La
expectativa previa a la reunión de UNASUR en Bariloche, se correspondió con el
abundante caudal de notas y artículos que analizaron o extrajeron diversas
conclusiones de aquel encuentro trascendente. El eje de los debates: el
consumado acuerdo firmado por el presidente de Colombia en el que cede el uso
"compartido" de 7 bases militares de aire, mar y tierra al ejército de los
Estados Unidos.
Había sido planteado en Quito a mediados de agosto por el presidente Chávez, y
recogido por los restantes presidentes como un tema que requería ser analizado
con la presencia de Álvaro Uribe, mandatario colombiano que no asistió a la
cumbre en la capital ecuatoriana. Entre una y otra reunión, Uribe desplegó su
diplomacia y él mismo hizo una fugaz recorrida por las capitales sudamericanas y
se entrevistó con los mandatarios de Perú, Paraguay, Chile, Argentina, Uruguay y
Brasil en un intento por aplacar recelos y desconfianzas. Todos estos
movimientos desembocaron en la reunión de Bariloche, que centró las expectativas
continentales.
En la lectura de los debates publicados estos días, encontramos que hay quienes
hablan de "rechazo general a las bases extranjeras", otros consideran los
resultados una victoria de Uribe, y hay quienes resaltan que UNASUR mantuvo su
cohesión como organismo regional. Un cuadro de definiciones que gráficamente se
describe como ver la botella "medio vacía" o "medio llena", términos
equivalentes, pero que "suenan" contrapuestos. Lo cierto es que fue una de las
reuniones a las que todavía no estamos acostumbrados los latinoamericanos: se
habló con bastante franqueza, en gran parte las exposiciones fueron públicas,
hubo momentos de tensión no disimulada, pero también gestos de cortesía o bromas
oportunas para distender. Las evidentes discrepancias en un tema tan crítico y
tan grave como el que generó la decisión de Uribe, con indisimuladas
repercusiones continentales, se debatieron con argumentos encrespados, datos,
citas y promesas, pero con el saldo final de magros compromisos.
Del dicho al hecho...
De los rifirafes casi continuos que matizaron las siete horas de debate, se
puede rescatar que algunos mandatarios mostraron claramente su rechazo por la
decisión del gobierno colombiano en convertir su territorio en un gigantesco
portaaviones desde el cual puedan operar tropas y técnicos militares
norteamericanos con amplísima proyección regional. Sus límites fueron únicamente
la voluntad común de no quebrar la precaria unidad formal de UNASUR. En
definitiva como espacio regional, es razonable que sea el ámbito de diálogo y
contraposición de argumentos y objetivos diferentes. Pero una cosa es preservar
el espacio común y otra admitir graves hechos que pueden ser irreversibles.
También se pudo comprobar que Uribe no tiene dudas de su compromiso con Estados
Unidos, no ya con Obama sino con el país que le asiste, le mantiene y le
respalda sin importarle sus antecedentes. En esto, el imperio, lo gobierne quien
lo gobierne, prefiere pensar o decir con letra tanguera: "¡ que me importa tu
pasado !" . El país que en su día respaldó a los Somoza, Stroessner, Pinochet y
compañía, a los que explícitamente reconocía su maldad cuando los definía como
"sus" hijos de puta, no tiene pudor en "olvidarse" de los informes de sus
propios servicios de inteligencia sobre la implicación de Uribe con narcos y
paramilitares. Lo que ahora importa a Estados Unidos es disponer de esa cabeza
de puente en América Latina para tratar de recuperar el control de su hoy
revuelto y disperso "patio trasero".
Otras intervenciones (como las de Lugo o Tabaré Vázquez) permiten deducir que
hay rechazos verbales a las bases que fueron pronunciados casi con tono de
disculpa, o mechados con alusiones al derecho soberano de cada país fronteras
adentro, lo cual, según como se interprete puede llegar a ser contradictorio.
