hasta cierto punto, autónoma estructura. Esas conexiones
fueron determinantes en la conformación y operación de la estructura de poder
paramilitar.
Eso es lo que nos negamos a reconocer. Que no fueron un puñado de
narcotraficantes y criminales aislados los que causaron esta tragedia, sino la
suma de miles de decisiones individuales de personas en la legalidad, en su
inmensa mayoría, incapaces de dimensionar, y menos de controlar, las
consecuencias de sus decisiones sobre una actuación criminal de magnitudes
colectivas.
Por eso, la principal garantía de reparación para las víctimas de ayer y las
generaciones futuras depende de un nuevo consenso político que reconozca la
tragedia de la autodefensa individual e ilegal y se comprometa con la legítima
defensa colectiva y, de otra parte, de la judicialización de los principales
responsables.
Los servidores que ponen su función pública al servicio de un aparato de poder
ilegal o se benefician del aparato para su función forman parte de los
principales responsables. Así lo considera la jurisprudencia internacional y lo
recoge la nacional.
En consecuencia, lo que deben reflexionar los 'parapolíticos' y demás
paraservidores no es si eventualmente los harán o no corresponsables de lo
ejecutado por el aparato de poder paramilitar, sino cuándo, dónde y en qué
condiciones. Puede ser ya, en Colombia y condiciones favorables, o en unos años
en cortes internacionales y condiciones menos ventajosas.
Nuestra reconciliación como sociedad no depende solamente de enjuiciar a los
principales responsables, sino de reconocer las consecuencias colectivas,
indeseadas e injustificables, que nuestras decisiones individuales generaron.
Evitar ese reconocimiento y obstruir un nuevo consenso forma parte de la
polarización política y de la actuación insólita de ciertos funcionarios.
Por ejemplo, en su afán por obstruir las funciones de la Corte, el procurador
Ordóñez ha amenazado con demandar a los magistrados si adelantan entrevistas con
desmovilizados como parte de su labor investigativa sin presencia de un delegado
suyo, requisito que no existe para los demás procesos penales. Si el CTI y las
cortes solo pudieran investigar con un procurador al lado colapsaría el sistema
judicial. Otra cosa es que un juez y un procurador validen la legalidad de lo
investigado para incluirlo al proceso. Además, se inventó la teoría de que la
relación entre paramilitares y congresistas no tiene que ver con su función
pública, como si la relación se acabara el día que los eligen. Tan se mantiene
que la misma Procuraduría, que sólo sanciona a servidores públicos por hechos
relacionados con su cargo, ha sancionado a varios congresistas por 'parapolítica',
por ejemplo al ex senador Álvaro García. Sin embargo, ahora Ordóñez dice a la
Corte que no puede reasumir el caso de García porque no tiene que ver con su
función. Entonces, ¿por qué lo sancionó la Procuraduría?
Ordóñez debe al menos disimular su labor de abogado de oficio de quienes por el
contrario debe investigar y dejar de obstruir el consenso y judicialización que
requiere la reconciliación del país.