Argentina, la
lucha continua....
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Silencio: Campo de Concentración
En el Policlínico Alejandro Posadas funcionó durante la última dictadura militar un centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Esa tecnología represiva- sumada a detenciones y listas negras- convirtió al centro de salud en un lugar de horror y muerte.
Por ANRed - T
Durante
la última dictadura militar en la Argentina emergieron centenares de centros
clandestinos de detención en los que se secuestró, se torturó y desapareció a 30
mil personas. "En general, funcionaban disimulados dentro de una dependencia
militar o policial. A pesar de que se sabía de su existencia, los movimientos de
las patotas se trataban de disimular como parte de la dinámica ordinaria de
dichas instituciones", explica la politóloga Pilar Calveiro, sobreviviente
de los campos de concentración de la Aeronáutica y la Armada.
En algunos casos, la realidad superó ampliamente a la imaginación más atrevida.
Escuelas y hospitales se erigieron en verdaderos campos del horror. Operativos a
plena luz, detenciones en las salas del nosocomio, aulas convertidas en salas de
tortura trazaban un mapa en el que se advertía la convivencia con la parálisis y
el terror. "La Aeronáutica hizo funcionar un centro clandestino de detención
en el policlínico Alejandro Posadas. Los movimientos ocurrían a la vista tanto
de los empleados como de las personas que se atendían en el establecimiento,
'ocasionando un terror que provocó el silencio de todos'", reconstruye la
autora de
Poder y desaparición.
El poder desaparecedor no se mostró reticente a convertir a la totalidad del
territorio argentino en un verdadero campo de concentración, es decir, no dudó
en emplear espacios que habían sabido cumplir una función social en lugares para
la opresión y el disciplinamiento del cuerpo social.
"Las tres Armas asumieron la responsabilidad política del proyecto de
salvataje. Ahora sí, producirían todos los cambios necesarios para hacer de la
Argentina otro país. Para ello, era necesario emprender una operación de
"cirugía mayor", así la llamaron. Los campos de concentración fueron el
quirófano donde se llevó a cabo esa cirugía- no es casualidad que se llamara
quirófanos a las salas de tortura-; también fueron, sin duda, el campo de prueba
de una nueva sociedad ordenada, controlada, aterrada", resume en
Poder y desaparición la politóloga Pilar Calveiro.
El experimento genocida en el hospital de Haedo Norte se llevó adelante entre
1976 y 1977. El Estado adoptó una metodología dual: por un lado, desplegaba su
aparato represivo ferozmente contra los trabajadores y vecinos de los barrios
cercanos y, por otro, mantenía en pie la asistencia sanitaria. En un mismo sitio
se torturaba y ejecutaba pero, también, se cuidaba y daba vida.
"Un hospital que había nacido- afirma en los autos de procesamiento el
juez Daniel Rafecas, a cargo de la instrucción de la causa por los crímenes
cometidos en ese centro de salud- y se había edificado sobre las bases de una
institución cuya idea fue llegar con su servicio a lugares carentes de una
suficiente cobertura médica y otros servicios asistenciales básicos fue socavado
por el terror que no sólo tuvo por destinatarios a sus profesionales y demás
empleados, sino que incluso fueron los propios pacientes quienes como testigos
pasivos de los hechos debieron vivenciar el accionar abusivo".
Como remarca el magistrado a cargo de la investigación, la metodología
implementada en el predio del Policlínico Posadas está en plena consonancia con
el objetivo genocida de la última dictadura: la destrucción de las relaciones
sociales de autonomía y de cooperación. Si antes los trabajadores del hospital
habían decidido que el rol social que le correspondía a esa institución era
salir a los barrios, la decisión de los militares y de quienes los apoyaban fue
cerrar las puertas del hospital, marcando con sangre qué le podría pasar a quien
no estuviera dispuesto a obedecer ese mandato. Un centro de torturas y muerte
ubicado en un chalet que se percibe desde la entrada era más que elocuente como
mensaje. Trabajadores y trabajadoras que eran incluidos en listas, cargados en
celulares policiales y desaparecidos se convirtieron en elementos demasiado
aleccionadores.
La Prensa y la ocupación del Posadas
El ex presidente Reynaldo Benito Bignone fue quien tuvo a su cargo la toma
del hospital Posadas, operativo que se llevó adelante el 28 de marzo de 1976 a
la madrugada. El militar no dudó en alegar que la embestida era parte de la
denominada "lucha antisubversiva". Los medios, por supuesto, tampoco lo
objetaron.
En una editorial del 7 de abril de ese mismo año, el matutino La Prensa
catalogaba al Posadas como un "reducto subversivo" que "estuvo dedicado a
prestar auxilio a terroristas heridos en encuentros con las fuerzas del orden y
militares". Asimismo, el diario fundado en 1869 renegaba de la apertura a la
comunidad que había sabido mantener el policlínico. "Durante los 34 meses que
nos separan de 25 de mayo de 1973 un hospital sostenido por recursos del Estado
estuvo al servicio de organizaciones sediciosas que atentaron contra el orden
público y las fuerzas encargadas de resguardarlo. Médicos y enfermeros pudieron
actuar impunemente durante lapso tan prolongado, amparados en los cargos e
investiduras", arreglaba La Prensa viejas cuentas pendientes con el gobierno
peronista.
A pesar de la campaña montada por los represores y los medios de comunicación,
nunca se pudo probar actividad alguna por parte de las organizaciones
revolucionarias dentro del hospital Posadas. Tal como afirmaba Página/12 en
noviembre de 2007, documentos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército
dejan en evidencia que los espías no pudieron hallar elementos que les
permitieran establecer que allí funcionó un "aguantadero".