Argentina, la
lucha continua....
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La calle
Daniel Cadabón
El escenario más novedoso y destacado de la situación política actual es la
evaluación, por parte del oficialismo, de la movilización popular como problema
político inmediato, alarmante y con efectos desestabilizadores. Esto, no deja de
ser uno de los problemas más interesantes y profundos de cualquier debate
social, ya que la ocupación de la calle compromete a todos los sectores
sociales.
Para el oficialismo, lo que le pone una cuota dramática al resto de su mandato
está dado por la forma en que evolucionen los hechos en la calle.
Sin duda, que un gobierno, que se considera asimismo como popular, empiece a
descubrir maniobras "desestabilizadoras" y se sienta amenazado por cada una de
las manifestaciones callejeras no deja de implicar de por si una definición
política concluyente cuyos resultados empiezan a aparecer evidentes.
La transición, entre la pasada tesis kirchnerista acerca de la concreción de un
frente "destituyente" de la derecha oligárquica, a la actual tesis de una
conspiración desestabilizante de la "zurda loca", debe someterse a análisis,
porque es el propio gobierno el que se encarga de definir la situación política
como una situación transicional.
Los medios burgueses, se encargan de hacer visible algo que ya se venía
anunciando desde hace bastante tiempo atrás -y que muy pocos habían tomado en
cuenta- a la izquierda del kirchnerismo hay un mundo y entonces se interrogan
desconcertados acerca de cómo hará el oficialismo para frenar el proceso "que lo
corre por izquierda".
Al peronismo, como un nuevo capricho de la historia, lo vuelven a sobrevolar los
viejos fantasmas del pasado, que creyó haber aniquilado por decreto
presidencial. Y sea porque son tiempos de farsa o sainete, hoy les toca defender
a los viejos derechistas y burocráticos dirigentes sindicales, a los imberbes
que ayer fueron echados de la plaza al grito de "que pasa general, que está
lleno de gorilas el gobierno popular".
La cerrada defensa de la burocracia sindical, realizada por la presidenta el
mismo día en que les solicitó suspender la marcha de la CGT en contra de los
trabajadores, es absolutamente reveladora de la orientación que el kirchnerismo
esta dispuesto a darle a los acontecimientos: el principal enemigo para el
gobierno popular, es la manifestación de las tendencias democráticas e
independientes que se viene dando en el seno de los sindicatos y en los lugares
de trabajo. Para el progresismo kirchnerista, la defensa de los Moyano, Caló,
Daer, Belén, es una prioridad, porque son estos sectores los que hacen potable
la gobernabilidad. Brillante e ilustrativo: la democracia burguesa se sustenta
en la capacidad de probados derechistas del campo sindical, los cuales tienen lo
más destacado de su currículo en las páginas dedicadas a su complicidad con los
golpes de estado y en la facilitación de identidades de luchadores obreros a los
esbirros de la dictadura, para defender su institucionalidad.
La institucionalidad kirchnerista depende entonces de un Juan Belén, adjunto de
la CGT y ahora famoso dirigente metalúrgico, que llamó a exorcizar nuevamente al
movimiento obrero de la "zurda loca y la cuarta internacional".
Belén, es un paradigma de estos pilares democráticos que sostienen a la
presidenta. El viejo burócrata, a poco de habérsele soltado la cadena, afirmó,
sin rectificar sus declaraciones, haberse sentido traicionado por su
"subconsciente" a la hora de hacer estas imputaciones en contra del cuerpo de
delegados del Sindicato del subte, la Comisión interna de Kraft-Terrabusi y los
maestros de la Ctera, tratando de dar una explicación psicopatológica a una
posición ideológica; por supuesto que nadie cree en semejante pose de
ingenuidad.
En realidad a Belén su "subconsciente" no lo traicionó, lo salvó.
Debe tenerse en cuenta que lo de "loca" siempre es más moderado que el "zurda de
mierda", viejo grito de guerra que los burócratas sindicales lanzan desde
siempre en contra de aquellos que demandan la democratización de los sindicatos.
Belén actúo de acuerdo a los tiempos que corren, tratando de amenazar con una
sonrisa en los labios.
Lo que es importante saber de esta anécdota, es que el "subconsciente" de los
Belén no se han "curado", en tiempos nacionales y populares, de la ideología de
la triple A y que estas declaraciones no hacen más que ratificarlo; en buenas
manos pretende dejar el kirchnerismo el futuro de la institucionalidad
democrática.
La lucha por las calles y el control de los lugares de trabajo es una
preocupación central de la burocracia sindical y de los movimientos
oficialistas. Fue el propio Néstor Kirchner el que pretendía dejar su impronta
en el acto convocado por la CGT en contra de los trabajadores. En la evaluación
final, que llamó a retirada, se pueden destacar dos motivos: el primero, que
polarizar con la izquierda, dejando la defensa del espacio de la lucha por la
democratización de los sindicatos a la movilización independiente de los
trabajadores, podría ayudar a acelerar el proceso antiburocrático ya que la
burocracia sindical tiene suficientes antecedentes como para invitar a
movilizarse en su contra, no solo a trabajadores "de izquierda" sino a diversos
sectores sociales que la repudian. Segundo, porque el peronismo sindical
movilizado podía terminar a los tiros, como en San Vicente, y en este sentido
darle también un fuerte empujoncito a los sectores que denuncian las prácticas
mafiosas de los burócratas.
La cuestión es que la calle todavía, y por un largo rato, seguirá sin la
presencia de oficialistas sino contamos, por supuesto, a las patotas
oficialistas o el personal uniformado que responde órdenes del ejecutivo.
La democratización de los sindicatos será parte de una fuerte discusión en los
tiempos que vienen; la calle y los lugares de trabajo serán los escenarios
elegidos para tal fin. La vieja burocracia de la CGT y la no tan vieja de la CTA
tendrán reservados sus congresos cerrados y regimentados para intentar,
expulsiones mediante, frenar el vigoroso proceso de debate que se viene
verificando entre las bases de los gremios privados y estatales.
El resto de trabajadores, que aun ven este proceso de lejos, tendrán en la calle
la expresión más viva de lo que esta en juego en este debate.
El piquete, la huelga y la manifestación callejera adornaran el paisaje urbano
por largo tiempo; es que quizá, el tiempo de la democratización sindical que se
adelanta y acelera se trasforme necesariamente en un freno a la velocidad de un
tránsito rutinario en un capitalismo en crisis.