Nuestro Planeta
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¿Quiere bajar la producción? ¡Use transgénicos!
Silvia Ribeiro*
Monsanto declaró a la prensa de México en días pasados, que la próxima
publicación del llamado "Régimen Especial de Protección del Maíz", le permitirá
iniciar experimentos con maíz transgénico. Qué ironía histórica que tal régimen,
en lugar de proteger al maíz y sus pueblos, es otro regalo que le hace el
gobierno a las transnacionales que han privatizado las semillas, llave de toda
la red alimentaria y patrimonio campesino legado a la humanidad. Para colmo:
¡producen menos!
El argumento de las autoridades, haciéndose eco de las empresas, es justamente
que los transgénicos son necesarios –pese a los múltiples impactos culturales,
ambientales y a la salud que conllevan– porque aumentarían la producción
agrícola. Un argumento que frente a la crisis alimentaria han recogido muchos
otros gobiernos e instituciones. Sin embargo, esta afirmación es falsa.
En abril del 2008, la Universidad de Kansas publicó un estudio que demuestra,
tras analizar la producción del cinturón cerealero de Estados Unidos durante los
últimos tres años, que la productividad de los cultivos transgénicos (soya,
maíz, algodón y canola) fue menor que en la época anterior a la introducción de
transgénicos. La soya muestra una disminución de rendimiento de hasta10%. La
productividad del maíz transgénico fue en varios años menor y en algunos igual o
imperceptiblemente mayor, dando un resultado total negativo comparado con las
variedades convencionales. También muestran menor rendimiento la canola y el
algodón transgénico tomados en períodos de varios años. (Y en todos los casos,
las semillas son más caras que las convencionales, por lo que el margen ganancia
de los agricultores también es menor)
Este estudio corrobora varios anteriores. En 2007, la Universidad de Nebraska
encontró que la soya transgénica de Monsanto producía 6 % menos que la misma
variedad de la empresa en versión no transgénica y hasta 11 por ciento menos que
la mejor variedad disponible de soya no transgénica. Otros estudios, incluso uno
del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en abril 2006, muestran
resultados similares. Definitivamente, los transgénicos no son más productivos.
La razón principal, explican los estudios, es que la transgenia altera el
metabolismo de las plantas, lo que en algunos casos inhibe la absorción de
nutrientes, y en general, demanda mayor energía para expresar características
que no son naturales de la planta, restándole capacidad para desarrollarse
plenamente.
La explicación de Monsanto frente al estudio de la Universidad de Kansas, fue
que "los trangénicos no están diseñados para aumentar la productividad". (The
independent, 20/4/08)
Monsanto, Dupont-Pioneer y Syngenta, son las tres empresas más grandes del mundo
en transgénicos, y también en todo tipo de semillas comerciales. Monsanto
controla casi el 90% de las semillas transgénicas, y juntas controlan el 39 por
ciento del mercado mundial de todas las semillas, y el 44 por ciento de
las semillas bajo propiedad intelectual.
¿Por qué entonces estas empresas –que también son dueñas de las semillas
híbridas no transgénicas– insisten en vender sus semillas que producen menos y
requieren más agroquímicos? En parte porque son además grandes fabricantes de
agroquímicos, pero sobre todo porque todos los transgénicos son patentados y por
ello, la contaminación se convierte en un gran negocio.
Las semillas híbridas también se cruzan con variedades nativas. Pero son cruzas
de maíz con maíz, a diferencia de los transgénicos, donde la cruza contamina
genes de bacterias, virus o cualquier otra especie con la que haya sido
manipulado. Pero la diferencia fundamental para las empresas, es que con los
transgénicos, la contaminación es un delito imputable a las víctimas.
Cualquier campesino o agricultor que sea contaminado o que use las semillas
transgénicas que le compró a Monsanto y las vuelva a plantar (o sea, ejerza el
"derecho de los agricultores") usa su patente sin permiso y está cometiendo un
delito por el que puede ser demandado.
Monsanto ya cobró más de 21,500 millones de dólares por juicios contra
agricultores en Estados Unidos (Center for Food Safety). Ahora acaba de
iniciar un juicio más agresivo, contra toda la cooperativa de agricultores Pilot
Grove Cooperative Elevador Inc. de Missouri. Según Monsanto, no le pagan
suficientes regalías. El agricultor David Brumback, que se autodefine como "fiel
comprador" de los transgénicos de Monsanto hace años, expresa su rabia y afirma
que "para Monsanto todos somos culpables".(CBS 4 Denver, EUA, 10/7/08).
Esto les espera a los agricultores del Norte de México, que piden maíz
transgénico. Y también a los que no lo quieren y se contaminarán.
Una vez en el campo, la contaminación transgénica es inevitable, es solamente
cuestión de tiempo. Las medidas que plantea el vergonzoso "régimen de
protección" que esgrimen las secretarías de medio ambiente y de agricultura en
México (Semarnat y Sagarpa) no sólo son limitadas e ignorantes. Directamente no
tienen sentido, porque nunca se repetirán en condiciones reales en los campos de
los agricultores si se aprobara el cultivo comercial.
Los llamados "experimentos" son otra falacia, como la Ley Monsanto (ley de
bioseguridad), para legalizarle a las transnacionales la contaminación
generalizada y la caza de agricultores, contra los intereses del campo, contra
el corazón de los pueblos y a costa del patrimonio genético más importante de
México.
*investigadora del Grupo ETC