Argentina, la
lucha continua....
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Feroz embestida de los "gordos" contra la libertad gremial
Eduardo Lucita
La Arena
¿Fue realmente un exabrupto de alguien a quién le atrasa el reloj? ¿Será que el
Alzheimer le jugó una mala pasada? ¿O tal vez una reacción sincera de quien
siente que el piso se está moviendo?
Las declaraciones del dirigente sindical metalúrgico Juan Belén, que por si
fuera poco es también secretario adjunto de la CGT, impactaron en el mundo
sindical y político. No es para menos retrotrae a épocas anteriores que el
imaginario colectivo creía superadas. En una visión benévola puede pensarse que
han sido espontáneas, pero las repitió dos y hasta tres días después, y por otra
parte no puede obviarse que ese tipo de caracterizaciones forman parte del
acervo político-cultural histórico de la dirigencia sindical peronista de todos
los tiempos.
El conflicto de los trabajadores del subte resultó el precipitador de la
reacción, pero sin dudas hay algo más detrás de esto.
El caso del subte
A lo largo de los últimos años un recambio generacional coincidió con una
renovación del cuerpo de delegados en subterráneos, que triunfaron en sucesivas
elecciones internas donde la participación de los trabajadores era masiva y de
creciente apoyo a quienes sostenían una línea independiente del sindicato
oficial. Los nuevos delegados instalaron formas de participación y resolución
orientadas a la democratización de la toma de decisiones, incorporaron prácticas
asamblearias y otras formas de consulta a las bases, con las que lograron
conquistas sociales significativas. Hoy su representatividad es incuestionable.
Así lo han reconocido numerosas veces el Ministerio de Trabajo y la propia
Metrovías, negociando directamente con ellos sin participación del sindicato
oficial. Esta situación no podía menos que crear conflictos con una directiva
formada en las peores prácticas burocrático-autoritarias del modelo sindical
argentino. A mediados de diciembre pasado la UTA organizó la elección de
delegados modificando los criterios democráticos y convocándolas con escaso
tiempo de antelación. Los delegados llamaron a boicotear esas elecciones
amañadas. Resultado: la abstención llegó al 93 por ciento, y los trabajadores de
base no reconocen a los delegados burocráticos elegidos con el voto de casi
nadie.
Así planteadas las cosas los delegados reales llegaron a la conclusión que ya no
tenían espacio, que para defender sus logros y no retroceder en su concepción de
un sindicalismo democrático y participativo debían tener su propia organización.
Presentaron en tiempo y forma legal su pedido de reconocimiento formal para la
"Asociación Gremial de Trabajadores de Subtes y Premetro", se apoyan en la Ley
23.551 de Asociaciones Sindicales, en el convenio 98 de la OIT y en un reciente
fallo de la Corte Suprema sobre libertad de afiliación sindical. Sin embargo, lo
que es un simple trámite administrativo ha sido rechazado tres veces por el
Ministerio de Trabajo, obviamente presionado por la UTA y la propia CGT en
alianza con la empresa Metrovías. Así las cosas los paros son casi inevitables.
No es sólo el subte
Según un reciente artículo del departamento jurídico de la CTA son varios miles
las asociaciones gremiales que están reclamando su derecho al status de
"simplemente inscriptas" que les otorga la legislación vigente, y por el cual
pueden elegir delegados y tener tutela sindical, lo mismo que, como primer paso,
reclaman los trabajadores del subte con su AGTSyP. Se comprende así por qué la
embestida contra la "zurda loca", que engloba también a la CTA y la vincula con
la Cuarta Internacional, organización de reconocida raíz trostkista. Es que la
central alternativa es la principal impulsora de nuevos sindicatos. Pero no sólo
eso, Belén se dirigió "a todos los poderes, a todos" en una clara advertencia al
gobierno nacional y a los poderes judicial y legislativo.
Sus dichos replicaron en "la pesada de la UTA" que provocativamente coreaban en
las estaciones del subte "son los zurdos que no quieren trabajar" y fueron
acompañados por varios de los dirigentes llamados "gordos" y por toda la
dirección de la CGT. Una defensa corporativa de la desprestigiada dirigencia
sindical, cuyo poder se asienta en el sindicato único por rama de actividad.
Pero es también una reacción producto de su incapacidad de dar respuesta a los
problemas que plantea la crisis y frente a la cual aparece cada vez más alejada
de los intereses concretos de los trabajadores, como lo demuestra su actitud en
el conflicto de Kraft, pero no sólo en éste.
En este sentido el acto, convocado supuestamente en defensa de la
institucionalidad democrática y del gobierno, encerraba en realidad un acto
contra los propios trabajadores, contra las tendencias clasistas y
antiburocráticas que están surgiendo en numerosas fábricas y lugares de trabajo,
como contrapartida del extrañamiento y el desinterés de los dirigentes
sindicales históricos. El rápido levantamiento del acto, por expreso pedido de
la Presidenta de la Nación, puso en evidencia que el referente de esta
dirigencia sindical no es el movimiento obrero, no son sus afiliados, sino el
aparato estatal y la voluntad presidencial.
Un futuro conflictivo
Pero es también una actitud preventiva frente a lo que se ven venir frente al
alerta dado por la crema dirigencia empresarial en el reciente Coloquio de IDEA
en Mar del Plata. La principal conclusión del evento fue "lo peor de la crisis
ya pasó pero el problema son ahora los costos laborales". Preparan así el
terreno para su salida clásica: aumentar la productividad del trabajo. Los
empresarios ya no ponen en el centro de sus exigencias mayores prebendas
impositivas para invertir, tampoco devaluación, sí mantener congeladas las
paritarias y seguir disponiendo a voluntad de la fuerza de trabajo (entiéndase
menores salarios, extensión de la jornada, mayor intensidad del trabajo,
reducción de las plantillas y de la masa salarial).
Uno de los principales empresarios asistentes al evento respondió ante una
pregunta sobre la futura evolución de los precios "la inflación está bajando,
pero estamos en el 12 ó 14 por ciento, esto en un año recesivo, si el año
entrante crecemos al 3 por ciento la inflación va a crecer. Vemos un futuro de
mayor conflictividad social".
En su propio laberinto
En privado, funcionarios reconocen que la ley les da la razón a los delegados y
a la CTA, pero dicen que el gobierno no puede hacerla cumplir porque eso abriría
una crisis con la CGT que no está en condiciones de afrontar.
Así las cosas, la dirigencia de la CGT está embretada por el gobierno, que se
cobra con el compromiso de mantener la paz social; por el empresariado, del cual
por lo general son socios y que busca incrementar la explotación del trabajo y
por las bases obreras que ya comienzan a protestar por el deterioro de sus
salarios y que resisten despidos, suspensiones y cambios en las condiciones
laborales.
En este cuadro de situación las declaraciones de marras no son sólo expresión de
un pasado que no pasa, sino también una seria advertencia acerca de cómo se
preparan estos dirigentes a perpetuidad para un futuro que ya llegó.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).