"impunidad es que todos los funcionarios tienen cien años de perdón, porque
siempre le roban a un estado-ladrón"
(aforismo implicado)
Menos recursos El presupuesto de 2010 para el Ministerio de Salud será de 5665 millones de
pesos, cifra que representa una caída del 7,1 por ciento con relación al gasto
aprobado para este año. Sindicalistas, contentos. Pese al recorte de fondos, el Ministerio de Salud
deberá destinar más dinero para la Administración de Programas Especiales (APE),
que otorga subsidios a las obras sociales. En 2010 se dará a los gremios 1056
millones de pesos, 93 millones de pesos más que este año. Más recortes. El área de investigación y compra de bienes del Ministerio de
Salud recibirá el año próximo 123 millones de pesos, en lugar de los 249
millones de pesos asignados en 2009. Huelga. La Federación Sindical de Profesionales de la Salud realizará pasado
mañana un paro para reclamar por la disminución del presupuesto. (Diario La Nación 21/09/09) "Si bien no podemos decir que estamos en Disney World, podemos afirmar que
hemos sostenido un crecimiento, obviamente no el que veníamos teniendo de tasas
chinas, superiores al 8% anual, pero vamos a finalizar el año 2009 creciendo en
la Argentina. EL INDEC DE BOUDOU TAMBIÉN USA EL PINCEL ¿Alguien vio un pobre? A pesar de la crisis y las promesas de transparencia, el organismo
estadístico asegura que ya son un millón doscientos mil menos. Por Tomás Canosa A pesar de las promesas de mayor transparencia, el INDEC volvió a sorprender
ayer al difundir una sensible baja en las tasas de pobreza e indigencia en el
año de la crisis. Si los datos del organismo fueran verídicos, en los últimos
doce meses un millón de personas habrían dejado de ser pobres y otros 200 mil de
ser indigentes. Los analistas privados descreen de la información oficial y
aseguran que en realidad la pobreza y la indigencia afectan a más del doble.
Hasta el ex presidente Néstor Kirchner reconoció el mes pasado que la pobreza
"se encuentra en el 20, 22 o 23 por ciento". (Diario Crítica de la Argentina 23/09/09)
La única garantía de ser honrado es ser pobre. Pero claro: la pobreza ha dejado
de ser virtud franciscana, la de aquellos con los cuales el poeta quería su
suerte echar. El voto de pobreza no se encuentra en las urnas de la democracia
liberal. Por el contrario: la pobreza es la lepra de la democracia. Es la marca
indeleble que los modelos siguen siendo malos ejemplos. "Es peligroso ser pobre
amigo" cantan los Quilapayún en la inmortal Cantata Santa María de Iquique. Es
peligroso porque la pobreza, como la lepra, desmiente que todos somos
saludables, derechos y muy, pero muy humanos. La pobreza siempre será fea,
sucia, mala y absolutamente no consumista. La desesperación por la pobreza no es
en modo alguno, la preocupación por los pobres y por las pobres. Apenas se las
rebautiza, piedad de funcionarios, como "jefas y jefes de hogar". Hay algunos
dichos que intentan paliar la fractura de la pobreza con un vendaje verbal. "Era
tan pobre que sólo tenía dinero". Piadoso. Sin embargo, la pobreza tiene muchos
daños que no son colaterales, sino absolutamente centrales. El hambre, para ir
bien cerca. Pero además de estos daños no colaterales, hay un deslizamiento que
a mi criterio, es funcional a los intereses de la cultura represora. No son
pocos los que plantean (yo mismo lo hice en alguna ocasión) que el problema no
es la pobreza sino la exclusión. La pobreza sostiene un proyecto de vida, pero
la exclusión es una sentencia de muerte. Confieso que ha sido un fallido, al
menos el mío. Por supuesto que la exclusión es una forma de pobreza total.
Absoluta. Pobreza final. Pero no por eso la pobreza pierde su naturaleza
cultural de exterminio más o menos silencioso. Por la sencilla razón que
"pobreza y riqueza" son realidades vinculantes. La lucha contra la pobreza es en
el mejor de los casos ingenua, en el peor de los casos de un cinismo cuasi
liberal. Porque la lucha fundante es contra la riqueza. Lucha que podría formar
parte de la nueva cultura tributaria, pero que lamentablemente no es tan nueva.
