El rostro duro, la mirada que brilla esperando un mañana donde vivir. Las manos
acompañan, invitan a ocupar un lugar sobre la tierra dónde poder criar a sus
hijos, cobijar a los adultos y descansar luego de extensas jornadas de trabajo
mal pago.
Madres solteras viviendo hacinadas con sus hijos, compartiendo en una misma
habitación el espacio para dormir, comer, estudiar, descansar más de tres o
cuatro personas. No es vida la que le toca vivir a quién no tiene acceso a un
techo, a una vivienda digna.
La tierra seca, luego de años de sembrado de soja, los vecinos, las vecinas,
muchos niños enfermos por la fumigación criminal de los sojeros a escasos 15 km
, del centro, y a metros de las casas de Barrio Cabildo. El Estado ausente, pese
a todas las restricciones para fumigar en zona urbana y poblada.
Hoy el mimo Estado que dice desconocer la demanda de los vecinos de Barrio
Cabildo, no duda en hacer sentir su presencia, de forma policial, garantizando
que se cumpla el "derecho" que esta por encima de la vida, el de la propiedad.
Una vez más garantizar el derecho de los poderosos, sobre tierras que sirven a
la especulación inmobiliaria es la norma legal que determina que es lo
prioritario en nuestro sistema.
En nuestra ciudad los holdings inmobiliarios mandan, lxs empresarixs no
necesitan pasar por la mesa de entrada de los despachos de los funcionarios para
hacerse escuchar, los humildes trabajadores de la zona sur deben esperar y
esperar, preparar la paciencia para poder ser escuchados, para decir lo suyo y
aspirar a algo tan simple como un lugar donde vivir.
"Ellos no saben que estamos dispuestos a resistir todo el tiempo que haga
falta", dice una señora con cordial y firme voz. "Nuestra necesidad es muy
grande, somos muchas familias las que estamos resistiendo aquí", aclara una
madre con tres hijos que no tiene dónde vivir. Más allá, un joven explica que no
tiene trabajo y que los alquileres en la zona se han ido por las nubes y es
imposible el pago de una habitación por 300 o 400 pesos al mes. Escuchar las
palabras emocionadas y siempre de aliento de quienes hoy resisten es muestra de
dignidad, cuando las y los pobres son tratados cada vez más como estorbos, como
vagos; la organización y la lucha dan cuenta de otra realidad que no se dice. En
este sentido es muy importante el aporte de la comunidad boliviana que está
participando de la recuperación de tierras. Una de las vecinas decía: "yo antes
ni los miraba, me caían mal los bolivianos; pero ahora los conocí acá y son unos
compañeros!… para mí son mis hermanos, ahora son mi familia"
Mientras arriba la clase política discute cuántos son los pobres en nuestro
país, y mientras otras enuncian llamados a analizar qué se debe hacer con la
pobreza, preparando padrones para poder controlar las dádivas que están
dispuestos a tirar desde el Estado, abajo, los vecinos y las vecinas de Barrio
Cabildo señalan con sus cuerpos y estacas el lugar donde necesitan construir su
futuro para ser dignos de un mañana, dejando bien claro cuáles son las
prioridades.
El despojo y represión no puede ser la receta para garantizar el estado de
derecho, ya que el estado de derecho debería ser garantizado con acceso al
trabajo, solidaridad y vivienda.
Durante esta semana de posesión de las tierras, la policía y matones contratados
por el holding inmobiliario no han cesado de provocar e incitar a la violencia a
los vecinos tirando sus patrulleros sobre las carpas levantadas en esas escasas
3 hectáreas que les dejaron para casi 700 familias, esperando que éstos
reaccionen para así justificar la represión y un violento desalojo del lugar.
"No vamos a caer en la provocación", dice uno de los tantos vecinos organizados
para evitar que la policía derrumbe el área que poseen y desde donde resisten.
Desde la comisión de vecinos conformada, que pronto se constituirá en
cooperativa, aclaran que están dispuestos a construir las viviendas para unas
700 familias del sector y que están abiertos al diálogo para garantizar la
concreción de tamaña empresa. Aclararon firmemente que no esperan que el
gobierno les proponga el traslado o la construcción de viviendas como las
conocidas de los barrios-ciudades. Su propuesta es concreta: tierra, trabajo y
vivienda. Los vecinos quieren construir sus casas, aunque en lo que va de esta
experiencia, vienen construyendo más que un barrio propio.
Ni el calor y tormentas de tierra que se desatan en el lugar han hecho doblegar
la voluntad de quienes resisten. La solidaridad del vecindario se hace sentir
constantemente, acercando comida, bebida y ánimo a quienes reclaman su
indiscutible derecho a acceder a un techo donde poder vivir con dignidad. Los
cimientos ya se están empezando a construir.