Argentina, la
lucha continua....
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La Constituyente Social
Carlos Rivera Lugo
Claridad
Lo que hace verdaderamente revolucionaria esta nueva era en la que habitamos
es que se ha puesto sobre el tapete la posibilidad de la democracia de lo común.
Me refiero al despertar de la potencialidad de la gobernanza constituyente de
una verdadera democracia desde ese pueblo que hasta ahora ha estado
relativamente ausente de los procesos políticos en muchas de nuestras
sociedades.
Contrario a la estreñida versión liberal o neoliberal de la sociedad democrática
como el gobierno de las elites económicas y políticas, este nuevo siglo se ha
caracterizado, sobre todo en Nuestra América, por la progresiva materialización
de unos procesos democráticos que no se reducen al mero voto cada tantos años,
sino que se encarnan en el acto de decidir, como acto soberano común, sobre lo
concreto en nuestras vidas cotidianas, tanto en lo individual y en lo colectivo.
Quién decide y determina sobre lo concreto en nuestro diario vivir, en sus
diversas dimensiones políticas, económicas y sociales, es quien realmente
gobierna, es efectivamente el soberano.
Y para que la democracia sea efectivamente la gobernanza del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo, tiene que forjarse una voluntad constituyente que desde
la multiplicidad de voces y fuerzas que es la sociedad contemporánea, se
represente de aquí en adelante a sí misma, instituyendo esta nueva democracia de
lo común más allá de los límites históricos de lo privado (el mercado) y lo
público (el Estado) como canales exclusivos de su autodeterminación.
La decisión soberana de lo común por necesidad trasciende incluso el marco
estrecho y agotado de la legalidad capitalista vigente. El Estado liberal o
neoliberal, en cualesquiera de sus formas, está ya incapacitado para ofrecer un
gobierno adecuado o efectivo de lo concreto. De ahí que el poder constituyente
de la nueva gobernanza democrática debe crear un nuevo Derecho a partir de los
propios actos del soberano popular. En éstos es que radica de hecho la
Constitución material de lo nuevo. En ello radica precisamente la condición de
soberano del pueblo: la autoridad para decidir incluso más allá del Estado de
Derecho vigente.
En esta nueva praxis de la libertad es que radica la fuerza revolucionaria y
fundacional de esta nueva voluntad constituyente, como bien lo ejemplifican los
casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Haber aspirado a potenciar dicha voluntad
constituyente en Honduras, fue el gran motivo tras el golpe cívico-militar y la
institución de un régimen de facto que, con la complicidad de Washington,
pretende aplastar a la fuerza todo asomo de constitución material de otra
sociedad a partir de la amplia y férrea resistencia con que se ha confrontado.
Otra expresión de dicha voluntad constituyente la vemos hoy en Argentina, ante
el desencanto que crecientemente se generaliza con un estado de cosas para el
cual ya no se ve otra alternativa que el de la institución de una gobernanza
democrática desde el soberano popular. Se trata de la convocatoria hecha en
julio pasado a una Constituyente Social, desde la provincia de Jujuy, por una
constelación de movimientos sociales y culturales, organizaciones sindicales,
agrupaciones campesinas, gremios agrarios, asociaciones de pequeños y medianos
empresarios, y comunidades aborígenes, entre otros. Se han pautado una serie de
asambleas y reuniones a través de toda la geografía del país para culminar el
próximo año 2010 en la concreción de la propuesta Constituyente Social.
Según declaran sus organizadores, a Argentina se le gobierna hoy a partir de un
orden constitucional que emergió del llamado Consenso neoliberal de Washington y
un pacto suscrito por las elites políticas y económicas actuales: "A partir de
esa Constitución se ha construido una legalidad que vulnera los legítimos
derechos de nuestro pueblo. En este país, pensado y estructurado para que un
tercio de su población viva en la riqueza y dos tercios queden condenados a la
marginalidad, la lucha por la universalidad de los derechos es una tarea
urgente. Poner en discusión la legalidad vigente y pensar una Constituyente
Social es decidirse a contactar y vincular las miles de voluntades que se
preocupan y organizan cotidianamente en pos de la defensa de la soberanía
alimentaria, la soberanía energética, del destino y usufructo de nuestros
recursos naturales. Es abrir una agenda para discutir una reforma agraria
integral, la propiedad de la tierra, el cuidado del medio ambiente, la
industrialización del país, la generación de trabajo genuino y la promoción de
la cultura popular. Es confluir con todos quienes reclamamos que la salud, la
educación y la vivienda sean derechos sociales plenos. Todas ellas ideas motoras
que nos ponen en la misma senda de países hermanos de América Latina, como
Bolivia, Ecuador y Venezuela. En síntesis, necesitamos construir capacidad,
atributos y unidad para poder aportar a un nuevo movimiento histórico que
definitivamente conquiste la equidad, la justicia y la felicidad para las
mayorías históricamente postergadas en nuestra Patria".
La Constituyente Social se propone como un proyecto de gobernanza democrática
alternativa con tres pilares: una equitativa distribución de la riqueza que
supere las criminales desigualdades actuales; la afirmación de la soberanía del
pueblo argentino para que éste decida sobre todos los asuntos fundamentales del
país; y la constitución de una democracia participativa que supere la actual
crisis de representación que aqueja al proceso político argentino. Sobre este
último punto, dice la declaración fundacional de la Constituyente Social: "Una
justa distribución de la riqueza y un ejercicio cotidiano de soberanía popular
sobre los recursos naturales, el medio ambiente y el hábitat sólo son posibles
en el marco de una transformación estructural en los modos de hacer política. Se
trata de impulsar un proceso integral de Democracia Participativa, en la que los
ciudadanos, las organizaciones sociales y todas las representaciones sociales
estemos articulados en una nueva institucionalidad. Un modo de entender lo
público, lo comunitario y lo estatal que supere la cultura de la delegación y
promueva el compromiso cotidiano de los ciudadanos en la construcción del
destino común, y no solamente en la elección de candidatos institucionales y
partidarios".
Según el Premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, la Constituyente Social
surge como un instrumento necesario "para poder profundizar en lo que son los
objetivos de un país" y articular un "proyecto de país" desde el cual abordar
los diversos aspectos del modo de vida actual de los argentinos.
Por su parte, el economista argentino Julio Gambina insiste en que de lo que se
trata es de "pensar en un camino propio desde los sectores perjudicados" por el
sistema capitalista, que emprenda la construcción de una alternativa a dicho
sistema. "Hay que generar condiciones de participación popular para transformar
las decisiones económicas, por eso es necesario el desarrollo de una
alternativa, incluso no-capitalista", señala.
Gambina abunda que "en Venezuela se habla de socialismo del siglo XXI, en
Ecuador también…En Bolivia se habla del ‘buen vivir’ no asociado al consumo
suntuoso sino vinculado a la calidad de vida para la totalidad de la población,
con satisfacción de los derechos esenciales". Ahora bien, advierte que los
procesos políticos y sociales tienen una dinámica social propia. No se trata de
propiciar formas organizativas pasadas que desemboquen en la organización de un
nuevo partido, un partido más: "La alternativa no es un tema de partido para una
elección sino una concepción y construcción de otro orden económico, social,
cultural", desde un espacio social y político abierto que incorpore las
distintas fuerzas vivas de la sociedad civil, desde sus respectivos espacios y
experiencias de autodeterminación.
"Sólo el pueblo salvará al pueblo" reza con gran acierto una de las consignas de
la Constituyente Social. Y se salva desde sí mismo.
Carlos Rivera Lugo es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado
en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es,
además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario
puertorriqueño "Claridad".