Argentina: Pobreza, empleo y salarios: prioridades con o
sin diálogo
Eduardo Lucita La Arena
Han pasado ya las elecciones con los resultados conocidos y la problemática
social, cuyos indicadores muestran un agravamiento, sigue allí. ¿La agenda del
diálogo tendrá en cuenta estas prioridades?
Los resultados electorales impactaron fuertemente en el gobierno Es que la
derrota tiene un carácter esencialmente cualitativo, el kirchnerismo ha perdido
hegemonía política y deberá negociar en una relación de fuerzas que se ha
modificado. Negociación que se dará no sólo con la oposición política sino sobre
todo frente a las distintas fracciones del capital que han salido fortalecidas.
Las finanzas públicas
Uno de los datos más destacable del ciclo económico expansivo de los últimos
seis años ha sido la coexistencia de los superávit gemelos. El comercial no sólo
se mantiene sino que aún en la crisis tiende a agrandarse por la sencilla razón
que las importaciones caen mucho más que las exportaciones. Por el contrario el
financiero está en este momento bajo la lupa de analistas de diversas
tendencias.
En otros momentos el comportamiento de esta variable macroeconómica sería
relevante sólo para especialistas o conocedores del tema pero en esta coyuntura
adquiere una significación mayúscula. Es así porque en la visión de crisis de
ciclo corto el superávit fiscal, acrecentado por los fondos de las AFJP, ha sido
la fuente de recursos para subsidiar, sin demasiado éxito, la oferta de
automotores y electrodomésticos; para sostener los planes sociales, de por sí
escasos e insuficientes, con los que intenta contener la pobreza y la
indigencia; apoyar los emprendimientos productivos, que con mucha iniciativa y
capacidad llevan adelante los movimientos de desocupados; asistir a las empresas
para garantizarles sus tasas de ganancias pero también para frenar despidos.
Esta fuente se está agotando por la sencilla razón que los gastos han crecido
mucho más que los ingresos. Por ahora se mantiene el superávit primario pero si
se computan los servicios de la deuda, las cosas cambian. Cálculos privados
suponen un resultado neutro para todo el 2009 o bien un rojo consolidado (Estado
nacional + provincias) estimado en medio punto del PBI. Por si fuera poco los
gobernadores, más aún los de las provincias que están en rojo, ya han
manifestado la intención de mejorar la coparticipación de los fondos federales y
recibir parte de lo recaudado por el impuesto al cheque mientras intentaran
resistir cualquier reducción de los fondos destinados a las obras públicas.
Así aumentan las tensiones sobre las finanzas públicas y desde distintos
sectores de la oposición y algunos medios de comunicación han levantado señales
de alarma sin reparar que este resultado parece insignificante frente al déficit
del 13% de los EE.UU., el 7% de Francia o el 10% de España.
La situación social
En este ciclo de crecimiento económico los principales indicadores sociales
registraron mejoras importantes comparados con el 2002, sin embargo comenzaron a
deteriorarse desde mediados del 2007. Distintas estimaciones muestran que en el
primer semestre del año la destrucción de puestos de trabajo superó los 200.000
empleos y que la tasa de desocupación, luego de haber caído al 7,5%, orilla ya
el 12%, alcanzando a casi dos millones de personas. Los salarios que tuvieron
una recuperación importante han comenzado a deteriorase y hoy se encuentran en
promedio un 20% debajo de los registros del 2001. Así la pobreza que era del 54%
de la población en el 2002 y que fuera reducida a poco más del 20% en el 2006
volvió a trepar. Su nivel actual es discutido pero seguramente supera el 30%,
mientras que la indigencia alcanza como mínimo al 10%. Esto es no menos que unos
doce millones de pobres y cuatro de indigentes.
Este cuadro social, ya de por sí dramático, tiende a agudizarse en el marco de
la crisis mundial, cuando se hace evidente que ésta va para largo, que aún
cuando finalmente encuentre un piso la recuperación será muy lenta y que mucho
más lenta será la recuperación del empleo. Así las políticas sociales
implementadas por el gobierno sólo postergan el problema y no implican ninguna
solución duradera.
En este contexto de crisis mundial y local y debilidad política post-electoral
del gobierno es que las distintas fracciones sociales y políticas están
preparando sus agendas para participar del diálogo convocado por la presidenta.
Pero nadie parece demasiado interesado en la reforma política, por el contrario
no ocultan que lo que subyace es la crisis y como resolverla.
Dos agendas
En este sentido es que aparecen dos agendas. Una que se inscribe en la lógica
del capital y por la que siempre sale de sus crisis por mayor productividad del
trabajo (léase menos empleo, menores salarios y mayores ritmos de producción),
devaluación de la moneda o rebaja de salarios en términos reales o absolutos
como propone la multinacional Techint, dejando el empleo al libre juego de la
oferta y la demanda, reducir la carga tributaria a las empresas (léase
retenciones, impuestos, aportes a la seguridad social) o bien obtener nuevos
subsidios y cubrir el bache de las finanzas públicas bajando el gasto estatal y
volviendo al FMI.
Otra que se inscribe en la lógica de los trabajadores y sectores populares. Para
estos resulta imprescindible declarar la emergencia laboral y en este marco
obtener la prohibición de despidos y suspensiones hasta tanto dure la crisis,
evitando así que nuevos contingentes se sumen a la desocupación y la pobreza;
complementariamente reducir la jornada de trabajo y repartir el trabajo
existente para absorber desocupación y que los trabajadores se beneficien de la
mayor productividad alcanzada. Este mayor nivel de ocupación debiera ser
acompañado de un incremento de los salarios y las jubilaciones mínimas y la
universalización de un ingreso que contemple las necesidades de las familias
desocupadas, junto con la eliminación del IVA a los productos de primera
necesidad. Se obtendría así una demanda genuina que reanimaría la economía.
Claro está que se plantearán problemas de financiamiento y esto requiere de una
transformación progresiva de la política tributaria, pero en lo inmediato es
posible gravar las rentas financieras, reponer el impuesto a la herencia,
extender las retenciones a la actividad minera y petrolera, e instrumentar una
política que frene la fuga de capitales.
Es apenas un programa de emergencia que marca una orientación distinta para
salir de la crisis y abrir las posibilidades para transformaciones más
profundas.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).