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Argentina, la lucha continua....

Algunas precisiones sobre el clasismo en los setenta

Por Edgardo Fontana (Camba)

El lunes 5 de octubre Beatriz Sarlo escribi� un art�culo de opini�n en el diario La Naci�n, titulado "Piquetes buenos, piquetes malos". All� la otrora intelectual org�nica al mao�smo argentino, hoy columnista de las principales empresas medi�ticas del pa�s, realiza una intervenci�n para el asombro. Su intenci�n es ligar el actual conflicto en Kraft con las luchas desplegadas por el sindicato de los mec�nicos cordobeses a comienzos de los a�os setenta, para as� esbozar dos hip�tesis cr�ticas: por un lado cuestionar el discurso macartista de la dirigencia de la CGT y por el otro denunciar al setentismo kirchnerista, porque sus invocaciones al pasado se refieren �nicamente a la "gloriosa JP".

Lo llamativo es que Sarlo reproduce cada una de las operaciones que cuestiona, confirmando as� una manera de referirse a la historia que nos incomoda much�simo, por c�mo mutila y empobrece  procesos que fueron complejos y permanecen abiertos a m�ltiples interpretaciones. A este historicismo voraz le interesa hallar apoyaturas prestigiosas para argumentaciones pol�ticas, que no hacen sino realimentar los estereotipos m�s tradicionales. El siguiente relato intenta aportar una versi�n apenas m�s matizada sobre aquellos acontecimientos, pero que tal vez alcance para desarmar algunas nociones especialmente pueriles.

Por ejemplo, la autora no menciona que entre el clasismo y las expresiones del peronismo revolucionario hubo mucha m�s colaboraci�n que desconfianzas. Que tales organizaciones de base se distingu�an menos por la ideolog�a que por su fuerte contenido democr�tico, lo que supon�a un pluralismo capaz de rechazar todas las orientaciones lineales, sean del color que fueran. Tampoco da cuenta, en su af�n condenatorio de las organizaciones revolucionarias que eligieron la v�a armada (a las que tilda sin empacho de terroristas), que si algo resulta a�n hoy llamativo en las decisiones pol�ticas de Ren� Salamanca, no fue precisamente su radicalismo guerrillero sino el tard�o apoyo que brind� nada menos que a Isabel Per�n.

Pero ninguna de estas precisiones tiene sentido, en verdad, si aparecen desligadas de lo que sigue siendo una pregunta pendiente y muy actual para nosotros: �en qu� puede consistir una pol�tica obrera que ya no tenga como horizonte (a�n si los reconoce entre sus antecedentes) ni al peronismo ni al socialismo? Claro que para formular este tipo de interrogantes hay que preocuparse por escuchar lo que las nuevas luchas tienen para decir y no regodearse tanto en lo que cada qui�n hizo hace treinta a�os, sobre todo cuando esas reminiscencias tienen como objetivo la autopromoci�n y el vedettismo.

Los or�genes del clasismo

En los a�os setenta, Ren� Salamanca condujo los destinos del sindicato m�s poderoso de C�rdoba y junto a Agust�n Tosco y Atilio L�pez conformaron un polo alternativo al sindicalismo vertical representado por la ortodoxia peronista.

Eran tiempos de gran efervescencia pol�tica. Hab�a muchas tendencias, tales como las Fuerzas Armadas de Liberaci�n (FAL); el Partido Comunista Revolucionario (PCR); Vanguardia comunista (VC); el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y la izquierda peronista con sus distintas vertientes, cuyas ra�ces se remontaban a la Resistencia, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y tambi�n Montoneros.

La clase obrera pasa a ser un territorio de disputa para la mayor�a de las organizaciones que en su horizonte avizoran un proyecto socialista revolucionario. En este contexto, el PCR, al que luego se afiliar�a Salamanca, en el primer congreso nacional realizado en diciembre de 1969, caracteriza al Cordobazo como el punto de inflexi�n de la lucha de clases en la Argentina. El PCR y otras organizaciones proyectan la creaci�n de c�lulas revolucionarias en las f�bricas y la formaci�n de una "corriente sindical clasista". Para ello destina a militantes que trabajen en las f�bricas o bien para que distribuyan literatura partidaria.

Salamanca fue uno de los fundadores de la agrupaci�n Felipe Vallese (sic) y en 1970 se presenta como candidato a delegado, venciendo al representante de Elpidio Torres. Pero su designaci�n no prosper� por carecer de la antig�edad establecida en los estatutos. Al a�o siguiente, insisti� como subdelegado. Gan� y su triunfo fue reconocido. Su figura estaba creciendo dentro del Movimiento de Recuperaci�n Sindical (MRS) y en 1972 encabez� la Lista Marr�n pluralista.

"En aqu�l tiempo nos junt�bamos m�s de 400 delegados. Un hervidero. Era la expresi�n pol�tica que hab�a en la provincia. Por lo tanto, la asamblea se convert�a en un foro pol�tico" afirma un compa�ero de lucha de Salamanca. Cuenta que una de las preocupaciones de Salamanca era el pluralismo. "Podr�amos haber puesto gente nuestra solamente y no lo hicimos. Cuando ganamos las elecciones, gobernaba Lanusse y dominaba la pol�tica el tema del regreso de Juan Domingo Per�n. �ramos j�venes. Yo fui un a�o delegado y pas� luego a ser secretario adjunto".

