Argentina, la
lucha continua....
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Grave denuncia de sacerdotes que trabajan en "villas miseria"
La droga en las Villas: despenalizada de hecho
Miles de mujeres y de hombres hacen filas para viajar y trabajar
honradamente, para llevar el pan de cada día a la mesa, para ahorrar e ir de a
poco comprando ladrillos y así mejorar la casa. Se va dando así esa dinámica
linda que va transformando las Villas en barrios obreros. Miles y miles de niños
con sus guardapolvos desfilan por pasillos y calles en ida y vuelta de
casa a la escuela, y de esta a casa. Mientras tanto los abuelos, quienes
atesoran la sabiduría popular, se reúnen a la sombra de un árbol o de un techo
de chapa a compartir un mate o un tereré y a contar anécdotas. Y al caer la
tarde muchos de todas las edades se reúnen a rezar las novenas y preparar las
fiestas en torno a las ermitas levantadas por la fe de los vecinos.
La contracara, el lado oscuro de nuestros barrios, es la droga instalada
desde hace años, quizás con más fuerza desde el 2001. Entre nosotros la droga
está despenalizada de hecho. Se la puede tener, llevar, consumir sin ser
prácticamente molestado. Habitualmente ni la fuerza pública, ni ningún organismo
que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos que tienen veneno en
sus manos.
Ante la confusión que se genera en la opinión pública con la prensa
amarilla que responsabiliza a la Villa del problema de la droga y la
delincuencia, decimos claramente: el problema no es la Villa sino el
narcotráfico. La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven
en las Villas, en estos barrios donde se corta la luz, donde una
ambulancia tarda en entrar, donde es común ver cloacas rebalsadas. Otra cosa
distinta es que el espacio de la Villa –como zona liberada- resulte funcional a
esta situación.
La vida para los jóvenes de nuestros barrios se fue tornando cada vez más
difícil hasta convertirse en las primeras víctimas de esta despenalización de
hecho. Miles arruinados en su mente y en su espíritu se convencieron que no hay
posibilidades para ellos en la sociedad.
Por otra parte profundamente ligado al tema de la droga se da el fenómeno
de la delincuencia, de las peleas, y los hechos de muerte violenta ("estaba dado
vuelta"). Esto nos hace tomar conciencia de otro gran tráfico que hay en
nuestra sociedad que es el tráfico de armas, y que visualizamos como fuera de
control. Cuando vemos muertes causadas por menores adictos, también nos
preguntamos ¿quién es el que pone el arma en manos de los menores? De este
espiral de locura y violencia las primeras víctimas son los mismos vecinos de la
Villa.
La destrucción pasó como un ciclón por las familias, donde la mamá
perdió hasta la plancha porque su hijo la vendió para comprar droga. Estas
familias deambularon por distintas oficinas del Estado sin encontrar demasiadas
soluciones año a año. Toda la familia queda golpeada porque su hijo está todo el
día en la calle consumiendo. Asombra ver como ese niño que fue al catecismo, que
jugaba muy bien en el fútbol dominguero, hoy "está perdido". Causa un profundo
dolor ver que esa niña que iba a la escuela hoy se prostituye para fumar "paco".
La despenalización de hecho generó inseguridad social. La raíz de la
inseguridad social hay que buscarla en la insolidaridad social.[1] A poco que
nos pongamos a la luz de Palabra de Dios, descubrimos que como sociedad no nos
hemos movilizado suficientemente ante el hecho dramático del hambre de los
niños, que da lugar a adolescentes débiles física y mentalmente. Con madres y
padres angustiados sin trabajo o changas mal remuneradas. A los que les resulta
más difícil entusiasmar a sus hijos con actividades en clubes y cursos o
cualquier otra forma positiva de ocupar el tiempo, ya que no cuentan con el
apoyo y el dinero necesario. Se generan así situaciones infrahumanas
aprovechadas a su vez, por los gananciosos distribuidores de droga.
Como sacerdotes y vecinos de estas barriadas humildes, sentimos la llamada
evangélica de acompañar a aquellos niños, adolescentes y jóvenes que en gran
cantidad se encuentran en este infierno de la droga y a la vez de exhortar a la
conversión a los que pisotean la dignidad de los mismos de esta inescrupulosa
manera, avisándoles que Dios y la Virgen les van a pedir cuentas.
