Argentina, la
lucha continua....
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Aparato represivo, policías y detenciones arbitrarias en Córdoba
Ximena Cabral
PRENSA RED
Otro caso de abuso policial fue denunciado días atrás. "Mirá, la policía de
Córdoba somos distinta al del resto del país ¿entendés? Acá hay cosas que no
funcionan, acá la cosa es distinta, aprendelo" le dijo el guardia que tenia
esposado y golpeaba a uno de los detenidos que, justamente, es abogado de
derechos humanos. Qué queda para los jóvenes pobres que no pueden siquiera
pensar en bajar al centro. (Ver video).
Fue en barrio Güemes cuando caía la tarde y había un grupo de jóvenes reunidos.
Allí, irrumpe una Cap alegando "control de rutina" y el procedimiento vuelve a
repetirse: cuerpos ajustados contra la pared, bastones largos, insultos y otros
atropellos.
Lo sucedido el miércoles permite ir ensamblando distintos hechos. Permite otra
vez advertir sobre las prácticas de la policía y volver a recordar su lugar
dentro del aparato represivo en un sistema donde cada vez hay más pobres y más
necesidad de salir a la calle para protestar, para mostrar, para expresar cuando
las condiciones de vida son atravesadas por la precariedad, el dolor y la
sensación de impotencia.
Ese miércoles, justamente, están reunidos los colectivos "Güemes", "La Lonja",
"Biblioteca Popular Bella Vista" y otras organizaciones barriales y
estudiantiles para organizar un escrache a la Comisaría 10º. Flores blancas de
papel con el poema "Cultivo una rosa blanca" de Martí, junto a una declaración
en contra del abuso policial, eran parte de las intervenciones que se proponen
cuando irrumpe el primer móvil y los pone "contra la pared".
Sombríos
La policía de Córdoba es distinta a la del resto del país, le aclaraba. El cabo
tiene razón. Justamente en estas semanas, en nuestra ciudad están declarando
parte de aquellos policías y víctimas del Terrorismo de Estado y que fueron
marcando eso "distinto" de la policía del resto del país. En estos días, se
completaron los testimonios de la causa Morales y comenzó la de Moyano, los que
junto a Albareda integran el caratulado Menéndez II y donde van recorriendo los
hechos sufridos por nueve sobrevivientes del terrorismo de Estado: las
detenciones ilegales, el encierro clandestino en el D2 y las torturas
perpetradas por las fuerzas policiales.
"Uno entra en un lugar de esos y casi ni miraba. Yo sabia donde entraba. Sabia
que era eso, donde estaba. Uno sabia que era eso, era el D2, un lugar sombrío
(…) salen a chupar gente, era una conversación de todos los días" explicaba
Ernesto Albareda, ex policía y hermano de la victima, en la segunda semana del
juicio. Lo que irían mostrando los testimonios es que ni las detenciones
ilegales, ni las torturas ni las formas de encierro eran "un exceso", sino parte
de una maquinaria represiva.
Después de 33 años –y esto es un proceso que se inicia antes con las prácticas
de la triple A- no están enjuiciados ni condenados, los "ejecutantes" del terror
están diseminados en las fuerzas y en los servicios de seguridad por un lado.
Pero por el otro, es desde la ingeniería estatal donde se siguen sosteniendo
prácticas arbitrarias de "asignación de delitos" sobre ciertos sectores de la
población. El Estado refuerza su brazo punitivo y Córdoba en esto esta al
frente: mas móviles, mas Caps, mas botas y la instrumentación cada vez mas
abusiva del Código de Faltas donde bajo la figura del merodeo o la negativa a la
identificación cualquiera puede ser puesto "de cara a la pared".
Estar en la calle
La calle es el lugar de la peligrosidad para ciertas poblaciones. Allí, ese
miércoles 11 de noviembre estaban reunidos para preparar la "marcha de la gorra"
-movilización que realizan en Córdoba algunos colectivos para denunciar las
detenciones arbitrarias a los jóvenes-. Justo en ese momento, irrumpen móviles
de la CAP, uno de los abogados de DDHH allí presente les pregunta la causa del
operativo y la furia empieza a desplegarse. El abogado intenta presentarse, pide
identificaciones; el cabo se pone peor. Llama refuerzos. En solo unos minutos,
la zona rodeada de móviles, balas, itacas y gritos.
Una vez llegados a la décima, la violencia no merma: "¡¿Querés mirar?!, ¡date
vuelta entonces! (…) "¿querés mirar?, bueno, mirá, mirá bien esta carita,
recordala, porque cuando me cruces en la calle voy a ver si aprendiste, vas a
ver ahí quien manda, vos andás por la zona y yo también, acordate bien esta
carita porque te voy a recordar quién manda cada vez que te cruce"" recuerda el
abogado detenido mientras narra el fallido cabezazo en la nariz, los rodillazos
al estómago y las trompadas a la cara, a la cabeza entremezclado con algunos
insultos "que te pasa putito", y todo tipo de gestualidad para amedrentar. La
violencia y la necesidad de instaurar el sometimiento vuelven a ser las
prácticas de esa detención.
Al mismo tiempo, el lugar donde los trasladan ya se constituye en un icono de la
represión. En enero se cumplen 10 años de la muerte de 5 chicos detenidos por
que a l producirse un incendio en la celda. Los policías no abrieron la jaula.
En ese mismo centro de detenciones asesinaron, en el año 2000, a siete jóvenes
que estaban detenidos,. A algunos los asfixiaron, a otros los quemaron como
respuesta a una protesta por mejores condiciones de detención, convirtiéndose en
un centro de torturas, como denuncian en un comunicado desde la Biblioteca
Popular Bella Vista
Esta es la segunda vez que en esa comisaría se detiene a un abogado en este
año.
El circular, el trasladarse, el recorrer, el ejercer el derecho a la protestas a
la expresión parece imposibilitado para ciertas clases y sectores. Este acceso
restringido opera vía una criminalización de la protesta social con la pobreza.
La calle aparece abarrotada, los barrios sectorizados, e instrumentos que
posibilitan el control absoluto del espacio y de los cuerpos que pasan y los que
no. Aquí el Código de Faltas, es eso que permite que "la policía de acá no es
como la de otra parte", que si bien no implica que tengan otra tipo de lógicas
si permite la impunidad mas descarada y erguirse como el lugar del "desembarco"
del Manhatan Institute. Otra vez, la geopolítica de la "seguridad".
Otra vez, las retóricas del miedo apuntan balas y golpes al mismo lugar. Y son
ciertas lógicas sumadas a ciertas prácticas transmitidas "en cotidiano" o de
"generación a generación" que muestran los alertas que urgen ser atendidos.
Braman desde tiempo atrás.