Para Agust�n Funes, Salamanca ten�a una relaci�n de respeto con las bases peronistas. "La izquierda en general era gorila por un problema ideol�gico de formaci�n, experiencia y luchas. Ren� hizo todo lo contrario. Cuando volvi� Per�n dec�a: el 90% de los obreros son peronistas, y convoc� a recibirlo a Ezeiza".

La propuesta de la lista marr�n se centraba en los siguientes puntos: reducci�n de los cargos sindicales pagos �de 13 a 4� y rotaci�n obligatoria por los lugares de trabajo; una asamblea pod�a destituir a un delegado sin m�s tr�mite; todas las resoluciones del sindicato deb�an ser aprobadas por asamblea abierta; apoyo firme a la restituci�n del s�bado ingl�s; afiliaci�n de los administrativos al SMATA; un �nico convenio colectivo para todos los trabajadores y reajustes salariales cuatrimestrales; exigir que la empresa reconociera el trabajo insalubre; reducci�n del ritmo de la producci�n y participaci�n gremial en la determinaci�n de la marcha del trabajo. Durante la campa�a levantaron las banderas de la honestidad y la democracia sindical.

Democracia sindical y burocracia

Ganadas las elecciones, Salamanca y los clasistas del SMATA se dedicaron a trabajar por la unidad de los trabajadores automotores y el cumplimiento de la plataforma que los llev� al triunfo. Uno de los puntos es el referido al contacto de los dirigentes con las bases. "La mitad de los directivos iban a trabajar y quedaban los suplentes; cosa que escucharan lo que pasaba en la planta. Fue un salto cualitativo para la organizaci�n", eval�a Funes.

Sin embargo tuvieron que enfrentarse a duras embestidas, primero del gobierno militar y despu�s del aparato sindical peronista. Por caso, la decisi�n de un juzgado y del Ministerio de Trabajo de otorgar la jurisdicci�n de Fiat a la UOM en noviembre de 1972, provoc� la reacci�n del SMATA quien la rechaz� de plano. Plebiscit� la medida en las puertas de la planta obteniendo una amplia victoria. Ignor� lo decidido por el Ministerio y en junio realiz� una segunda consulta en la que los trabajadores de Fiat se manifestaron a favor del SMATA por abrumadora mayor�a.

Ante la negativa de la empresa de reconocer los resultados, los obreros de Concord ocuparon la f�brica y recibieron el apoyo de otras empresas como Perkins. Gobernaba el peronismo quien medi� en la situaci�n y en 90 d�as la cuesti�n deber�a ser resuelta en el �mbito del Ministerio de Trabajo de la Naci�n. Sin embargo, la disputa iba mucho m�s all� tanto del SMATA como de la UOM que pugnaban �a nivel nacional� por el control del movimiento obrero; la pelea de fondo era entre la derecha y la izquierda peronistas. El tema no se resolvi� hasta 1975 y en favor de la UOM.

Combativos y disidentes

En 1973, pod�an reconocerse cuatro sectores gremiales bien definidos.

El ortodoxo, que se reconoc�a peronista y verticalista. Entre ellos se encontraban la UOM, molineros, madereros y taxistas. Respond�an a la conducci�n de la CGT Nacional y a las 62 Organizaciones.

Los legalistas, eran peronistas pero m�s independientes y plurales. Controlaban unos 25 gremios y estaba liderado por Atilio L�pez (UTA), secretario general de la CGT regional C�rdoba.

El sector independiente reivindicaba un modelo de sindicalismo democr�tico y antiburocr�tico. Estaba formado por siete gremios y el referente principal era Agust�n Tosco quien se defin�a como marxista y socialista.

Por �ltimo, el clasista representado por el SMATA conducido por Ren� Salamanca. Dicho sector pensaba que la clase trabajadora deb�a motorizar un proceso revolucionario. Se descre�a de la salida electoral �propiciaron el voto en blanco� y era cr�tico de la burocracia sindical peronista. Contaba en sus filas a trabajadores de los ex sindicatos Sitrac y Sitram que agrupaban a obreros de Fiat y Materfer.

Pero el PCR siempre fue cr�tico de la experiencia de los ex-sindicatos Sitrac y Sitram, porque consideraba que hab�an sido "rifados" por posiciones ultraizquierdistas. De acuerdo a sus tesis insurrecionalistas, el PCR dec�a que quer�a preservar el SMATA hasta el momento de la insurrecci�n y la toma del poder, sin embargo termin� facilitando la intervenci�n del gremio por parte del gobierno de Isabel Per�n en el orden nacional y del golpista brigadier Lacabanne, en C�rdoba, en agosto de 1974, con una prolongada huelga previa que el PCR justific� diciendo "un topetazo m�s y se cae el ruso Gelbard".

