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Hambre para unos, negocio para otros
La conferencia de roma, con participación del FMI y la OMC, recomienda
profundizar las medidas que provocaron la crisis Cerca de 900 millones de
personas pasan hambre mientras las multinacionales del agronegocio especulan con
los alimentos y obtienen sustanciales beneficios de la crisis.
Gladys Martínez López
Diagonal
QUIEN RÍE ÚLTIMO... Mientras subía el precio de la soja en Indonesia, la filial
de la compañía agroalimentaria Cargill en el país se guardaba 13.000 toneladas
de soja en sus almacenes, a la espera de que los precios subieran debido a la
escasez / JOSE BG
La Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria, celebrada en Roma
entre el 3 y el 5 de junio, convocada por la Organización de la ONU para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) y en la que participaron el Banco Mundial,
el FMI, la OMC y representantes de 183 países, se cerró con un estrepitoso
fracaso y sin soluciones para garantizar el derecho a la alimentación.
Mientras 862 millones de personas pasan hambre en el mundo, las poblaciones de
los países en desarrollo gastan entre el 60% y 80% de sus recursos en
alimentación y la ONU anuncia que otros cien millones de personas van a sumarse
a las masas de los que ya no pueden comer debido al alza del precio de los
productos básicos.
Los efectos de las políticas neoliberales que han desregulado los mercados de
los países en desarrollo, desprotegidos frente a los productos subvencionados
del Norte, los monopolios que controlan la cadena de producción y distribución
de alimentos, la especulación y los efectos de los biocombustibles se han
obviado en la declaración final, que sí pide la liberalización del comercio
agrícola.
"La declaración final no llenará ningún plato. Las recomendaciones de más
liberalización provocarán más violaciones del derecho a la alimentación",
declaró una de las participantes en el foro paralelo Terra Preta, que reunió a
las organizaciones de la sociedad civil. Desde Vía Campesina se apunta a que la
principal causa de la crisis son las políticas neoliberales del Banco Mundial,
el FMI y la OMC, que obligan a los países en desarrollo a eliminar sus
inversiones en agricultura y los aranceles aduaneros y a abrir sus mercados a
los productos subvencionados de los países ricos, y que "socavaron las
producciones nacionales de alimentos y obligaron a los campesinos a producir
cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos de
las mismas compañías en el mercado mundial".
De hecho, a la par que la crisis se agrava, las multinacionales del agronegocio,
encabezadas por Cargill, ADM y Bunge, los tres gigantes que controlan un 80% de
la comercialización de cereales a nivel mundial, han multiplicado sus beneficios
este año. En el primer trimestre de 2008, los beneficios netos de Cargill han
alcanzado los mil millones de dólares, 86% más que en el mismo periodo del año
anterior, ADM ha obtenido 1.150 millones de beneficio, un 55% más, y Bunge ha
incrementado en un 189% sus beneficios. A la vez, Monsanto, la mayor
multinacional de semillas y agrotóxicos, ha obtenido 2.230 millones de dólares
de beneficios.
Las organizaciones de la sociedad civil advierten de que el problema no es la
falta de alimentos, pues la producción mundial de grano estimada para 2007/2008
ha aumentado un 4,7% en comparación con 2006/2007, sino la especulación,
propiciada por el control de la cadena de producción y comercialización de
alimentos por oligopolios. "Los vendedores mantienen sus reservas alejadas del
mercado para estimular las subidas del precio, creando enormes beneficios",
explican desde Vía Campesina. De hecho, en enero, mientras subía el precio de la
soja en Indonesia, Cargill Indonesia mantenía 13.000 toneladas de soja en sus
almacenes, a la espera de que los precios alcanzaran un récord debido a la
escasez.
Especulación Además, como explica la investigadora Silvia Ribeiro, "los
grandes fondos de inversión especulativa trasladaron millonarias sumas de dinero
a controlar los productos agrícolas en el mercado internacional. Se estima que
estos fondos controlan el 60% del trigo y altos porcentajes de otros granos
básicos. Estos alimentos se han convertido en un objeto más de especulación
bursátil, cuyo precio se modifica en función de los jaloneos especulativos, no
de los mercados locales o las necesidades de la gente".
Todo esto, sumado a la desviación de millones de toneladas de grano para la
producción de biocombustibles, al alza del precio del petróleo, que encarece los
costes de producción y transporte de alimentos, y al cambio climático, está en
la base de la crisis. Según Álex Guillamón, de la organización Entrepueblos, la
solución está en "promover la soberanía alimentaria y el desarrollo rural y en
invertir en la capacidad productiva y en la capacidad del campesinado de cada
país para abastecer a su población, además de regular a nivel jurídico el
derecho a la alimentación".
Mientras, el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria
ha declarado el Estado de Emergencia de los Pueblos, por el que propone que
pueblos y gobiernos suspendan las medidas legislativas y los acuerdos que pongan
en peligro el derecho a los alimentos y la soberanía alimentaria.