Argentina, la
lucha continua....
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Derechos humanos vs. derechos ciudadanos
Alberto Buela
Adital
Hace ya muchos años el pensador croata Tomilslav Sunic realizaba la distinción
entre derechos humanos y derechos de los pueblos tomando partido por estos
últimos.
No es para menos, los derechos humanos tienen un anclaje filosófico en la
ideología de la ilustración de corte político liberal mientras que los derechos
de los pueblos fundan su razón de ser en el historicismo romántico de corte
popular.
Hoy ya es un lugar común - luego de la afirmación de Proudhon (1809-1965), el
padre del anarquismo, "cada vez que escucho humanidad sé que quieren engañar" -
cuestionar la incoherencia de la Ilustración en materia política, así como la
exaltación de la razón humana como "diosa razón".
Este pensamiento ilustrado sufre una metamorfosis clara que va desde sus inicios
con el laicismo libertario de la Enciclopedia y el racionalismo, pasa por el
socialismo democrático y desemboca en nuestros días en el llamado "progresismo"
que se expresa en la ideología de la cancelación como bien lo hace notar el muy
buen pensador español Javier Esparza: " que consiste en aquella convicción según
la cual la felicidad de las gentes y el progreso de las naciones exige cancelar
todos los viejos obstáculos nacidos del orden tradicional"
La gran bandera del pensamiento "progre" es y han sido los derechos humanos
donde ya se habla de derechos de segunda y tercera generación. Esta
multiplicación de derechos humanos por doquier ha logrado un entramado, una red
política e ideológica que va ahogando la capacidad de pensar fuera de su marco
de referencia. Así el pensamiento políticamente correcto se referencia
necesariamente en los derechos humanos y éstos en aquél cerrando un círculo
hermenéutico que forma una ideología incuestionable.
Esta alimentación mutua se da en todas las formulaciones ideológicas que se
justifican a sí mismas, como sucedió con la ideología de la tecnología en los
años sesenta donde la tecnología apoyada en la ciencia le otorgaba a la ciencia
un peso moral que ésta no tenía, hasta que la tecnología llevaba a la práctica o
ponía en ejecución los principios especulativos de aquélla.
Se necesita entonces un gran quiebre, una gran eclosión, el surgimiento de una
gran contradicción para poder quebrar esta mutua alimentación. Mutatis mutandi,
Thomas Khun hablaba de quiebre de los paradigmas, claro que no para hablar de
este tema, sino para explicar la estructura de las revoluciones científicas.
Los derechos humanos tal como están planteados hoy por los gobiernos
progresistas están mostrando de manera elocuente que comienzan a "hacer agua", a
entrar en contradicciones serias.
En primer lugar estos derechos humanos de segunda o tercera generación han
dejado o han perdido su fundamento en la inherencia a la persona humana para ser
establecidos por consenso. Consenso de los lobbies o grupos de poder que son los
únicos que consensuan, pues los pueblos eligen y se manifiestan por sí o por no.
Aut-Aut, Liberación o dependencia, Patria o colonia, etc. Es por eso que hoy se
multiplican por cientos: derecho al aborto, al matrimonio gay, a la eutanasia,
derecho a la memoria por sobre la historia, a la protección a las jaurías de
perros que por los campos matan las ovejas a diestra y siniestra (en la ciudad
de La Paz- Bolivia hay 60.000 perros sueltos) . Cientos de derechos que se
sumaron a los de primera generación: a la vida, al trabajo, a la libertad de
expresión, a la vivienda, al retiro digno, a la niñez inocente y feliz, etc.
Ese amasijo de derechos multiplicados ha hecho que todo el discurso político
"progre" sea inagotable. Durante horas pueden hablar Zapatero y cualquiera de su
familia de ideas sin entrar en contradicciones manifiestas y, por supuesto, sin
dejar de estar ubicado siempre en la vanguardia. La vanguardia es su método.
Pero cuando bajamos a la realidad, a la dura realidad de la vida cotidiana de
los ciudadanos de a pié de las grandes ciudades nos encontramos con la primera
gran contradicción: Estos derechos humanos, proclamados hasta el hartazgo, no
llegan al ciudadano. No los puede disfrutar, no nos puede ejercer.
El ciudadano medio hoy en Buenos Aires no puede viajar en colectivo (bus) porque
no tiene monedas, es esclavizado a largas colas para conseguirlas. Es sometido
al robo diario y constante. Viaja en trenes desde los suburbios al centro como
res, amontonado como bosta de cojudo. Las mujeres son vejadas en su dignidad por
el manoseo que reciben. Los pibes de la calle y los peatones sometidos al mal
humor de los automovilistas (hay 8000 muertes por año). Llevamos el record de
asesinatos, alrededor de 12.000 al año. Los pobres se la rebuscan como gato
entre la leña juntando cartón y viviendo en casas ocupadas en donde todo es
destrucción. Quebrado el sistema sanitario la automedicación se compra, no ya en
las farmacias, sino en los kioscos de cigarrillos. El paco y la droga al orden
del día se lleva nuestros mejores hijos, mientras que la educación brilla por su
ausencia con la falta de clases (los pibes tienen menos de 150 días al año).
Siguiendo estos pocos ejemplos que pusimos nos preguntamos y preguntamos ¿Dónde
están los derechos humanos a la libre circulación, a la seguridad, a la
dignidad, a la vida, al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la moralidad
pública, a los 180 días de clases que fija la ley?.No están ni realizados ni
plasmados y no tienen ninguna funcionalidad político social como deberían tener.
Así los derechos humanos en los gobiernos progresistas son derechos "declamados"
no realizados. Es que este tipo de gobiernos no gobiernan sino que simplemente
administran los conflictos, no los resuelven.
En este caso específico que tratamos aquí los derechos ciudadanos mínimos han
sido lisa y llanamente conculcados. La dura realidad de la vida así nos lo
muestra, y el que no lo quiera ver es porque simplemente mira pero no ve.
La gran contradicción de lo políticamente correcto en su anclaje con los
derechos humanos en su versión ideológica es que estos por su imposibilidad de
aplicación han quedado reducidos a nivel de simulacro. Hoy gobernar es simular.
Y acá surge la paradoja que en nombre de una multiplicidad infinita de derechos
humanos, estos mismos derechos de segunda o tercera generación han tornado
irrealizables los sanos y loables derechos humanos del 48 que tenían su
fundamento en las necesidades prioritarias de la naturaleza humana. Han venido a
ser como el perro del hortelano que no come ni deja comer. Todo esto tiene solo
una víctima, los pueblos, las masas populares que padecen el ideologismo de los
ilustrados "progres" que los gobiernan.
Un ejemplo final lo dice todo: año1826, primer presidente argentino González
Rivadavia, un afrancesado en todo menos en la jeta de mulato resentido, alumbró
14 cuadras de la aldea que era Buenos Aires, en la cuadra 15 los perros
cimarrones se comían a los viandantes. Siempre el carro delante del caballo.