Argentina, la
lucha continua....
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Kraft Foods se quiere comer crudos a sus trabajadores
Emilio Marín
La multinacional tiene apoyo de su embajada para violar leyes laborales
argentinas
Después de 43 días de conflicto, la intransigencia de Kraft Foods se refuerza
por el apoyo político que recibe de la embajada de Estados Unidos y la cúpula de
la Unión Industrial Argentina.
EMILIO MARÍN
Desde el 18 de agosto, cuando se conocieron los 156 despidos ordenados por la
multinacional de la alimentación, ha transcurrido un conflicto de mucho impacto
político aún irresuelto.
Los delegados y miembros de la Comisión Interna de ese establecimiento,
abandonados por completo por Rodolfo Daer y la plana mayor del Sindicato de la
Alimentación (STIA), tuvieron que adoptar medidas de fuerza y fueron acompañados
por marchas solidarias. Por caso la CTA movilizó el 30/9 y hubo otros actos y
cortes en apoyo.
La confrontación tomó visos de batalla campal el viernes 25 de setiembre en
horas de la tarde, cuando más de 300 policías bonaerenses desalojaron la fábrica
a tiros y a palos, con la montada y la división perros. El operativo dejó 65
presos y decenas de heridos, en su mayoría obreros pero también hubo algunos
efectivos lesionados.
Antes de ese punto de inflexión, el conflicto de Kraft estaba en los medios de
comunicación. Pero desde ese día lo estuvo muchísimo más.
Desde la empresa se argumenta que sus medidas son legales, ajustadas a la ley de
asociaciones profesionales, que le permitirían negar el ingreso a delegados que
son "un peligro" para el personal y las instalaciones. Los directivos pusieron
como blanco al núcleo de la Comisión Interna y demás delegados, que fueron
cesanteados junto al resto de los trabajadores sin respetar el fuero sindical.
Los capitales estadounidenses destilaban veneno contra los delegados,
acusándolos de violentos y extremistas. Allí se detecta la primera coincidencia
con Rodolfo Daer, mandamás de la Alimentación y ex secretario general de la CGT
durante el menemismo. Daer declaró que la Comisión Interna era de "extrema
izquierda" y había "ideologizado" el conflicto. La toma se produjo el 24 de
agosto y apenas tres días después Daer había roto públicamente con esos
afiliados de STIA. Era una forma de decir a la multinacional: "cuentan con
nuestra comprensión para con los despidos". Y un mensaje al gobierno provincial
y nacional: "si mandan la policía a reprimir, yo no defenderé a los revoltosos".
Los que supuestamente debían defender los derechos de los empleados ni siquiera
repararon en el origen de la pelea: en julio el personal realizó una medida de
fuerza luego de reclamar infructuosamente a Kraft que adoptara soluciones
sanitarias en medio de la Gripe A.
La policía llegó el 25/9, arrasando con los ocupantes de adentro y con los
familiares y gente solidaria que estaban del lado de afuera del portón. Obvio,
ni Daer ni ninguno de los suyos estaba en el lugar. Sintomáticamente la avenida
se llama Henry Ford, a tono con la hegemonía estadounidense en General Pacheco.
Nunca le iban a poner Gaucho Rivero.
Perfiles del monopolio
¿Por qué esa patronal embistió tan brutalmente contra su personal? Según
Carlos Tomada (Página/12, 30/9), fue por ánimo de revancha contra una ocupación
donde habría habido –según la empresa- algunos daños y que demoró varias horas
la salida de los ejecutivos. Estos de victimizaron como si hubieran sido objeto
de un secuestro express.
La razón aludida por el ministro puede haber pesado porque los monopolios suelen
ser revanchistas con sus asalariados. Pero hay otro aspecto a considerar: la
planta está ahora ocupada por policías y gendarmes, al personal le han cambiado
modalidades de trabajo y horarios, que no han podido ser revertidos justamente
por la ausencia de los delegados, impedidos de ejercer sus funciones gremiales.
Con esa violación de las leyes argentinas, los ejecutivos de Kraft modifican
las condiciones de trabajo según su unilateral decisión. Y a tal punto están
decididos a ello que no les importó que la cartera de Tomada y Noemí Rial los
multara en 13 millones de pesos por incumplir el punto 5 del acta firmada el
28/9, que habilitaba el ingreso de los delegados.
¿Esa conducta será una golondrina que no hace verano? ¿O será el inicio de
una escalada de las grandes patronales para revertir de hecho las leyes
laborales y generar conflictos sociales? A nadie escapa que las consecuencias de
estas confrontaciones impactan sobre la imagen del gobierno nacional.
