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Argentina, la lucha continua....

Argentina, Mendoza: Un drama social, en la cara de todos

Soledad Blat - Florencia Manzur
MDZOL

Dos periodistas investigaron la trama del aborto en Mendoza. Médicos que cobran $5.000 y parteras que hacen "el trabajo" por $200. El debate ético y la polémica, y los peligros a los que se someten miles de mujeres. El Estado mira para otro lado.

"Si a vos te pasa algo yo no me hago responsable, vos a mí no me conocés".

Esta frase, pronunciada por un médico que practica abortos ilegales en pleno centro de la ciudad, suele ser la despedida que reciben las decenas de mendocinas que toman la decisión de interrumpir su embarazo.

Desprotegidas por la ley y por el Estado, aquellas que llegan a la determinación de abortar se encuentran solas ante una decisión que marcará sus vidas para siempre.

Sin embargo, los abortos clandestinos son moneda corriente: hoy, a cualquier mendocina que quiera realizarse esta intervención sólo le basta con hacer dos o tres llamadas telefónicas para llegar a la puerta de un médico o de una partera dispuestos a concretarla.

La profesionalidad del médico, y con ésta, los riesgos del proceso, dependerán de la condición económica de la mujer en cuestión.

"Yo no atiendo a mujeres jodidas"

Tras realizar sencillas averiguaciones MDZ llegó a un departamento ubicado en pleno centro de Mendoza, sobre la calle Colón, que funciona como un consultorio y que a simple vista se parece a cualquier otro. Hay sillas, cuadros y hasta un televisor para entretener a quienes esperan.

"Pasen ustedes, las que llegaron últimas", indica la enfermera que minutos atrás cobró $50 en efectivo sólo por la consulta. Tras recorrer un corto pasillo el médico, al que llamaremos Carlos, de unos 60 años y con "vasta experiencia" en el tema, abre la puerta de un pequeño consultorio.

Sin tomar nombres, apellidos ni pedir ningún tipo de identificación, el médico pregunta con la soltura que sólo pueden generar la práctica y los años en el negocio: "¿De cuánto estás?".

Tras oír la respuesta, el profesional hace sus propios cálculos y explica cuánto, según el grado de gestación de la paciente, será el costo que tendrá el aborto.

Estimativamente, la interrupción de un embarazo de casi cuatro meses cuesta $5.000 mientras que si es de menos tiempo puede salir $3.000. Los pagos son siempre en efectivo y antes de la intervención.

"Yo ahora te tengo que revisar, si yo no te reviso no te atiendo porque yo ahora me doy cuenta si vos una mina jodida o si sos nerviosa. Si sos nerviosa yo ya sé que no te puedo atender. Además, yo me tengo que fijar si estás en condiciones físicas para someterte a la operación".

Si el cirujano, como él mismo se define, entiende que la mujer es apta para la intervención, pasa a explicar, de forma muy expeditiva, el procedimiento.

"Vos venís un día antes de la operación para que te prepare y vamos a demorar unos 15 minutos. Al otro día ya te duermo y solucionamos esto, mi trabajo dura unos 20 minutos, pero yo te tengo en observación unas dos horas para ver cómo evolucionás y después ya hacés vida normal". La preparación, consta de la colocación de dos inyecciones.

Entonces llega el momento de "cubrirse" y, sin pelos en la lengua, el profesional pregunta:

- ¿Vos con quién vivís? Porque si no saben en tu casa que estás embarazada, el día de la preparación te tenés que ir a dormir a otro lado porque si hay complicaciones y sospechan de esto nos clavan una denuncia y vamos presos vos y yo.

A continuación, aclara en forma tajante: "Esta operación es entre vos y yo, si a vos te pasa algo yo no me hago responsable, vos a mí no me conocés".

El comportamiento del médico responde a que, según el Código Penal, en Argentina sólo son legales aquellos abortos que se ejerzan, primero "con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios" y, segundo, "si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido para el aborto".

De cualquier otra forma, esta práctica es ilegal. Si se realiza sin el consentimiento de la mujer, la pena es la reclusión -que puede ir de tres a diez años-, mientras que si se obra con consentimiento, la misma es de uno a cuatro años.