Ahora escuchamos hablar de despenalizar en el derecho el consumo de
sustancias. Nos preguntamos: ¿ministros y jueces conocen la situación en
nuestros barrios? ¿Han dialogado con el hombre común de la Villa? ¿Se han
sentado a elaborar con ellos proyectos liberadores –la droga esclaviza- o
simplemente se piensa en implementar recetas de otras latitudes?[2]
¿Cómo decodifican nuestros adolescentes y jóvenes el mensaje: se puede
consumir libremente, por ejemplo cocaína?
Algunas propuestas
Cuando un cura se acerca y saluda a los
chicos y chicas que están en los pasillos de consumo, en esos lugares de
tristeza y desesperación, recibe generalmente preguntas y pedidos de este tipo:
"¿Dios a mí me ama?" "¿Me voy para arriba o para abajo?" "Padre me da la
bendición de Dios". "¿No me ayuda a salir de este lugar?, no aguanto más esta
vida"…
Apoyándonos en el Evangelio de Jesús nosotros creemos que cada persona es
sagrada, cada una tiene una dignidad infinita, ninguna vida está de sobra.
Por eso nos resistimos a mirar esta realidad social desde los papeles de
las estadísticas, desde los fríos números. Desde esta perspectiva un adolescente
que comienza hoy a consumir paco, es sólo uno más. ¿Qué importancia tiene esto
si no afecta a los números y estadísticas que aletargan nuestra conciencia y
nuestro compromiso? Tal vez esta mirada se inquieta si los números crecen
demasiado, nada más.
Nosotros queremos intentar mirar la realidad desde el corazón de Dios. Es
que Dios no quiere que ninguno de sus hijitos se pierda, para todos quiere una
vida plena.
Por eso sin ser expertos en la materia, aunque con cercanía diaria con esta
realidad, acercamos algunas propuestas-intuiciones en base a las cuales estamos
trabajando. De hecho en varias Villas venimos transitando distintos caminos de
prevención, recuperación y reinserción; de acuerdo con cada realidad y con las
posibilidades que contamos.
Prevención
No hay que ser ingenuos, la tríada hambre-criminalidad-droga es demasiado
fuerte. Frente a esta dramática situación tenemos que tomar conciencia de que
hay que realizar un trabajo de prevención sistemático y a largo plazo.
Nos parece que se trata principalmente de crear ámbitos de contención y
escucha de nuestros niños, adolescentes y jóvenes -en este sentido no es menor
todo lo que se haga para fortalecer a sus familias-. Ámbitos de recreación y de
construcción de un proyecto real para su vida. La verdad es que se logra poco
con el no a la droga sin un fuerte sí a la vida.
Muy unido al tema del consumo de droga, tal vez como una de sus grandes
causales esta la falta de sentido, de un horizonte hacia el cual caminar. El
aburrimiento, el tedio, el no tener que hacer, van minando la pasión por la vida
y donde no hay pasión por ella, aparece la adicción. El gran trabajo de
prevención nos parece que tiene que tener como eje el mostrar que la vida tiene
sentido. Por eso nos parece que las adicciones son principalmente enfermedades
espirituales, sin negar obviamente su dimensión biológica y psicológica.[3] Una
persona espiritualmente saludable está convencida de que la vida merece vivirse,
le encuentra sentido a lo que hace, tiene la "alegría de vivir".
Nuestro país tiene una enorme deuda social. "La deuda social es también una
deuda existencial de crisis de sentido de la vida: se puede pensar legítimamente
que la suerte de la humanidad está en manos de quienes sepan dar razones para
vivir"[4].
El sentido de la vida se adquiere por "contagio", los valores se descubren
encarnados en personas concretas, por eso, la importancia fundamental de generar
en nuestros barrios líderes positivos que puedan trasmitir valores vividos por
la fuerza de su testimonio.
