Argentina, la
lucha continua....
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Algo, cualquier cosa
Claudia Cesaroni
APE
"El campo es el espacio que se abre cuando el estado de excepci�n comienza a
devenir la regla"
(Giorgio Agamben, �Qu� es un campo?)
El discurso es recurrente: "No se puede vivir". "No podemos seguir as�". "Nos
matan por 20 pesos".
Acto seguido, se reclama: "Que (la hiena, la yegua, esa que tenemos de
presidenta) haga algo, lo que sea".
Luego se explicitan las medidas concretas: pena de muerte, encierro eterno, baja
de edad de imputabilidad a los 10 a�os, m�s polic�a, m�s gendarmer�a y si es
posible, fuerzas armadas en la calle.
Cuando se sostiene que se puede hacer cualquier cosa, porque una situaci�n
supuestamente insostenible as� lo reclama, estamos a un paso del estado de
excepci�n. Y cuando se habla de excepcionalidad, acto seguido se plantean
medidas que, con el argumento de combatir a un enemigo, se llevan por delante
derechos elementales.
Algunos se acuerdan porque lo vivieron, otros porque lo leyeron. Para quienes no
lo hayan vivido ni lo hayan le�do, basta ir a una biblioteca y revisar diarios
viejos. En el verano de 1976, el discurso era semejante: "As� no se puede
seguir". "Sal�s a la calle y te matan". "Que alguien haga algo, lo que sea".
Poco despu�s, el 24 de marzo, vino el golpe.
En ese entonces, el enemigo eran los subversivos, y quienes ven�an a salvar a la
sociedad eran los militares.
Ahora, el enemigo son los delincuentes, y a quien se le pide intervenci�n es a
la polic�a, a la que el gobernador Scioli convoca a "recuperar la calle"; y a
las dem�s fuerzas de seguridad.
En uno y otro caso, a los que se define como enemigos se les quitan todos sus
atributos de humanidad. Se habla hoy de los delincuentes como entonces se
hablaba de los subversivos: no tienen sentimientos, son hienas, bestias,
monstruos asesinos.
El que no tiene humanidad, no es persona. Por eso, se lo puede picanear y
tirarlo de un avi�n. O pegarle hasta que desfallezca, someterlo a submarinos
secos y h�medos, o encerrarlo por d�cadas. No sufre, no padece. Una parte de la
sociedad cree que se salva a s� misma entregando la vida, la libertad y los
derechos de otra parte de la sociedad, formada por los que percibe como ajenos,
como otros. No ve -porque no puede, o porque no quiere, enceguecida por el
discurso que le machacan d�a y noche- que la tragedia de esos otros la va a
alcanzar tambi�n a ella m�s temprano que tarde.
En esta visi�n, quienes rozan la definici�n de enemigo, les pase lo que les
pase, no son reconocidos como v�ctimas. Luciano Nahuel Arruga, por ejemplo. Un
adolescente de 17 a�os que est� desaparecido desde hace diez meses. Como es
pobre, morocho, y alguna vez fue detenido por la polic�a, no parece ser
considerado como v�ctima, no aparece su foto en la televisi�n, el gobernador
Scioli no recibe a su familia. Los polic�as denunciados en su desaparici�n son
restituidos en sus puestos. Una testigo de la causa es detenida y torturada, sin
esc�ndalo alguno.
Esta sociedad debe preguntarse si volver� a aceptar para algunos de sus
integrantes un destino de campo de concentraci�n, porque aunque se convierta a
la ESMA en un museo, la aplicaci�n sistem�tica de la tortura, los barrios
cercados por la Gendarmer�a, los operativos policiales televisados, las
detenciones masivas y la desaparici�n de Luciano son tr�gicos ejemplos de que lo
que la ESMA significa contin�a brutalmente vigente.