Si el imputado no cuenta con antecedentes es probable que hasta quede libre. Sin embargo, según reza el texto "el máximum de la pena se elevará a seis años, si el hecho fuere seguido de la muerte de la mujer".

En el caso de quien se somete al proceso, las consecuencias legales son "prisión de uno a cuatro años a la mujer que causare su propio aborto o consintiere en que otro se lo causare", aunque hay que tener en cuenta que se trata de un delito excarcelable.

El final de la consulta es un reflejo de la magnitud del negocio.

- Por el estado de avance del embarazo, son cinco mil pesos.

-¡¿Cinco mil pesos?!

- Mirá, a mí me da lo mismo si te lo hacés o no. Yo ya soy rico, vos fijate. Apurate porque estás al límite.

Parteras: la opción de las que menos tienen

Las mujeres de menos recursos también tienen la opción al alcance de la mano si quieren practicarse un aborto con alternativas de menor costo. Pero que acarrean mayor riesgo. Esta alternativa es la que ofrecen las parteras.

Quienes más saben del tema, opinaron que recurrir a una partera en estos casos es como "ir a un arquitecto para operarse de una apéndice". No obstante, es la opción más elegida por las mujeres mendocinas de menor poder adquisitivo.

Esto se debe a que los precios son mucho más bajos que los que "cobra" un médico cirujano: la tarifa en este sector parte de los $200 en adelante, dependiendo del caso y del avance del embarazo.

Las parteras trabajan por lo general en los barrios más humildes, aunque también hay quienes asisten a las viviendas particulares de las mujeres que buscan un aborto, lo que si bien garantiza privacidad no asegura un ambiente propicio para una intervención de este tipo.

Según explicó a MDZ un médico ginecólogo de experiencia, en esta franja las interrupciones no siempre se realizan a través de un legrado. Sino que en muchas oportunidades se utilizan métodos que perjudican directamente la salud de las mujeres.

Algunos de ellos se basan en la utilización de mezclas de hierbas, sondas para interrumpir la gestación y elementos punzantes.

Otra opción, según señaló el mismo profesional, consiste en la colocación de una o dos pastillas en la vagina que producen una gran dilatación en el útero provocando la pérdida del embarazo. Esta medicación se vende en farmacias y es recetada para enfermos de artritis o artrosis.

Consultados por este diario, algunos profesionales llegaron a admitir que en varias ocasiones se han encontrado abortos ocasionados por este medicamento y que, por lo general, no pudieron distinguir en consecuencia entre un aborto espontáneo y uno provocado.

Con estos síntomas muchas mujeres arriban a las guardias de los hospitales públicos sin querer dar explicaciones de lo que en realidad les pasó.

Ninguno de los dos panoramas previamente descriptos -el de un médico que atiende en pleno centro y el de una partera de un barrio humilde- ofrece algún tipo de contención emocional una vez terminado el procedimiento.

En la calle se lo define como "hacerse un trabajo" y para muchos es precisamente eso, ir a "solucionar un problema".

Todas las fuentes consultadas coincidieron en que éste es un gran negocio que deja mucho dinero y ninguna consecuencia legal.

El aborto que existe en Mendoza y también en la Argentina

Según el libro La práctica del aborto en la Argentina en el país se producen entre 450.000 y 500.000 abortos por año.

De acuerdo al médico Carlos Cardelo, ex director de Maternidad e Infancia de Mendoza durante la gestión de Julio Cobos, esta realidad no ha cambiado.

En nuestra provincia se realizó entre los años 2000 y 2004 un estudio que reveló que en ese tiempo, egresaron del sistema de salud público 13.047 abortos entre espontáneos y provocados. De esa cantidad hubo 14 muertes de mujeres.

"Podrá parecer poco, pero en realidad Mendoza está por encima de la media calculada", aseguró Cardelo.

Según organizaciones internacionales, cuando el aborto es practicado en ámbitos seguros cada 100.000 casos debe haber una sola muerte. En Mendoza se calculó estimativamente que había 107 muertes cada 100.000.

