Argentina, la
lucha continua....
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Catastrofismo de derechas
Ezequiel Meler
"Los catastrofistas establecen una relación directa entre el derrumbe [del
capitalismo] y la revolución social, desvalorizando la importancia de las
condiciones propicias o adversas para esta acción. [...] Los catastrofistas
presentan escenarios políticos apocalípticos al aplicar indiscriminadamente
categorías de la revolución, que fueron concebidas para situaciones muy
específicas. Su expectativa en revoluciones inminentes precipitadas por
catástrofes financieras es incompatible con el reconocimiento de las reformas
sociales."
Claudio Katz, "Los efectos del dogmatismo".
Hasta la Primera Guerra Mundial, la interpretación ortodoxa predominante de la
obra de Marx postulaba que el capitalismo, como modo de producción, estaba
condicionado y se agotaría, como producto de sus propias contradicciones, en el
marco de una apocalíptica crisis final. Dicha crisis sería, desde luego, la
señal para la insurrección obrera.
Y no faltaron, ciertamente, oportunidades para probar la teoría. Las
consecuencias de la contienda bélica, la depresión económica de los años
treinta, la Segunda Guerra Mundial… Sin embargo, las estrategias socialistas
dirigidas exclusivamente a capitalizar -con perdón de la expresión- dichas
coyunturas fracasaron una y otra vez.
Finalmente, el catastrofismo fue gradualmente abandonado como estrategia, a
medida que la regulación estatal del "bienestar" demostraba la versatilidad del
capitalismo como modo de producción. Otros teóricos, como Antonio Gramsci, se
preocuparon entonces por analizar las dificultades inherentes a la concepción
marxista de la toma del poder, enfatizando la importancia de las relaciones de
fuerza y la centralidad de la cultura en la construcción de formas consensuales
de dominio.
Hoy, al menos en el campo de la izquierda política mundial, el catastrofismo es
el refugio de un puñado de incapaces, que esperan que se caiga el mundo para
tomar lo que, según creen, les corresponde. Goza, ciertamente, de algún adepto
en la cultura de izquierda vernácula, pero ya no es otra cosa que un resabio del
pasado -uno, por cierto, lo bastante viejo como para ser olvidado-.
Distinta suerte ha corrido esta concepción / estrategia en las filas de la
derecha, económica, política y social. En primer lugar, porque en sus filas se
cuentan los agentes económicos capaces de morigerar o profundizar los
cataclismos económicos y sociales. En segundo lugar, porque poseen en todo
momento la confianza que les brinda el control hegemónico de la maquinaria de
guerra cultural.
Un caso típico, en este sentido, pudo verse en Venezuela, en la estrategia de
desestabilización plasmada en la huelga petrolera lanzada por los directivos de
PDVSA, allá por 2002, en consonancia con los principales partidos de oposición y
las cámaras empresarias. Otro caso de este tipo acaeció en Argentina el año
pasado, durante el lock out de las cuatro principales corporaciones que
aglutinan a los propietarios del suelo.
En ambos casos, si bien los respectivos gobiernos sobrevivieron, lo hicieron
sacrificando altos niveles de capital político. No obstante, en el caso
argentino, esto abrió una chance concreta de cerrar el ciclo de reformas abierto
en 2003 por vías institucionales. Tal vez por eso, en estos días, las
principales corporaciones trataron de llegar a algún entendimiento, mientras los
principales referentes de la oposición anunciaban terribles tempestades.
¿A qué se debe este cambio de posiciones? Esencialmente, a que el embate frontal
del año pasado, en lo referente a sus objetivos de máxima, fracasó. Carrió pasó
todo el año anunciando el inminente Apocalipsis, y todo lo que logró lo que
Cobos pudo hacer desde su lugar institucional. El gobierno, pese a la merma de
su base electoral, sorteó razonablemente bien la prueba de fuerza corporativa.
Pero el escenario de la crisis internacional parece, en cambio, sumamente
prometedor para una oposición partidaria refugiada en su discurso antipolítico y
antiestatal, que no puede salir de su crónica dispersión y carece de propuestas
positivas. Sus dificultades para alcanzar formas de unidad electoralmente
competitivas pueden mejorar únicamente si el impacto de la debacle económica
mundial en curso golpea fuertemente al Río de la Plata. La pobreza de sus
propuestas importará menos si el gobierno se muestra incapaz de controlar la
economía. Ya lo habíamos anunciado, aquí mismo: la oposición argentina,
corporativa, mediática y partidaria, juega todas sus fichas a la debacle del
país.
Ojalá que no lo logren, por el bien de los argentinos.
http://ezequielmeler.wordpress.com/2009/02/19/catastrofismo-de-derechas/