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Los biocombustibles empiezan a perder la etiqueta "bio".
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Los biocombustibles, presentados hace unos años como parte de la solución al
problema del cambio climático, se encuentran en estos momentos en el ojo del
huracán..
Cada vez cobra más fuerza una corriente en contra que cuestiona su viabilidad y
su impacto medioambiental y social.
Organizaciones ecologistas y humanitarias, expertos en energía y algunos países
europeos alientan la polémica en torno a estos carburantes, que se obtienen a
partir de maíz, sorgo, caña de azúcar, remolacha o cereales como trigo o maíz (bioetanol)
o de aceites vegetales usados o sin usar (biodiésel).
Sus detractores les acusan de ser responsables del reciente aumento del precio
de los alimentos y, de esta forma, de contribuir a incrementar el hambre en el
mundo.
Denuncian, además, su impacto sobre la pérdida de biodiversidad y la
deforestación, ya que muchos bosques tropicales están perdiendo terreno a favor
del cultivo de materias primas dedicadas a su producción.
La viabilidad de los agrocombustibles ha formado parte también de la agenda de
la Cumbre de la FAO sobre seguridad alimentaria, que se ha celebrado esta semana
en Roma, en la que se han podido escuchar distintas voces.
Mientras el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ha pedido un consenso
mundial sobre su utilización, como una de las medidas para paliar el hambre en
el mundo, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, principal productor,
ha defendido su uso.
'Los biocombustibles no son el villano', dijo Lula, después de asegurar: 'Veo
con indignación que muchos de los dedos que apuntan contra la energía limpia de
los biocombustibles están sucios de aceite y carbón'.
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ANTES COMER QUE ALIMENTAR COCHES
Estos carburantes forman parte de los objetivos de la Comisión Europea, cuya
propuesta inicial es alcanzar el 10% de utilización en su suministro para el
transporte en el año 2020, una iniciativa que cuenta con el respaldo del
Gobierno español.
Las organizaciones ecologistas coinciden en que es imposible alcanzar esos
objetivos sin producir un impacto en los alimentos.
Denuncian que son los responsables de que los precios de éstos se hayan
encarecido entre un 10 y un 15 por ciento en el último año cuando solo suponen
el 1 por ciento de la producción agrícola.
Heikki Willstedt, especialista en energía y cambio climático de WWF/Adena,
considera en declaraciones a Efe que 'ni la idea era antes tan buena, ni ahora
es tan mala', aunque 'el tema se ha ido de las manos' porque el sector ha sido 'hiperoptimista'.
Cree que la producción debe limitarse a una cantidad que sea sostenible, que no
'entre en competencia con otros usos del campo más necesarios como son dar de
comer' y que no aumente la presión sobre la tierra con más pesticidas, más
fertilizantes y más necesidades de agua.
En la misma línea, José Santamarta, del Instituto World Watch en España, cree,
en conversación con Efe, que solo es aceptable su producción a pequeña escala y
utilizando aceites usados o excedentes agrícolas.
En grandes cantidades son una opción 'absolutamente insostenible', según este
experto, ex asesor del Ministerio de Medio Ambiente en la anterior legislatura.
Para ilustrar su afirmación, Santamarta remite a un estudio publicado
recientemente en la revista 'Science', que alertaba de que ocasionan más
problemas de los que solucionan y de que el balance neto en cuanto a emisiones
de CO2 es negativo.
Este experto recalca que 'es mucho más importante comer que alimentar los
coches' y cree que para cumplir los objetivos de reducción de emisiones hay
alternativas más benignas y sostenibles.
Asegura que muchos gobiernos los apoyan porque 'se han abrazado al tema sin
considerar sus implicaciones' y, en el caso de España, porque los responsables
del Ministerio de Medio Ambiente 'son unos indocumentados, que no tienen ni
idea'.
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CAMPAÑA ORQUESTADA
Sus defensores inciden en que pueden ayudar a controlar las emisiones de gases
de efecto invernadero, los presentan como un seguro frente a la dependencia del
petróleo y tachan de 'simplistas' y 'demagógicos' los argumentos utilizados para
criticarlos.
Denuncian que existe una campaña 'orquestada' por parte de la industria
petrolera y agroalimentaria para criminalizar estos combustibles, porque suponen
una amenaza a sus intereses.
En este bando 'amigo', a nivel nacional, se sitúa APPA Biocarburantes,
asociación que agrupa a 39 empresas que representan la mayor parte de la
producción de bioetanol, biodiésel y biogás.
Su director, Manuel Bustos, ha asegurado a Efe que existen pruebas de que en
Estados Unidos, uno de los principales productores de biocombustibles, la
industria alimentaria ha contratado a una empresa de comunicación para
'orquestar' esa campaña de desprestigio.
'Cuando las compañías petroleras ven cómo está aumentando el consumo de
biocombustibles, se les ponen los pelos de punta'.
Bustos subraya que 'no cabe en ninguna lógica' atribuir el incremento del precio
de los alimentos a un sector que el pasado año destinó a su producción solo el 3
por ciento del consumo mundial de cereales, un mercado que en su mayor parte se
destina a la ganadería.
'Por suerte no consumimos metales ni petróleo', ya que 'también seríamos
responsables del aumento de su precio'.
El representante de los productores incide en que el sector es el primer
interesado en seguir trabajando para encontrar materias primas no alimentarias,
como las algas, y poder desligarse de esa competitividad, pero la tecnología aún
no está desarrollada.
Respecto al cambio de posición de las organizaciones ecologistas, Bustos señala
que 'ellos tienen su agenda', de tal forma que 'necesitan causas que defender' y
el aumento del precio de los alimentos y el hambre en el mundo es una.
A su juicio, con su oposición a los biocombustibles 'le están haciendo el juego
a la industria petrolífera'.
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