Con la renta financiera que no tributa, jueces y juezas que tampoco tributan, lo
que es mucho más grave que los escandaletes por acarreos de automóviles. El gran
tributo sigue siendo el IVA de un insoportable 21% para la canasta que de tan
básica, ya es solo un diminuto canastito. La inequidad del sistema tributario
impide cualquier lucha contra la riqueza, por lo tanto anula no sólo la
distribución de la riqueza, pero asegura la permanente distribución de la
pobreza. La pobreza-lepra tiene sus propios leprosarios, que algunos llaman
villas. Por supuesto, no faltan los festivales, los sorteos de la quiniela
oficial que beneficia a los carenciados, débitos automáticos para dar muy
poquito para aplacar la mala conciencia burguesa. Crecemos a tasas chinas,
aunque debo reconocer que ignoro totalmente si las tasas de crecimiento en china
tienen que ver con la felicidad de los chinos. Ese tema del superavit y el
crecimiento me recuerda a la fantasía disney del derrame de la copa. Es decir:
mientras de las copas de las clases ricas se desborda el champán, en los vasos
plásticos de las clases pobres gotea tetra. Esta teoría del derrame tiene el
mismo efecto devastador de la teoría de los dos demonios, la forma más sutil de
la impunidad. Supone que hay un acuerdo básico, esencial, fundante, entre los
que brindan con burbujas y los que padecen sed, tanto de agua potable como de
justicia. Que las clases sociales, políticas, económicas son una diferencia en
lo mismo. Lo mismo puede ser la sociedad civil, la comunidad organizada, el
estado nación, la patria o quizá sería mejor decir las patrias, el ser nacional,
etc. Del otro lado de la pantalla estamos los que pensamos que las clases
sociales, políticas, económicas aparentan ser lo mismo, pero tienen una
incompatibilidad fundante. Aparentan lo mismo porque la gobernabilidad insiste
en que todos estamos en el mismo barco, aunque todos sabemos que en el
hundimiento del Titanic solamente murieron pasajeros de tercera clase. Más allá
que estuvieran enamorados de pasajeras de primera clase, como la película de
Cameron propone. Gobernabilidad es un arte encubridor, que supone que el sujeto
político tiene un solo objeto político. Y que ese objeto político es el "bien
común". O sea: el menos común de los bienes. Esa idea de "bien común" es un bien
no negociable para sostener la fantasía disney del estado benefactor. Pero es
una fantasía, o más estrictamente, una ilusión. Freud estableció que la ilusión
es una creencia basada en un deseo. Desde los Reyes Magos hasta los gordos de la
CGT, el deseo fundante del "Estado-Sujeto" es ser generoso con dineros ajenos.
Incluso que sean los supuestos beneficiarios del asistencialismo, los que paguen
mediante impuestos distorsivos al consumo necesario la ayuda que luego recibirán
como dádivas generosas. Por eso la lucha por el Indec es sin cuartel. En una
sociedad tecnologizada, las estadísticas son la fuente de toda razón y justicia.
Es la salida al mar de la ignominia del post fascismo. Por eso el control del
INDEC es necesario, y hay que aceptar que se ha convertido en un nuevo Monopolio
del Estado. Es una regresión de la política a la matemática, con el perdón de
Paenza. Porque si algo es manipulable, son los números y las palabras. Lo menos
manipulable es el sufrimiento, la desesperación, la angustia y el terror de
millones de personas. Esos millones que nada saben de porcentajes, tampoco si
están en la pobreza, en la indigencia, o acaso en la exclusión. Las estadísticas
son la jactancia de los gerenciadores. Es necesario un esfuerzo de traducción a
la vida real de esas cifras que parecen más de la astronomía que de la vida
cotidiana. Por ejemplo: ¿qué implica una caída del 7,1% del presupuesto? Cuántas
horas, días, semanas, habrá que esperar un turno en un hospital, cuántos
exámenes de laboratorio no se harán en los tiempos requeridos, cuántas
operaciones de urgencia dejarán de ser de urgencia simplemente porque los
pacientes morirán antes que los quirófanos estén disponibles, qué mortalidad
infantil es dable esperar en el próximo año. En estos casos de extrema
desesperación, la honradez de los pobres es la tranquilidad de los ricos. Esa
honradez que lo primero que hace es sentir y pensar que la pobreza es una culpa
propia, que con la super abundancia de alimentos balanceados para personas,
gatos y perros, la desnutrición es un descuido de lesa maternidad. Honradez que
es mansedumbre pero no estupidez. La tranquilidad de los pobres es saber que los
camellos no pasan por el ojo de una aguja. O sea: en el paraíso no habrá ricos
ni camellos. Pero de lo que se trata es cómo recuperar la profecía del reino de
dios, que no es otra cosa que la justicia en la tierra. De este mundo no es mi
reino, porque este mundo es el mundo del César, de todo Imperio y de cualquier
Imperio. Otros mundos son posibles, donde la honradez sea la única riqueza que
importe.