De este modo y según otros datos aportados por la legisladora Mirta Díaz, la segunda causa de muerte materna en la provincia es por abortos mal realizados.

Para evitar este mal, hace poco la diputada consiguió la aprobación de un protocolo que indica cómo tratar a quienes arriban a los hospitales con indicios de haberse practicado un aborto.

Ahora no estamos mucho mejor que antes. Según datos más recientes de la Dirección de Maternidad e Infancia, la realidad sigue siendo similar a la de 2004.

Por año, egresan del sistema de salud provincial unos 3.000 abortos entre espontáneos y provocados. Actualmente estas cifras no están diferenciadas porque "cuando la paciente llega a la guardia es virtualmente imposible comprobar si se trata de un aborto provocado o no", como revelaron desde el área de Obstetricia del Hospital Laggomagiore.

El debate sigue abierto

Son muchas las voces que están a favor y en contra del aborto. Carmen Argibay, ministra de la Corte Suprema de Justicia de Argentina, opinó hace poco del tema. "No soy abortista, sólo quisiera que nadie tenga que ir a hacerse un aborto porque es un trauma muy grande. Lo que quiero es que no sigan muriendo las chicas pobres por estar embarazadas, que se hacen un aborto clandestino en las peores condiciones. Hay que educar para que no haya abortos no queridos, y cuando no hay otra salida, que se pueda hacer en las mejores condiciones. Para una chica violada, a la que no dejan abortar, o que tiene que abortar en situación de peligro para su vida, tener esa criatura es condenarla".

En Mendoza desde el programa Juana Azurduy defendieron esta práctica al decir que la "mujer tiene derecho sobre su cuerpo y sobre todo cuando no desea un embarazo". Esto opina Silvina Anfuso de Juana Azurduy, entidad que no sólo asesora a mujeres con ésta problemática sino que también contiene a aquienes son víctima de violencia familiar, entre otras cosas.

Aída Kemelmajer de Carlucci, ministra de la Suprema Corte de Mendoza. "La interrupción del embarazo no debe ser un tema penal, en mi opinión debe despenalizarse. Yo estoy de acuerdo con el proyecto que existe a nivel nacional para legalizarlo. Hay que generar la infraestructura necesaria para aquellos casos en que el Código Penal lo permite y así esas mujeres puedan ser recibidas y no se tenga que recurrir a un aborto clandestino".

El Estado provincial baja la mirada

Ríos de tinta podrán escribirse a favor o en contra de esta práctica, que cada tanto pasa a ser noticia de tapa ante un hecho lamentable como la muerte de Romina Gélves. Aunque esto dure sólo por unos días, hasta que otro acontecimiento lo desplace a un segundo plano.

"El tema del aborto es un debate que hay que darlo en la sociedad y que está pendiente", en este punto coincidieron el doctor Cardelo y Silvina Anfuso del programa Juana Azurduy.

Sin embargo, actualmente en Mendoza los abortos se practican a la vista de todos y de un Estado que prefiere mirar hacia otro lado y, al menos, regular sobre una situación que pone en peligro de muerte decenas de mendocinas por día.

El propio Gobierno local es, quizás, un ejemplo de esta situación. El ministro de Salud, Sergio Saracco, evitó hablar de este tema ante la consulta de MDZ. "De eso no va a hablar", dijo la vocera del funcionario.

Más allá de las veces que el propio gobernador Celso Jaque se manifestó en contra de la legalización del aborto, Cristian Racconto salió a militar esta postura en las últimas horas.

El vicegobernador participó el viernes en el acto que se llevó a cabo en la Plaza Independencia para celebrar el "Día del Niño por Nacer" y se juntó con unas 500 personas de distintos credos religiosos y ateos que condenan la práctica del aborto.

Racconto, fue crítico con quienes "sólo opinan y no están convencidos de nada", aunque sea el propio Estado al que pertenece el que, ante esta realidad, desvía la mirada.

La experiencia de Clara: "Es algo que no se lo deseo a nadie"

Clara (nombre ficticio de una jóven que brindó su testimonio para este reportaje ) tiene 30 años, es mendocina de clase media acomodada y carga con una historia de tres abortos.

