Argentina, la
lucha continua....
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Entrevista a María Laura Pardo, docente e investigadora
argentina
Estigmatizar a través del lenguaje
Bárbara Schijman
www.lanacion.com.ar
María Laura Pardo, docente e investigadora, analiza los medios de comunicación y señala los matices en el uso del vocabulario que denotan prejuicios y discriminación
Directora del departamento de Lingüística del Centro de Investigaciones en
Antropología Filosófica y Cultural (Conicet) y Profesora de Análisis de los
lenguajes de los medios de comunicación (UBA), la doctora María Laura Pardo, que
investiga la forma en que los canales de comunicación representan a las
distintas clases sociales, desmenuza el entramado discursivo de los medios
masivos de comunicación y advierte sobre su efecto discriminatorio.
-¿Hay discriminación en los medios de comunicación argentinos?
-Existe un tratamiento diferente respecto de las personas. Así, una persona
humilde que delinque es un chorro o un malviviente, pero si lo hace un
funcionario, es a lo sumo una persona sospechosa o alguien que parecería haber
cometido un ilícito. No es sólo la forma en que se refieren a estos individuos,
sino la rapidez con que se juzga en el discurso a unos culpables y a otros no.
-¿Una doble moral del discurso?
-La discriminación se observa en que aún se mantienen chistes sobre la condición
sexual de las personas o en cómo son tratadas las personas humildes. Un
alcohólico de clase media alta es un hombre de buen vivir. Un loco de igual
condición económica es un excéntrico. Un drogadicto es alguien a quien le gusta
relajarse y una prostituta puede convertirse en alguien que hace desnudos
cuidados. Esto evidencia un doble discurso moral tanto en los medios como en la
sociedad.
-¿Por qué los sectores más vulnerables suelen ser los más maltratados?
-En el pasado, las personas humildes se identificaban con gente de trabajo, que
luchaba contra la adversidad, respetuosa y honrada. Pero esa visión ha cambiado
mucho. La posmodernidad pone a aquellos que durante años no han tenido voz en
los medios en un supuesto sitial de "privilegio". Los pobres, los aborígenes,
los locos, todo lo que hasta hace poco era parte de la marginalidad cubre el
espacio de lo público con un solo fin: existir a partir de aparecer en la
televisión. Si estoy en la TV, existo. No son los pobres que daban ejemplo lo
que les interesa a los medios, sino los pobres "en su miseria": los obesos en su
lucha contra la enfermedad, las madres de delincuentes o de drogadictos, ésos
con los que la clase media no quiere identificarse. Así, la clase media se
construye por oposición. Eso que veo no soy yo, no es mi familia, puedo quedarme
tranquila. Si bien el discurso de los medios apunta a no discriminar, a ayudar y
a que ciertos problemas se conozcan, muchas veces su efecto resulta una mezcla
de asistencia y de discriminación positiva. La cuestión es siempre la misma:
desde qué lugar se hace la exposición mediática y desde qué grado de
conocimiento de la problemática real.
-¿Es una situación local o un fenómeno que se repite a escala mundial?
-Es un fenómeno global con características locales. La posmodernidad es más que
un concepto de los teóricos, es un modo de encarar la vida y de vivirla. Esto
influye en todo y en todos. Mucho de lo que he comentado se da en otros países y
en cada uno toma aspectos idiosincráticos de cada lugar. Por eso, Gran
hermano , Cuestión de peso , Bailando por un sueño y tantos otros son
programas cuyo formato se puede ver en todo el mundo.
-¿Cómo se representa la pobreza en el discurso mediático?
-Es interesante observar que los que acceden a ser expuestos en la pantalla son
los sectores carenciados. Tienen una necesidad de protagonismo que la pantalla
chica puede darles; muchas veces se les paga para participar y no cuentan con
abogados o personas que los asesoren. Tienen más para ganar que la clase media,
media alta y alta. Muchas personas de clase media o alta se drogan, delinquen,
se alcoholizan, se embarazan en la adolescencia, pero tienen los recursos para
que eso se resuelva de mejor forma y sólo en el ámbito privado. Los medios no se
focalizan en mostrar cómo resolver un problema de droga por medio de una
internación privada, a menos que el drogadicto sea famoso.
