Hemos leído y oido últimamente, como el Secretario General de la CGT señor Hugo
Moyano transformó el reclamo salarial en un "por favor que no haya despidos".
Por supuesto, no ha sido el único en hacerlo, funcionarios y otros dirigentes
han acompañado este proceso cuya excusa es la crisis financiera global.
Siempre existen buenas excusas y justificaciones cuando se trata de
transferencia de ganancias a las arcas empresariales y de pérdidas a la
ciudadanía en general. Lo que falta para mantener la rentabilidad y el nivel de
vida de los empresarios sale siempre de los bolsillos del pueblo.
La mayoría piensa y expresa que hay que agradecerles a los empresarios en
general y a las corporaciones en particular porque dan trabajo… Es una ecuación
equivocada que expresa el revés de la realidad pues, tanto los empresarios como
las corporaciones se nutren de la sociedad, son parte de ella y sin ella no
existirían ni podrían dibujar sus balances económicos.
Las empresas son instituciones económicas y de ellas se esperan resultados
económicos. En cambio, los empresarios y sus gerentes SI deberían realizar un
balance moral de su gestión, dado que son los que toman las decisiones y
orientan el desarrollo de sus empresas. Es una ingenuidad extrema pedir un
capitalismo más humano, dado que su sustancia estimula y facilita el
individualismo y la corrupción. Son las personas quienes deberían sentir empatía
y solidaridad con el dolor y la necesidad del prójimo. Empresarios,
funcionarios, dirigentes deberían saber que no hay un mundo para cada uno, sino
que lo que le pasa al otro más pronto más lejos me afectará a mi y con seguridad
a mis hijos… De lo contrario su destino será violencia y destrucción.
Hace 25 años salíamos de una de las etapas más crueles, nefastas y trágicas de
nuestra historia y se suponía que iniciábamos un proceso hacia una auténtica
democracia. Lamentablemente salvo honrosas excepciones, políticos, dirigentes,
empresarios, etc. parecen haber olvidado el objetivo. Así podemos ver que se ha
reemplazado la represión militar por la represión de la marginalidad, que son
demasiados los que proponen soluciones policiales y sobrados los que dividen a
los jueces en garantistas y no garantistas, cuando deberían ser todos los
jueces, garantes de los derechos y obligaciones de todas las personas que
habitan el suelo argentino con la Constitución de la Nación Argentina y las
leyes en la mano, en el pensamiento y en el corazón. La misma garantía
deberíamos exigirles a los ciudadanos que han elegido la política como
actividad.
No se mata sólo con un arma en la mano. Las resoluciones, leyes, decretos,
sentencias, expedientes, cartas, telegramas, etc. también pueden ser ejecutores
criminales. Ni que hablar del salario del trabajador que no alcanza para darle
alimento, salud, educación, vivienda y justicia a su familia, y especialmente a
sus niños y sus ancianos.
Pero todo puede ser solucionado cuando se abren el corazón y el pensamiento y se
liberan la imaginación y la creatividad. Para lo inmediato el salario debe
reajustarse para que la inflación real no lo degrade y desde mi punto de vista,
abandonaría la práctica de subsidiar empresas, porque esto no garantiza la
seguridad laboral ni la actividad económica, sólo habilita la comodidad
empresaria, ridiculizando el slogan del riesgo empresario. Para el mediano
plazo, democratizar la economía y la estratificación social, estimulando
nuevamente la diversidad económica y la movilidad social podrían ser uno de los
caminos y en ese aspecto tendríamos que proponernos asegurar la satisfacción
individual, la integración social y el desarrollo comunitario en igual jerarquía
para que podamos visualizar un futuro posible mejor para todos.