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Argentina, la lucha continua....

De censores y memorias de la dictadura

Rubén Kotler
De igual a igual

En los últimos días se ha publicado en distintos medios nacionales e internacionales un listado de canciones censuradas durante la última dictadura militar argentina recuperadas en la memoria de los años de la prohibición. La prensa se ha hecho eco "de la novedad" y se ha asombrado de ver algunos temas incluidos en el listado. Sin embargo se ha hecho más ruido del que merece dicha publicación por parte del COMFER. En primer lugar no es novedad que la última dictadura militar prohibió cientos de temas musicales en los años más oscuros de la historia contemporánea argentina. Lo curioso en todo caso, que en medio del fracaso político de la administración Kirchner, resurja con fuerza una revisión del pasado en temas que ya han sido revisados y que en todo caso no debieran "desaparecer" de la agenda de los medios "nunca más".

Es insólito ver cómo el Estado instala la agenda de la memoria. Desde la larga transición institucional a la fecha, las diferentes administraciones han demarcado su política de memoria como les ha convenido, con mayor o menor libertades, pero con la singular particularidad de limitar la mencionada agenda a los cálculos sobre los costos - beneficios. Mientras el extinto Raúl Alfonsín coqueteaba con el tema de los derechos humanos, instalaba la nefasta teoría de los "dos demonios" por parte de su intelectual de cabecera "Ernesto Sábato", devenido defensor de los derechos fundamentales, "olvidando" que el renombrado escritor mantenía reuniones con los dictadores en 1977, cuando el cenit de la represión, hacía desaparecer a miles de ciudadanos argentinos. De remate, la administración radical sancionaba, Congreso mediante, dos macabras leyes que sellaban el primer pacto de impunidad en el país de la "democracia recuperada": las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

La administración Menem en los ’90 no dejó margen de dudas sobre la necesidad oficial de dar vuelta la página y terminar de imponer la amnesia colectiva. Los indultos que dejaran sueltos a los pocos genocidas juzgados en 1985, eran no solo el síntoma de una enfermedad nacional, sino el camino más próximo para garantizar la amnistía, pero al mismo tiempo, balancear los relatos del pasado dictatorial reciente. "En el país del no me acuerdo" todo era posible, desde la propia muerte del hijo del presidente en extrañas circunstancias hasta los atentados más atroces impunes hasta el día de hoy: la embajada de Israel y la AMIA, atentados de los que hoy, a más de 15 años de haber sido cometidos, nada se sabe con certeza.

El caso de la Alianza encabezada por el derechista Fernando de la Rúa resulta también paradigmático en el camino de vuelta de página a la historia de la dictadura. Aunque en el camino hayan quedado los debates parlamentarios sobre las leyes de impunidad, el cerco a la memoria buscó sellar de una vez y para siempre el camino de revisión del pasado: Nunca más. Esa era la consigna que se repetía con fuerza: nunca más la historia debía ser contada. Pero los imaginarios sociales y la persistencia de las organizaciones sociales y de derechos humanos, no dejarían margen para dar vuelta la página sin revisar qué había sucedido en los años del oprobio, la muerte, la desaparición forzada. Como reminiscencia del pasado, un día de crisis, el precavido presidente decidió instaurar el "estado de sitio", recordando a vastos sectores sociales lo que la sola idea de "prohibir" implicaba. Dos días después, y casi emulando la salida del gobierno de "chabelita", don Fernando el "aburrido" huía de la Rosada en Helicóptero.

El interregno Duhalde no deja margen de análisis. A las urgencias económicas de los argentinos, la revisión del pasado importaba muy poco. Había que apagar un incendio social, político y económico y la clase media, más preocupada por su bolsillo y por el sostén del uno a uno, que por volver a mirar las raíces de la crisis, se sintió aliviada cuando el avión fue estabilizado en medio de la turbulencia. Nunca entendió esa clase media, que la crisis estructural tenía el mismo origen de datación que la desaparición de miles de dirigentes y luchadores sociales. Como si de dos "procesos" distintos se tratara. Ya en 2003 y con "los Kirchner" en la Rosada una vez más se volvió a manosear y de la peor manera, la cuestión de la memoria y los derechos humanos. En el mundo del divide y reinarás, Néstor K. cooptó a determinadas organizaciones de derechos humanos prometiendo una política eficaz de revisión del pasado. A la fecha, y a más de seis años de haber comenzado la mencionada gestión los dictadores juzgados y condenados pueden ser contados con los dedos de una mano. Una vez más se ha usado a la memoria y a los derechos humanos para dar vuelta de página en materia de juzgamiento a los genocidas y nuevo punto final asoma sobre el horizonte. Sin embargo se vuelve con una nueva embestida en la materia. Como si bastardear la memoria bastara para ganarle la batalla a la derecha más reaccionaria en un campo donde una vez más se vuelve a faltar el respeto por la historia reciente del país. Por derecha nos obligan a olvidar. Por izquierda nos cambian la historia. Y así va la sociedad, olvidando patológicamente y tropezando una y otra vez con la misma piedra.

"La historia esta"

Uno de los temas censurados ha sido un excelente trabajo del compositor León Gieco, quien en 1978 se animaba a componer temas como Sólo le Pido a Dios o Canción de amor para Francisca, la historia de una prostituta a quien Gieco supo "humanizar". Entre estos temas uno de ellos ya advertía el proceso de olvido al que nos habrían de someter tanto los dictadores de entonces como los presidentes constitucionales de la transición que supimos conseguir: La historia esta dice entonces en uno de sus versos: Dejate atravesar por la realidad, y que ella grite en tu cabeza, porque es muy malo dejar pasar, por un costado a la historia esta. Y Gieco tenía razón. Era malo y sigue siendo peor, dejar pasar por un costado a la historia esta. La historia de la vergüenza de no saber la verdad a más de 33 años de instaurada la última dictadura militar, la vergüenza del manoseo ante tanta sangre derramada, y la vergüenza de creer que la revisión del pasado puede ser manoseada volviendo a hacer desaparecer la memoria de los desaparecidos, aquellos que nos siguen reclamando justicia. Mientras la administración de CFK se preocupa por volver a ubicar el tema de los "derechos humanos" en la primera plana, bastardea una vez más la historia banalizando el tema en cuestión y volviendo a usar la historia en su fragorosa lucha con la derecha campestre, mientras Jorge Julio López sigue desaparecido, mientras la derecha avanza, mientras el país de la marginación no ha cambiado respecto de los ’90, mientras la propia familia de la presidenta se sigue enriqueciendo de manera sospechosa, mientras los pibes se siguen muriendo de hambre en el país del no me acuerdo, y mientras los genocidas siguen sueltos caminando libremente por las calles argentinas, operando como en las viejas épocas con todo el aparato represivo estatal a la orden del día, y sino miremos lo que sucede en Tucumán, por ejemplo, donde represores como Camilo Orce siguen aterrorizando a la población local con total impunidad. Y en los medios nacionales e internacionales no tienen otra noticia que difundir más que un conocido listado de temas prohibidos hace más de 33 años. Una vez más el manoseo de la historia y la memoria. Una vez más la banalización de los derechos humanos, esta vez de la mano del COMFER. Que las canciones prohibidas ya las conocíamos. La verdad, sobre lo qué ha pasado en el país hace más de 33 años, todavía sigue estando velada. Mientras la historia esta nos sigue pasando por un costado. La triste y repetida historia argentina de los años de la larga y vigilada transición.

Fuente: lafogata.org