A 7 años de la masacre de Avellaneda
Justicia muy poca, distribución de la riqueza menos
Prensa de Frente
Aumento de los 150 pesos que entregaban los planes sociales, esa había sido la
principal consigna de aquel 26 de junio de 2002; universalización, es decir que
toda familia desocupada, indigente o pobre pudiera acceder sin más trámite a ese
monto, le siguió en el orden de reclamos. Pasaron siete años de los cuales en
seis la Argentina creció económicamente a niveles récords. Escalada de los
precios de canasta básica alimentaria por medio, sostener desde supuestas
posturas redistribucionistas ese piso, fue es y seguirá siendo injustificable.
Más allá de experiencias provinciales anteriores, los planes sociales del tipo
del Jefas y Jefes de Hogar, hicieron su aparición a principios de 2002, durante
un alza en las luchas de los movimientos de desocupados. Fueron un dique de
contención - aun entonces sobradamente insuficiente – implementado por un
gobierno que no encontraba un carácter definitivo: si regresar a las políticas
neoliberales más duras, para las que la movilización popular eran un escollo o
avanzar hacia el modelo, a grandes rasgos digamos, "neodesarrollista" que
implementaría finalmente Néstor Kirchner.
Tras seis años de crecimiento sostenido, aún en momentos en que gobernaba casi
sin oposición de peso, el oficialismo se negó a cambiar la matriz distributiva
heredada del los ´90, impactando sobre todo el universo de la indigencia y la
pobreza, hubiera sido un piso. Condiciones sociales, sobre todo en los primeros
años de gestión había. Con la llegada de la crisis internacional, el gobierno
-ahora de Cristina Kirchner - repitió el esquema implementando por un lado
subsidios millonarios para las grandes empresas y por el otro planes de compra
de electrodomésticos para las capas medias.
Los sectores que menos porción de la torta recibían en los `90 con el
neoliberalismo vivito y coleando no fueron contemplados en los planes tendientes
a reforzar el mercado interno, pero sostenidos en criterios de distribución que,
favoreciendo centralmente a los sectores exportadores de materias primas y al
sector productivo por sobre el financiero, constituye una continuidad en cuanto
al direccionamiento: de arriba hacia abajo. Asegurar las ganancias empresarias,
y no favorecer un modelo más igualitario en la distribución, es el criterio que
prima.
Las políticas sociales del kirchnerismo no revierten en lo teórico los criterios
que el FMI y el Banco Mundial proponían en los `90. Experiencias productivas
focalizadas y aisladas entre sí, sin oportunidad real de convertirse en redes
que instalen formas conceptualmente alejadas de las lógicas del mercado pero con
posibilidades de supervivencia en el horizonte. En lo práctico, los criterios
clientelares aparecen como transfondo de las denuncias de los movimientos
barriales sobre falta de cumplimiento por parte del gobierno en el
financiamiento de proyectos cooperativos y productivos.
Siete años han pasado de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío
Santillán. En aquel frío mediodía de junio cuando el gobierno de Eduardo Duhalde
respondió a las presiones del sector industrial (UIA) y la Sociedad Rural, a las
que se sumaban en coro los gobernadores, quienes exigían una "acción ejemplar"
para recomponer la "autoridad estatal" resquebrajada luego de la pueblada de
diciembre de 2001 y el fin del gobierno de la Alianza. Duhalde, que necesitaba
mostrarse internamente fuerte, para poder negociar con mayor margen préstamos
con el Fondo Monetario Internacional, quiso barrer a los piqueteros del camino y
tuvo que anticipar las elecciones por ello.
Kirchner utilizó durante estos años los asesinatos, trayéndolos varias veces a
escena como parte de sus disputas con su antecesor, pero jamás tuvo interés
político en que sea investigadas las responsabilidades políticas. Siete años más
tarde ni aumento, ni universalización. Los planes sociales para las familias
desocupadas siguen siendo de 150 pesos y continúan en manos de la estructura del
PJ, cuyos punteros digitan quien lo recibe y quien no, en un 80 por ciento.
Financiamiento había.