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Argentina, la lucha continua....

Salta: Encontré un angelito...

Nelson Francisco Muloni
AGENSUR - COPENOA

De desánimo en desánimo anda uno, conjugando verbos inexistentes para describir el desajuste económico y social del país, acostumbrados, como estamos, a los entreveros institucionales que tanto marcaron nuestra historia, debilucha por donde se la mire, aún con los empeñosos buscando paradigmas donde no los hay.

Así andamos, entonces. Y nos encontramos, día a día, al sol que raja las mañanas, con insoslayables presencias de problemas, todos sin resolver. Todos a punto de bullir. Esta marmicoc en que se ha convertido la provincia, sólo revela comportamientos sociales cuestionables y administraciones políticas enclenques.

La policía de Salta ha salido a las calles. No a la vigilancia habitual, sino al tintinear de las broncas por los bajos salarios. Miles y miles de agentes manifestaron sus quejumbres por las arterias capitalinas que, otrora, vieron pasar a maestras y trabajadores de la salud, entre otros, con el mismo afán salarial y aguardando, de pura costumbre, el bastonazo perverso e inútil en las testas presentes y altivas a pesar de las injusticias.

Ahora, en cambio, los mismos que solían propinar esos cachiporrazos inicuos, son los que proceden a manifestarse como lo hubieran hecho docentes y enfermeras o médicos. Y nadie, con el tino en el centro de las tripas, diría que no lo merecen o que no tienen derecho a la protesta callejera.

El tema es la alta capacidad para desobedecer órdenes de esos jefes pindongueros y obsoletos que les exigían la entrega de las armas. Recién una semana después, los agentes se avinieron a contemplar el "farewell to arms" porque perciben que la cosa se pone de gris umbrío a negro pesado.

Y llama la atención, porque cuando deben reventar croquetas del magisterio o de adolescentes de grupos sociales desprotegidos, ni siquiera tiemblan sus espíritus ni dejan atisbar un mínimo cuestionamiento a los mandatos para las palizas que darán. Las órdenes son obedecidas ciegamente. Se diría, casi con irracionalidad.

Es verdad que son hombres y mujeres sufrientes (¿quién no lo es hoy en la Argentina?), merecedores de buen trato y dispensa social e institucional. Pero, ¿no resulta alarmante que una comunidad deba alterar hasta sus bailongos y festivales porque la inseguridad crece con parámetros extraordinarios mientras la policía se refocila en la denominada "autoconvocatoria" asamblearia? ¿Y casi a punta de pistola?

Dirán que es una exageración pero hay que coincidir que no es tranquilizante que el cuerpo policial se rebele con el armamento reglamentario, lo lleve en la mano, en el cinto o lo tenga guardado en la mochila. Lo demás, si es legal o no es legal, seguirá siendo una discusión de nunca acabar relacionada con la posibilidad de sindicalizar fuerzas armas o de seguridad.

Pero además, es signigicativo que sectores que habitualmente apuntalan las luchas sociales y despotrican contra "la policía de Urtubey" (un colgajo de desmerecimientos y subestimaciones exageradas), hoy aparezcan, poco más o menos, apoyando las medidas de fuerza policiales (o como pretendan llamar a esta vulgar rebelión) por aquello de que "también tienen familias a las que alimentar" (o "mantener", afirman sin pudor otros).

Es ineludible el contraste: a las maestras (que también tienen familia a las que alimentar) les exigían aquella perversión del "sacerdocio" y las trocaban, poco más o menos, en guillotinadoras de infancia ("las víctimas son los niños") por el simple hecho de buscar una justicia que todos los gobiernos les vienen negando y aspirar a tener un estómago un poco más ahíto que el que exhiben con la malaria actual.

Inclusive, un ex ministro de Gobierno de Juan Carlos Romero las expuso casi como un peligro social, al pedirles "sensatez" durante una marcha a Grand Bourg, "evitando actos de violencia" contra los ciudadanos salteños. Una infamia, claro.

El sentido común aparece desarticulado: algo no está funcionando como corresponde y no me refiero a los gobiernos, sino al anclaje moral de la sociedad. Es sabido que las administraciones se han vuelto sordas y han crecido en estupidez. Aunque irriten la paz, no parece insensato entonces, que los más pobres, los que menos tienen, los que sufren el bastardeo de los rufianes políticos, corten calles, rutas o se agrupen en terrenos desesperantes, con la angustia como techo.

Sin embargo, ningún otro necesitado, como un policía por ejemplo, expandirá más que su garrote para desalojar, como si la vileza fuera la esencia de los que hoy aparecen como simples ciudadanos en busca de un puerto de buena fe por parte de los gobernantes.

Y no estoy en contra de esas manifestaciones ni de sus reclamos. Demando una lógica más sana en la que convivir con un policía no lo sea con el enemigo y en la que un pobre, no sea sólo el blanco móvil a reventar. Ni una maestra una delincuente social ni un trabajador de la salud un "matasanos" sin hospital. El tema será cómo la propia sociedad resuelve la insensatez de la pobreza y el hambre. Y no lo está haciendo. No lo hace...

No somos ángeles, como en la película, ni tan malos que tuvimos que esperar que nos llegaran los angelitos. Azules. Del cielo, casi.

Esta semana, los maestros deciden qué van a hacer con el comienzo de las clases. Y quizás, hasta haya movilizaciones y protestas. La policía, ¿será la descalificada "policía de Urtubey" con sus bastonazos al aire y en las sienes? ¿O serán aquellos seres humanos que alguna vez pudieron entender que las actitudes de solidaridad deben ser una propuesta de vida ciudadana, permanente e ineludible?.

Fuente: lafogata.org