Tenemos por otro lado que aprovechar los ámbitos que existen y que son
naturalmente lugares de prevención, como por ejemplo la escuela. "La escuela es
el principal mecanismo de inclusión. Quienes se van de la escuela pierden toda
esperanza ya que la escuela es el lugar donde los chicos pueden elaborar un
proyecto de vida y empezar a formar su identidad. En la actualidad, la
deserción escolar no suele dar lugar al ingreso a un trabajo sino que lleva al
joven al terreno de la exclusión social: la deserción escolar parece significar
el reclutamiento, especialmente de los adolescentes, a un mundo en el que
aumenta su vulnerabilidad en relación a la violencia urbana, al abuso y a la
adicción a las drogas o al alcohol. Si bien la escuela puede no lograr evitar
estos problemas, la misma parece constituir la última frontera en que el Estado,
las familias y los adultos se hacen cargo de los jóvenes, en el que funcionan, a
veces a duras penas, valores y normas vinculados a la humanidad y la ciudadanía
y en el que el futuro todavía no ha muerto." [5]
Por eso no hay que quedarse en el mero demandar cosas a la escuela en
general y a los docentes en particular, sino que hay que apoyar decididamente su
fundamental labor. La educación es un camino real de promoción por eso son
necesarias más escuelas y mayor presupuesto para educación en los barrios más
pobres de la ciudad.
Nos parece conveniente proponer la posibilidad de que se dicte una materia
específica de prevención de adicciones ya desde la primaria, tal vez desde el
preescolar. No nos referimos a esa prevención que explica el tipo de drogas, o
como se consumen etc. Nos parece más conveniente un tipo de prevención que
transmita a los chicos que tenemos vida y esta vida es sagrada y por eso tenemos
que aprender a cuidarla. Hay material elaborado a partir de experiencias en
zonas de alta vulnerabilidad social que se puede utilizar.[6] Si fuera
necesario, la delicadeza del tema amerita un proyecto de ley en la legislatura
que al aprobarse posibilite el dictado de la misma.
El abordar la tarea de la prevención de las adicciones requiere un trabajo
hecho con esperanza, con la confianza audaz de que es posible crear ámbitos
sanos y dichosos que ayuden a curar las heridas. "A quienes dicen ‘trastornos
precoces efectos durables’ se les puede responder que los trastornos precoces
provocan efectos precoces que pueden durar si el entorno social y familiar los
convierte en relatos permanentes." [7]
Mirar con esperanza esta difícil situación que vivimos en nuestros barrios
nos aleja de una mirada fatalista. Por otro lado nuestra fe católica nunca dijo
que algunos están predestinados a vivir bien y otros a la miseria. Nuestra fe
lee esta situación como una situación de pecado que clama al cielo y que
llamamos pecado social. Esta situación de injusticia se contrapone al proyecto
de amor del Buen Dios. Con humildad pidamos perdón al Señor por nuestra
complicidad manifestada de tantas maneras y pidámosle la gracia de poner todo lo
que esté de nuestra parte para transformar esta dolorosa realidad.
Recuperación
Cuando las estadísticas nos dicen que son demasiados niños, jóvenes y
adultos que fuman pasta base, tengamos por seguro que llegamos tarde. La
pregunta es: ¿queremos seguir llegando tarde? Son personas, seres humanos que
mueren o quedan con una vida hipotecada. Por ellos hay que hacer algo ya. Aunque
sólo salvemos a uno.
Pedagogía de la presencia[8]
El primer paso es acercarse a los chicos, no esperar a que estos golpeen
las puertas de nuestras instituciones. Este primer paso es a la vez una
afirmación de la dignidad de estas chicas, de estos chicos, del valor
sagrado de sus personas; no son vidas que ‘estan de sobra’, que molestan, o que
afean nuestros barrios. Este primer paso es acercar el corazón. Corazón que se
acerca es corazón que ve y se deja tocar por este doloroso grito y por eso se
pone a su escucha. El hábito de la escucha no es algo común en nuestros días y
es esencial para un verdadero encuentro. Si escucháramos más, seguramente el
nivel de violencia que vivimos bajaría notablemente
Ponerse a la escucha no es buscar que rápidamente acaten las pautas
sociales. A veces queremos que rápidamente cumplan normas, que respeten derechos
para entrar en sociedad, cuando como sociedad no les hemos respetado sus
derechos más elementales.
Acercarse, caminar los barrios, escuchar, encontrarse es el primer paso
imprescindible.
Adaptar nuestros programas e instituciones a la realidad y no la realidad a
ellos.
La burocracia expulsa, pone trabas (excesivas entrevistas y requisitos), en
definitiva pone en riesgo la vida de muchas personas. Además muchas veces la
realidad de los procesos de recuperación está marcada por los números-dinero
(becas por un año, ese sería el tiempo de recuperación), dejando a un segundo
plano los procesos personales.