Legalistas, independientes y clasistas, configuran la CGT C�rdoba. Los caciques porte�os comenzaron a manifestar su decisi�n de disciplinar a los cordobeses. Salamanca, por su parte, hab�a tejido una alianza con el sector de legalistas e independientes de la CGT combativa. No obstante, las elecciones de 1973 dividieron las aguas. Razones pol�ticas e ideol�gicas los separan.

El SMATA critic� duramente la decisi�n de Atilio L�pez de aceptar la candidatura a vicegobernador y a Tosco por apoyar la f�rmula. Llamaron a la abstenci�n. Pero los trabajadores votaron en asamblea el apoyo a la f�rmula del Frente Justicialista de Liberaci�n (FREJULI).

Segundo triunfo de la Marr�n

En 1974, pese a una maniobra orquestada por Jos� Rodr�guez unificando las elecciones nacionales con las provinciales, los trabajadores que seg�n James Brennan �autor de una investigaci�n sobre el movimiento obrero cordob�s en los setenta� eran mayoritariamente peronistas, ratificaron su voto de confianza en la lista clasista que venci� a la de Elpidio Torres y a la del PC. Esta victoria si bien consolid� la alianza del Movimiento Sindical Combativo que se opon�a al Pacto Social y a las pol�ticas de Per�n, no trasladaba directamente un apoyo a la pol�tica del PCR que impulsaba Salamanca. Estaba claro que los obreros manten�an su lealtad a Per�n y no estaban dispuestos a romperla.

El propio Atilio L�pez, quien hab�a abandonado al MSC presionado por Per�n, particip� de una movilizaci�n en repudio al fallido atentado contra Salamanca (11/12/73) y a la muerte del activista Arnaldo Rojas. A partir de estos hechos se inicia una campa�a de terror que cobrar�a decenas de v�ctimas en los seis meses siguientes.

Tal vez una CGT unificada podr�a haber resistido los ataques del gobierno y de la burocracia. Pero el movimiento obrero ya estaba dividido entre peronistas y no-peronistas, y la lucha por recuperar el poder hab�a sido planteada a todo o nada. Sobrevino el conflicto entre SMATA y la empresa IKA Renault en demanda de aumentos salariales. El gobierno declar� ilegal la medida por la vigencia del Pacto Social.

A la empresa le ven�a bien el conflicto para llevar adelante su pol�tica empresarial que tambi�n se ve�a perjudicada por el Pacto Social. Sobrevinieron las suspensiones y el cierre del complejo de Santa Isabel. De inmediato, la conducci�n nacional expuls� a los miembros del comit� ejecutivo. Suspendi� a la seccional y nombr� una comisi�n de Buenos Aires para que asumiera el control. Esto fue duramente resistido por los trabajadores quienes rechazaron toda interferencia de los porte�os.

La influencia partidaria

Un tema controvertido es la carta que Salamanca escribe en apoyo al gobierno constitucional en 1975. Agust�n Funes interpreta que "esta decisi�n es propia de un l�der con aspiraciones revolucionarias que ten�a la captura recomendada. El hecho de llegar de este modo, con una carta, era porque no pod�a hacerlo con la voz. Desde la clandestinidad advierte que las m�s golpeadas iban a ser las masas y la clase obrera. Entonces, las convoca a generar las condiciones para parar el golpe de Estado. Es una decisi�n pol�tica de los miembros del partido del cual era miembro". Agrega adem�s que el PCR ven�a encabezando la lucha antigolpista desde 1974, a partir de la muerte del presidente Per�n. "Para nosotros, se abre una lucha sin retorno y es el golpe".

Por su parte, Nicol�s Hadad puntualiza que una l�nea del partido define al enemigo principal y se pronuncia contra el golpe sabiendo lo que vendr�. Sin embargo, reconoce que no acordaba con esa postura. "Me asustaba el golpe, pero entend�a que el gobierno de Isabel se ca�a por todos lados. La presi�n era grande. Hab�an matado a Atilio L�pez y a su secretario y estaban provocando el terror. Pero hoy, mirando desde ac�, pienso que esa l�nea era la correcta. Lamentablemente, despu�s pas� una topadora".

Para James Brennan los v�nculos del dirigente con las bases se hab�an debilitado, en cambio, se estrecharon con el partido. "Su falta de pelos en la lengua y su personalidad de renegado no sentaban bien a la jerarqu�a del PCR en Buenos Aires que apenas hab�a tolerado sus actitudes cuando era secretario general del gremio m�s importante del interior del pa�s".

Hacia fines de 1975 se hab�a convertido en v�ctima de las contradicciones del partido quienes llegaron a defender el gobierno de Isabel Per�n. Para Brennan, Salamanca en la carta a los Trabajadores de SMATA, "repite como un loro las obsesiones conspirativas del PCR, ya fuera porque olvidara la realidad o porque segu�a directivas partidarias para ignorar las verdaderas preocupaciones de los mec�nicos. Pero para ese entonces las suyas eran pol�ticamente palabras huecas, apenas los d�biles estertores de la muerte del clasismo cordob�s".

Fuente: "Salamanca, un dirigente que no traicion� sus convicciones", de Katy Garc�a, en Prensa Red.

Clic: Nota de Beatriz Sarlo

Fuente: lafogata.org

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