La Unión Industrial Argentina dirigida por Héctor Méndez asumió como propia la
defensa de la patronal foránea y reclamó mano dura a la presidenta de la Nación,
en orden a proteger "la seguridad jurídica" y "el clima de inversiones". La UIA
era leal a su propia historia. Es que el anterior propietario de Terrabusi,
Gilberto Montagna Terrabusi, fue presidente de la entidad. En la ola
desnacionalizadora de los ´90 vendió su fábrica y no se sabe que a los millones
de dólares los haya invertido en la industria nacional. Si algún paraíso fiscal
hablara…
Kraft se devoró a Terrabusi en unos segundos, como quien se come una Oreo o se
toma un vaso de jugos Clight o Tang. Es la segunda multinacional alimentaria del
mundo detrás de Nestlé y a principios de setiembre pasado hizo una oferta hostil
de compra a Cadbury, la fábrica británica de chocolates, por 16.700 millones de
dólares. Ese es el monstruo que pisa fuerte en Pacheco.
Lo que importa
La multi y su operador gremial, Daer, más sus amigos de los monopolios
mediáticos, han llamado la atención sobre la pertenencia de Ramón Bogado y otros
delegados a la CCC, PTS y otros partidos, como si eso fuera un delito o
explicara las causas del conflicto. A este cronista le merece una crítica el
hecho de que Bogado haya sido orador junto a Pedro Apaolaza (Carbap), Abel
Guerreri (SRA) y Alfredo de Angeli (FAA), entre otros promotores del lock out
destituyente, en el acto que organizaron en Cañuelas, el 25 de mayo último. No
parece que compartir escenario con esas expresiones patronales haya sido la
mejor manera de festejar el primer gobierno patrio.
Pero esa crítica política a Bogado es una cosa. Y otra muy diferente es
ubicarlo como "el malo de la película" en la prolongada lucha de Kraft; al
contrario, hasta ahora ha defendido los intereses de los trabajadores. Tendrá
trabajo para explicar a sus compañeros el por qué de su alianza con la Sociedad
Rural durante 2008 y parte de 2009, toda vez que Hugo Biolcati, titular de esa
entidad, condenó la movilización de los muchachos y muchachas de la
alimentación. "Vemos con preocupación el estallido de este tipo de conflictos en
las empresas porque hay algunos comisiones internas que parecen más poderosas
que la propia CGT", expresó el sojero-tambero durante el seminario de IDEA en
Rosario (Clarín 30/9).
Hay que dejar las teorías conspirativas de lado. Lo objetivo es que había
una justa lucha gremial contra una multinacional norteamericana y que el
gobierno se terminó poniendo ese día 25/9 –esperemos que no para siempre- del
lado de los poderosos.
La historia se puede reconstruir desde los diarios. La embajada de EE UU llamó a
Daniel Scioli pidiendo la "solución" de la toma de fábrica, según admitió el
gobernador estando en Miami en la pronorteamericana "Conferencia de las Américas"
auspiciada por The Miami Herald y el Banco Mundial. Aníbal Fernández también
exigió a Scioli "ser un poco más expeditivo" en Pacheco, según ventiló en varias
radios. Y así se desencadenó la represión, una más de la administración Kirchner
contra el mundo del trabajo.
La injerencia no terminó allí pues la flamante embajadora Vilma Martínez,
llegada hace pocos días a Buenos Aires, emitió un comunicado reclamando "el
respeto por los derechos de propiedad y las decisiones del sistema judicial".
Argumentó que empresas "made in USA" proporcionan "buenos puestos de trabajo a
155.000 argentinos". Al menos los 3.000 de General Pacho no entran en esa
categoría de "buenos".
A lo largo de 40 días el kirchnerismo apareció como "amable componedor" de las
partes, vía Tomada, pero a la hora de la verdad, terminó ordenando la represión
policial. Scioli y Fernández fueron los directamente involucrados aunque ninguno
de ellos habría dado ese paso sin consultar con la presidenta reunida en el
G-20.
Un párrafo final sobre el principal representante empresario a la hora de
justificar los despidos: Pedro López Matheu. Este llevó la posición más dura a
las negociaciones en Trabajo y no dejó entrar a la prensa a filmar la situación
interior de la planta, el martes 29/9, que hubiera documentado el no ingreso de
los delegados y las adversas condiciones laborales impuestas por el capital.
López Matheu fue hasta setiembre de 2006 el representante de Clarín en Adepa
(Asociación de Entidades Periodísticas de Argentina); allí presidía la Comisión
de Libertad de Prensa e Información. Ni defendía la libertad de prensa en
Clarín-Adepa ni la libertad laboral en Kraft sino a empresas monopólicas.