Por consiguiente teniendo en cuenta el proceso de cada persona hay que
discernir que camino de recuperación proponerle: atención ambulatoria en un
centro de día; internación en una comunidad terapéutica, etc.
Por otro lado es necesario adaptarse a la realidad de los más pobres. Por
ejemplo se da el caso de mamás que consumen y no tiene con quién dejar a sus
hijos; hay que plantearse entonces la posibilidad de que ingresen juntos en un
mismo lugar.
Hay que poner el centro de nuestro esfuerzo en adaptar nuestros programas e
instituciones a la realidad y no la realidad a ellos; creando ámbitos que
rompan las cadenas invisibles que esclavizan a nuestros adolescentes y jóvenes.
Hoy vivimos la cultura de la imagen. De muchas maneras se busca tener
cautiva nuestra mirada. Si esto se logra en gran parte se adueñan de nuestra
vida.
A veces se busca transmitir la idea de que: ‘estamos trabajando fuertemente
en la lucha contra la droga’. Es así que por ejemplo se abre un solo centro de
recuperación para toda una ciudad y se empapela la misma para dar una buena
imagen. Si se da imagen de algo que no es, que en realidad se está haciendo
insuficientemente, no solo se corre el riesgo del autoengaño, sino que quedan
vidas en el camino.
En relación a esto último hay una responsabilidad grande de los publicistas
y de los medios de comunicación en general, valga como ejemplo este verano: Por
un lado la propaganda de una bebida alcohólica en la playa que al parecer era
sinónimo de plenitud y alegría, por otro lado la realidad de la violencia como
consecuencia del exceso de alcohol en muchos jóvenes en la costa.
Tal vez esto sea una llamada de atención para que veamos que como sociedad
estamos dejando muy solos a nuestros adolescentes y jóvenes. No les enseñamos
que hacer frente al aburrimiento, la tristeza, la bronca o la soledad, etc. No
les mostramos que no hay que encontrar "algo" para combatirlas sino encontrar a
"alguien" con quien compartir y hablar de lo que les pasa. Hablar y compartir
con "alguien" que los puede ayudar es lo contrario a la adicción.
El mundo adulto no puede ausentarse, no puede desproteger a los niños/as y
adolescentes. La justicia debe proteger a esos chicos que tienen su libertad
muy condicionada; prueba de ello es que dinero que consiguen va a parar a
aquellos que no les importa nada de sus vidas y les ponen veneno en sus manos.
La justicia tiene que tenderle la mano a esas mamás que desesperadas no saben
como ayudar a sus hijos.
Pensar en el después del camino de recuperación.
No alcanza con el pago de una beca de tratamiento. Hay jóvenes que no
pueden volver a sus barrios -cerca de su casa se compra y se consume libremente
droga- se da una suerte de factor cuasi-biológico que favorece la recaída en el
consumo. La no conveniencia de la vuelta al barrio es señalada reiteradamente
por muchas familias que los aman y acompañan. Tenemos que ir tejiendo con ellos
una propuesta de real reinserción social. Desde el elemental derecho a la
identidad o sea que accedan a sacar su documento hasta una salida laboral y un
lugar para vivir con dignidad.
Sabemos también que muchos jóvenes que hoy están privados de su libertad
han cometido delitos a causa del consumo de droga. En ese caso hay que replicar
las experiencias que tratan su adicción; utilizándose así positivamente el
tiempo en prisión para que al salir puedan reinsertarse en la sociedad. De
alguna manera este también es un trabajo de prevención.
Por último ponemos bajo la protección y el cuidado de la Virgen de Luján,
Madre de nuestro Pueblo, a las familias que en nuestros barrios sufren el
flagelo de la droga.
- José María Di Paola, Carlos
Olivero, Facundo Berretta y Juan Isasmendi de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta.
- Guillermo Torre y Martín
Carrozza de la Villa 31.
- Gustavo Carrara, Adolfo
Benassi y Joaquín Giangreco de la Villa 1-11-14.
- Jorge Tome y Franco Punturo de
la Villa 20.
- Sebastián Sury y José Nicolás
Zámolo de la Villa 15.
- Pedro Baya Casal y Martín De
Chiara de la Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo.
- Nibaldo Valentín Leal de la
Villa 6.
- Sergio Serrese de la Villa 19.
- Enrique Evangelista de la
Villa 26.
- Jorge Torres Carbonell de la
Villa Rodrigo Bueno.
Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 25 de Marzo de 2009.