El primero tuvo lugar a los 23 años y el último a los 26. En las tres oportunidades, tenía un mes de embarazo.

Los dos primeros se los hizo un médico ginecólogo en un consultorio en pleno centro de Mendoza.

"Cuando le comentás a alguien de tu embarazo y la posibilidad de abortar, salta mucha gente que ha pasado por lo mismo y te asesora, te dan nombres de médicos que operan y así te vas informando", explicó Clara.

"Las dos primeras veces fue bastante normal: primero pasé por una consulta, me chequeó y se aseguró de que estaba embarazada. Fui un día antes de la operación y el médico me introdujo una pastilla que me provocó, durante la noche, contracciones y pérdida. Me sentí mal, tuve dolores, pero el médico me lo había anticipado", aseguró.

"Al día siguiente nos reunimos en un consultorio cercano (al que hizo la consulta), donde no había nadie más que el médico y una enfermera. Fue algo muy privado, me durmió por completo y habrá pasado cerca de una hora hasta que me desperté".

Cuando el médico chequeó que todo estuviera bien, ella se levantó y se fue. "Apenas me desperté estaba sola y lo primero que quise hacer fue irme lo antes posible. Es algo que no se lo deseo a nadie, te juro que no pasás un buen momento". A los pocos días volvió a pedido del médico para un nuevo chequeo. Pagó en efectivo y no recuerda que haya sido caro.

En los dos primeros casos, no firmó nada, fue todo muy prolijo y la hicieron sentir muy bien en todo momento. "Sabés que estás haciendo algo que no está bien y que es muy cuestionado y en ningún momento me sentí discriminada ni juzgada por el médico. Siempre fue muy respetuoso. Cuando volví la segunda vez, hasta atemorizada por lo que me iba a decir, ni se acordaba de mí".

En el tercer intento de aborto, la situación fue más dura. "El médico que me atendió no me hizo un previo chequeo, confió en mi palabra de que estaba embarazada. Cuando llegué la sala de espera estaba llena de gente. Había mujeres con sus parejas, algunas muy jóvenes, otras no tanto. Algunas con estado de embarazo avanzado y otras como yo. Mujeres de todas las clases sociales. En ese momento, te ponés a hablar y cada una cuenta su caso".

"Cuando me llamaron por mi nombre, el médico me hizo firmar una constancia de que estaba embarazada y que tenía pérdidas; era su manera de protegerse. Luego me dio una receta y mi novio fue hasta una farmacia para comprar un antibiótico para prevenir posteriores infecciones. Después me adormecieron completamente para comenzar la operación. Eran abortos serializados, uno atrás de otro, toda las mujeres juntas, no había privacidad".

Luego de la operación "aparecí tirada en un colchón en el piso de otra sala desnuda, tapada con una sábana y un pedazo de algodón en la vagina. Alrededor mío había varias mujeres más en estado de recuperación post anestesia. Me levanté rápido, me fui y tuve que hacer reposo en la casa de mi novio porque no me sentía bien".

El relato de esta mujer podría extenderse a todas las que han pasado por situaciones similares. "En los tres casos dudé en hacerme el aborto. Hoy me siento muy culpable y tengo miedo de no poder quedar embarazada. Siempre me gustaron los niños y siempre quise tener un hijo y hoy sé que quiero tener uno, hoy lo deseo".

Para Clara es indispensable que haya una ley que proteja a las personas. "Es tu cuerpo, tu vida y si tomás esa decisión tenés que tener un método legal más cuidado".

Tras hablar de las experiencias en sí, Clara relató que pasado el tiempo nunca terminó de recuperarse totalmente a nivel personal. "No he podido borrar el tema completamente, no es tan fácil. No hice terapia. Tal vez una contención terapéutica sería ideal. Si existiera una ley esto podría contemplarse porque es necesario. Anímicamente lo pasás muy mal. No pensás en muerte, pensás en vida. Cualquier cosa, pasar por una casa de ropa de bebé, ver otros niños, etcétera, te lleva a pensar cómo hice esto y te volvés loca. Pero en los tres casos, sentí que fue la mejor decisión".

Colaboración periodística: Florencia Da Souza.

Fuente: lafogata.org