La nena tenía quince meses. Murió como consecuencia de la aplicación de una
vacuna experimental aplicada por médicos de la provincia de Santiago del Estero,
pagados por una multinacional. Sin esos pediatras sería imposible que los bebés
sean cobayos de laboratorio. Son los profesionales los encargados de convencer a
los padres para que se sometan a la demostración.
Doctores que trabajan en hospitales públicos y que, por lo tanto, reclutan hijas
e hijos del pueblo más necesitado, más empobrecido. No hay posibilidad de no
pensar en la manipulación de las necesidades materiales del grueso de la
población que concurre a los efectores públicos de una de las provincias más
ultrajadas en la historia argentina
La nena de quince meses que murió a fines de enero de 2009 no es la primera
víctima de la impunidad con que gozan estos pediatras que deshonran la profesión
y los laboratorios multinacionales que alientan el llamado protocolo Compas.
Daños colaterales, argumentarán desde las corporaciones.
Argumentos desquiciados de cronistas tirabombas.
No. Nada de eso. Las nenas y los nenes se mueren mientras el Compas sigue
avanzando sobre los cuerpos de los más empobrecidos gracias a la complicidad de
médicos pediatras, la vista gorda de los distintos estados y el poder económico
de las multinacionales de los remedios. No es una película de ciencia ficción.
Resulta la consecuencia feroz de una real dependencia que convierte en ficción
el supuesto estatuto de nación libre sobre la faz de la Tierra.
Desde la segunda mitad del año 2007, sacerdotes, médicos y familiares denuncian
la muerte de bebés sometidos a este experimento.
La información dice que María Virgina Giorgia, con el patrocinio de José
Herrera, formuló el pedido de investigación en el Juzgado del Crimen de Cuarta
Nominación a cargo del juez Ramón Tarchini Saavedra, luego de que el 24 de enero
falleciera su hija al presentar un paro cardiorresporatorio, en el Hospital de
Niños Eva Perón de la capital santiagueña. Es el tercer caso que llega a los
tribunales provinciales. Pero el número de chicos muertos ya se aproxima a los
veinte en todos estos años de libre disponibilidad sobre los cuerpitos de los
más necesitados. El proyecto Compas es, según sus promotores, una vacuna contra
la bacteria del neumococo.
El relato de la mujer, en realidad, habla de otras cuestiones: "En enero de 2008
dos asistentes sociales fueron a visitarla a su casa, en el barrio Colón, y le
recomendaron que vacunase a su hija contra la neumonía y la meningitis. Allí, le
indicaron que debía llevar a su hija a la Unidad Primaria de la Salud Nº 6, en
el barrio Smata, para poder recibir la vacunación, al tiempo que le hicieron
firmar en presencia de otra madre cuyo hijo también había recibido la medicación
una serie de planillas 'sin leer el contenido' de las mismas. Según dijo Giorgia,
luego de la segunda dosis 'surgieron problemas bronquiales' y pese a que estaba
bajo tratamiento el cuadro 'se complicó cada día más' luego de recibir, en
total, cuatro vacunas. El 21 de enero, la mujer llevó a su hija al Hospital Eva
Perón porque estaba con fiebre y granos en la piel. Los médicos que la
atendieron le diagnosticaron varicela, pero como seguía con fiebre elevada dos
días después volvió al centro asistencial y le dieron un inyectable para
enviarla a su hogar. Finalmente, el sábado 24 por la mañana regresó porque la
niña 'estaba morada, no podía mover la pierna donde le habían colocado la
inyección y tenía dificultad para respirar', apuntaron los medios periodísticos.
En el país que sufre la ficción de creer ser independiente, los laboratorios
multinacionales experimentan con sus bebés sin que ningún sector de poder les
impida semejante desprecio por la vida de sus hijos. El proyecto Compas sigue
adelante y su avance se mide en muertes de bebés de quince meses.