Argentina, la
lucha continua....
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Una planta arrancada con sangre
Eduardo Blaustein
eblaustein@miradasalsur.com
Fue el principio. 19 de Mayo de 1977. La "c�lebre" portada en la que Clar�n se dirigi� a sus lectores intentando explicar que la operaci�n que le permiti� quedarse con buena parte de Papel Prensa "se celebr� a la luz p�blica y con el consentimiento previo y posterior del Estado a trav�s de la m�s alta expresi�n de su voluntad, que consta en acta de la Junta Militar".
Hac�an falta peri�dicos y revistas d�ciles que se sumaran al concierto de la obsecuencia mientras detr�s del escenario se consumaba la carnicer�a social, pol�tica y econ�mica."
La frase escrita por el periodista Juan Gasparini en su libro El crimen de Graiver refiere a lo que ser�a el operativo de asociaci�n final de los tres grandes diarios argentinos �La Naci�n, Clar�n y La Raz�n� con el Estado terrorista en la empresa Papel Prensa, el 18 de enero de 1977. Pero aparece en su investigaci�n en un contexto particular: el de las recomendaciones hechas por la multinacional publicitaria Burson Marsteller a la dictadura para mejorar su imagen interna y externa. En este punto, el de la apelaci�n a las modernas destrezas de la prensa y las artes publicitarias puestas al servicio del Estado terrorista, ser�a interesante revisar si fue tan medieval ese imaginario que solemos asociar con la idea de la �ltima dictadura. O establecer ciertos nexos que van del liberalismo declamado de La Naci�n a su asociaci�n con el Estado para hacer buenos negocios, o del actual multimedios Clar�n al comisario Miguel Etchecolaz, que fue el encargado de torturar salvajemente a Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, ya muerto en un misterioso accidente de aviaci�n, �ltima representante legal de la empresa Papel Prensa. En esas mismas sesiones de torturas muri� Jorge Rubinstein, que hab�a sido una de las manos derechas de Graiver.
El trabajo de Gasparini recuerda de qu� modo Lidia Papaleo fue obligada, meses antes de su secuestro y torturas, a desprenderse de las acciones de Papel Prensa en una reuni�n celebrada el 3 de noviembre de 1976 en las viejas oficinas de La Naci�n de la calle Florida. En el despacho de Bartolom� Mitre estaban Patricio Peralta Ramos por La Raz�n y H�ctor Magnetto por Clar�n. Un maestro de ceremonias muy particular fue el abogado Pedro Jorge Mart�nez Saravia. Durante algunos a�os hab�a sido hombre de confianza de David Duddi Graiver. Para esta ocasi�n supo correr al otro lado, al lugar del ganador. No por nada Mart�nez Saravia era primo de Jos� Alfredo Mart�nez de Hoz y socio en su estudio.
Delicias de archivo. En los primeros meses de 1977 los integrantes presuntos de eso que la dictadura y su prensa llamar�an "el clan Graiver" ir�an a parar a las mazmorras bonaerenses de Ram�n Camps y con ellos otros como Edgardo Saj�n o Jacobo Timerman. El director de La Opini�n, que tambi�n hab�a apoyado al golpe, ser�a repudiado en una carta p�blica �nuevas delicias del archivo que no consultan los adalides de la Rep�blica� firmada por los directores de los grandes diarios argentinos cuando obtuvo el premio Moors Cabot por sus denuncias a la violaci�n de los derechos humanos.
La historia de Papel Prensa, que arranca a fines de la d�cada del �60 en un t�pico contexto de apuesta al desarrollo y la sustituci�n de importaciones, incluye triangulaciones oscuras en tiempos de Lanusse, Jos� Gelbard y David Graiver. Las maniobras siguientes ser�an a�n peores. Cuando el 11 de marzo de 1972 se adjudic� a Papel Prensa la construcci�n de una f�brica que produjera poco m�s de cien mil toneladas de papel se hablaba de un costo de 62 millones de d�lares. En la memoria y balance del ejercicio cerrado a fines de 1975 se declar� que la inversi�n total hab�a sido de 42.400.000 d�lares. Seg�n las investigaciones que se hicieron en torno del traspaso forzado que se hizo sin venia judicial, los grandes diarios pagaron apenas entre un 23% y un 43% del verdadero valor accionario que Papel Prensa ten�a en tiempos de David Graiver. Ya para el 27 de septiembre de 1978, pasada la inauguraci�n de la planta, con foto incluida del brindis entre Videla y Ernestina Herrera de Noble, la sociedad Clar�n-La Naci�n-La Raz�n dec�a que la inversi�n total hab�a sido de 180 millones de d�lares. Transparencia total.
Vueltas de la vida. La investigaci�n por el negociado sangriento que el Estado y los grandes diarios argentinos hicieron con Papel Prensa agoniz� como tantas de la era democr�tica, m�s o menos a la altura en que el Fiscal General de Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas, anunciaba que ser�a posible castigar las responsabilidades del Estado, pero no la de los empresarios privados. �La raz�n? Estos se escudar�an en el argumento de que no se los podr�a culpar por la ausencia de controles p�blicos en la operaci�n. Las vueltas de la historia: hoy, cuando la oposici�n conservadora y los propios medios afectados agitan el fantasma de los "derechos adquiridos", no se cuestiona c�mo se adquieren esos derechos �aproveche la oferta� ya sea en dictadura o en menemismo.
Hace algunas semanas este diario cit� aquella curios�sima portada del diario Clar�n del 19 de mayo de 1977. Casi todo el ancho de la portada, de arriba abajo, dedicado a la reproducci�n de un comunicado de la propia empresa intitulado "A LA OPINI�N P�BLICA". Aquel parte de guerra terminaba diciendo: "Como surge de todo lo expuesto, la transacci�n se celebr� a la luz p�blica y con el consentimiento previo y posterior del Estado a trav�s de la m�s alta expresi�n de su voluntad, que consta en acta de la Junta Militar".
El 29 de febrero de 1988 en el dictamen del fiscal Molinas se condensar�an las diversas acusaciones contra el ex presidente Lanusse (abuso de autoridad y malversaci�n de caudales p�blicos), contra el Grupo Graiver (uso de testaferros, violaciones al pliego de condiciones), contra la Junta Militar (encubrimiento e irregularidades en la operaci�n de transferencia de acciones), contra los representantes del Estado en la empresa (incumplimiento de deberes de funcionario p�blico).
Debilidades de la democracia; presiones de los grupos de poder. A los pocos a�os la causa penal prescribi�. Fue en tiempos de la dictadura de Juan Carlos Ongan�a que se cre� un fondo para el Desarrollo de la Producci�n de Papel que se nutri� de una tasa de contribuci�n del 10% a la importaci�n de papel que se aplic� para la puesta en marcha de Papel Prensa. Esa f�brica que hoy alimenta s�lo a Clar�n se levant� gracias a los aportes de todos los diarios argentinos acumulados en diez a�os. Papel Prensa, con su densa historia de corrupci�n y sangre, sigue elaborando la materia que abona la libertad de imprenta de unos pocos, en perjuicio de otras voces, extorsionando como siempre y �por el mismo precio� contaminando.