Chávez estuvo contenido, seguramente advertido desde diversos ángulos más o
menos "aliados" para que no rompiera la baraja. Pero dijo cosas claras: destacó
que el despliegue de bases militares norteamericanas en suelo colombiano,
responde a la estrategia global de dominación de los Estados Unidos. Se remitió
al libro Blanco del Comando de Movilidad Aérea y Estrategia Global de Bases de
Apoyo del gobierno norteamericano. Allí, según afirmó, ya muestran su especial
interés en operar en la base de Palanquero, importante enclave en el corazón de
Colombia. Chávez afirmó que el "creía en una iniciativa de paz para Colombia.
"Es lo que necesitan los colombianos y los demás pueblos del área, afirmó, que
se alcance la paz en esa nación". Y rechazó los argumentos de Uribe justificando
el avance en la militarización extranjera de su propio territorio.
Correa fue de los más claros, y hasta fue subiendo de tono cuando recordaba el
"control" real que tuvo Ecuador de las operaciones yanquis en la base de Manta,
en su propio territorio. "Nada, no se comprometan porque no podrán controlar
nada", remató el ecuatoriano. Recordó el completo fracaso del llamado Plan
Colombia, que a pesar de los millonarios desembolsos realizados desde el año
2000 no logró cumplir ninguno de sus objetivos.
Lula estaba visiblemente incómodo cuando observaba intervenciones (como la de
Correa) en las que el rechazo a las bases era categórico. Pero en las suyas
mostraba sus propias dudas sobre las verdaderas intenciones del despliegue
militar norteamericano y seguía reclamando "explicaciones" y "garantías
jurídicas". O sea no estaba a favor, pero tampoco se expresaba categóricamente
en contra. Con esa ambivalencia no revalidó su pretensión de liderazgo.
Hay mucho trecho...
Si nos abstenemos de las palabras y del tono con el que fueron pronunciados, nos
quedan los hechos, que en definitiva, serán los que importen. Y el resultado es
que Colombia cederá sus bases, la decisión está tomada por los dos países
implicados. Que el rechazo o la desconfianza no se materializó en una
declaración colectiva o de una mayoría de los países de UNASUR. La causa posible
es que se prefirió no romper la unidad, que obviamente no existía para una
resolución de ese tipo. Que los puntos finales aprobados, son muy generales y de
escaso valor práctico. Uno de los párrafos afirma el compromiso de diseñar una
estrategia de seguridad para garantizar la paz en la región y expresa: "estos
mecanismos deberán contemplar los principios de irrestricto respeto a la
soberanía, integridad e inviolabilidad territorial y no injerencia en los
asuntos internos de los estados". Una expresión de futuro, que se contradice
abiertamente con los hechos consumados: el acuerdo que cede bases y capacidad
operativa al ejército norteamericano, con escasas posibilidades de control, y
casi nulas de revertirlo en un futuro inmediato. Un pacto que incluye impunidad
de las tropas extranjeras y de los mercenarios ("contratistas dicen ellos") ,
cometan el delito que cometan en tierras colombianas. En todo caso y con suerte,
serán juzgados…en Estados Unidos. O sea como en Vietnam, como en Irak, como en
Afganistán.
Los hechos muestran que la mayoría de los presidentes de UNASUR rechazan la
decisión de Uribe. Unos de forma abierta y exponiendo argumentos. ( Chávez,
Correa y Evo Morales ) . Otros de modo más general, pero añadiendo su respeto
por decisiones que consideran "soberanas" en políticas internas. ( Tabaré
Vázquez, Bachellet y Lugo ) Alan García, supone como el propio Uribe, que la
injerencia norteamericana es una garantía para su propia debilidad interna.
Ténganse en cuenta que bajo el paraguas de la nueva situación y el consiguiente
debate, pasa casi inadvertido el forzado intento del presidente colombiano por
conseguir una nueva reelección, que sería su tercer período. Por mucho menos, y
cuando ni siquiera había posibilidades reales de reelección, la oligarquía y las
cúpulas militar y eclesial de Honduras justificaron el derrocamiento violento de
su presidente constitucional Manuel Zelaya.