-¿Cuánto se puede conocer de la sociedad a partir del lenguaje que usa?
-El lenguaje construye una cultura y se retroalimenta de ella. Los sistemas de
creencias de una sociedad son representaciones del mundo donde creemos vivir,
que construimos con el lenguaje. Investigando las estrategias y recursos
lingüísticos de un grupo social, podemos conocer algunos de esos aspectos
sociales.
-¿Cómo ha cambiado el discurso de los medios en las últimas décadas?
-Es difícil resumir esos cambios, pero pueden señalarse algunas cuestiones
relevantes. Los medios siempre han tenido injerencia en los gobiernos,
apoyándolos u oponiéndose, y también siempre están sometidos a los cambios
globales. El discurso de los medios en los años 80, con el advenimiento de la
democracia, fue un espacio para la discusión política. Aun con temores y ciertas
censuras, se abrió paso un discurso que tenía como eje a las figuras clave del
gobierno y de la oposición. En los años 90, con la llegada del menemismo y la
posmodernidad, el discurso de los medios, en muchos casos, acompañó esa época en
que lo vulgar comenzó a mezclarse con la política. A mediados de la década del
90, los reality shows incorporaron las historias de vida de gente común,
siempre con algo que contar en el límite del buen gusto.
-¿Cuáles suelen ser los disparadores de esos cambios?
-No hay una única causa. Influye enormemente la filosofía de vida, una filosofía
de vida estrechamente relacionada con la economía y la cultura. El
neoliberalismo no es sólo una forma de encarar la economía, es ante todo un
cambio cultural que se trata de imponer y que llega a la gente, entre otros
canales, a través de los medios. Su correlato filosófico o cultural es la
posmodernidad.
-¿Es la variable cultural que determina un cambio en los patrones
discursivos?
-El discurso es parte de las actividades del hombre. En la medida en que éste
cambia, también lo hace su discurso y viceversa. Así se producen cambios en la
cultura, la ideología, la política, la economía. No es que primero haya un
cambio cultural y luego un cambio en el discurso. Para que se dé un cambio (sea
del tipo que fuere) debe también cambiar el discurso, lo que se traduce en la
construcción lingüística de nuevos argumentos y términos.
-¿Qué motiva el salto entonces?
-El cambio discursivo tiene que ver con lo social. Los medios pueden acelerar o
aletargar ese cambio. Mostrar siempre un lado de la cuestión, generalizar a
partir de hechos menores, argumentar siempre a favor o en contra de algo o
alguien ayuda a que los cambios en general (y por lo tanto, el discurso también)
tomen un determinado carril. Esto no es sólo responsabilidad de los medios, sino
también de quien los mira, de su espíritu crítico y su educación.
-¿Se ha empobrecido el lenguaje?
-La pregunta sobre si una lengua se empobrece o enriquece oculta la suposición
de que se puede dañar la lengua y esto no es así. El lenguaje es un sistema que
nos permite pensar y, por lo tanto, necesitamos de la vida en sociedad para
desarrollarlo. Hablar bien o mal (esto es, respetar o no la norma culta de una
lengua) sólo hace que nuestro manejo social no sea estigmatizado. Si voy a un
colegio a que me tomen de maestra y me como las eses, no me van a tomar, pero si
voy a la carnicería a comprar carne, me la van a vender igual, pronuncie o no la
ese final. El lenguaje es como la vida: para desarrollarse debe mezclarse,
recibir términos nuevos, dejar morir otros, estar en continuo movimiento. Esa
tensión lo mantiene vivo. ¿Se empobreció? ¿Se enriqueció? No, sólo vive.