Lula intenta un difícil equilibrio. Le molesta la decisión de Uribe y desconfía
profundamente sobre el alcance verdadero que puede tener la presencia militar
norteamericana. Sabe que si bien Chávez aparece como el "pararrayos" regional de
los recelos de Washington, Brasil es por razones geoestratégicas un país al que
Estados Unidos le importa mucho tener controlado. Pero Lula no busca una
confrontación con Estados Unidos, y procura marcar distancia de las formas y
actitudes de Chávez. Intenta ejercer un liderazgo que no aparezca como un poder
delegado por Washington y una cierta independencia que tampoco permita
simplificar y describirlo como aliado del presidente venezolano. "Ni chicha ni
limoná", cantaría Víctor Jara.
Lo cierto es que la decisión de Uribe desborda los márgenes previsibles del Plan
Colombia, y asume sin disimulos el genérico objetivo de "lucha contra el
terrorismo", concepto en el que la historia reciente enseña, puede entrar de
todo. ¿ Que ocurrirá si operaciones encubiertas o explícitas desbordan las
fronteras de Colombia ? Ya sucedió con Venezuela, cuando fueron capturados
decenas de paramilitares colombianos entrenándose en la finca de un cubano.
Sucedió con Ecuador, cuando sin aviso previo aviones colombianos lanzaron una
incursión en su territorio. ¿ Y si se repiten sucesos similares, pero con tropas
de los Estados Unidos ?
Chávez, Correa y Evo Morales calificaron con precisión los riesgos que
representa la decisión de Uribe para la paz y para la independencia de los
países vecinos de Colombia. UNASUR salvó su unidad formal, hecho al que todos
los presidentes otorgaran gran importancia. Pero los resultados de la reunión de
Bariloche, confirman la contraofensiva en marcha contra los procesos de cambio
en América Latina, y las dificultades para afrontarla. Las palabras y los
discursos no alcanzan para maquillar la realidad.
¿Qué podemos esperar ?
Obama prometió y ensayó una relación "diferente" con los países del sur. Pero la
realidad demuestra que el imperio vuelve a prestar atención a Latinoamérica, en
gran medida descuidada o ignorada por George Bush. Y lo hace recobrando sus
métodos habituales, que apuntan a controlar -como sea - lo que consideran su
"patio trasero". No sabemos exactamente que quiere y que podrá hacer Obama. Pero
ya vamos sabiendo lo que pretende el imperio.
Los hechos nos indican que la contraofensiva contra los cambios sociales que
intentan los pueblos de América Latina está en marcha. No olvidemos el golpe en
Honduras, al que la administración norteamericana todavía "estudia"
jurídicamente para determinar si se trató realmente de un golpe militar o de una
"sucesión presidencial". Al final, tras las palabras de condena, la ONU, la OEA,
el Plan Arias, Insulza, etc.etc. lo cierto es que los golpistas apuntan a
coronar su objetivo cuando en enero entreguen el gobierno a un presidente
"legal", surgido de las elecciones que serán supervisadas por los usurpadores.
Los únicos que lo pueden impedir, son los hondureños, ese pueblo que resiste
cotidianamente con marchas, protestas y una formidable voluntad. Eso es lo que
nos vá quedando claro. Que una vez más son los pueblos, desde abajo, con su
propia capacidad organizativa y de movilización los que garantizan que se
consoliden los procesos de cambio y de transformación en América Latina.
UNASUR salvó su unidad. Pero allí está Uribe dispuesto a entregar la soberanía
de su país y poner en riesgo la paz y la seguridad continental. Allí está
Honduras, en manos de una pandilla de oportunistas cumpliendo los objetivos de
la oligarquía. Eso es lo que sentimos. Eso es lo que percibe la gente. Y eso
marca camino: somos los pueblos, el colombiano incluido, quienes tendremos que
asumir el protagonismo para evitar caer en nuevas formas de coloniaje y
dominación, y garantizar los procesos liberadores en marcha.