Nuestro Planeta
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La tragedia social y ecológica de la producción de biocombustibles agrícolas en América
Miguel A Altieri y Elizabeth Bravo
Grupo Semillas - Colombia
Las naciones pertenecientes al OECD
–la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, quienes consumen
el 56% de la energía del planeta, tienen una necesidad imperiosa de un
combustible líquido que reemplace al petróleo. Se espera que las tasas mundiales
de extracción de petróleo aumenten este año, y el suministro global disminuirá
significativamente en los próximos cinco años[1] . Existe también una gran
necesidad de encontrar un sustituto para el combustible fósil, que es uno de los
principales causantes del cambio climático global a través de la emisión de CO2
y otros gases del efecto invernadero.
Los biocombustibles han sido promovidos como una prometedora alternativa
al petróleo. La industria, los gobiernos y científicos impulsores de los
biocombustibles afirman que servirán como una alternativa al petróleo que se
acaba, mitigando el cambio climático por medio de la reducción de las emisiones
de gases de efecto invernadero, aumentando los ingresos de los agricultores, y
promoviendo el desarrollo rural. Sin embargo, rigurosas investigaciones y
análisis realizados por respetados ecologistas y cientistas sociales sugieren
que el boom de la industria de biocombustibles a gran escala será desastrosa
para los agricultores, el medio ambiente, la preservación de la biodiversidad y
para los consumidores, particularmente, los pobres.
En este trabajo exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas
de la producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las falsas
afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los "combustibles
verdes", el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos
impulsados por la industria agroenergética –todos, se espera, genéticamente
modificados - no reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si
desplazará a miles de agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de
muchos países ,y acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente
en el Sur Global.
Biocombustibles en Estados Unidos: Alcance e impactos
Producción de Etanol
La Administración Bush se ha comprometido a expandir significativamente los
biocombustibles para reducir su dependencia al petróleo extranjero. (EEUU
importa el 61% del crudo que consume, a un costo de $75 billones por año.) A
pesar de la existencia de una amplia gama de biocombustibles, el etanol
proveniente del maíz y de la soja constituye el 99% de todos los biocombustibles
utilizados en EEUU, y se espera que su producción exceda los objetivos para el
2012 de 7.5 billones de galones por año (Pimentel 2003). La cantidad de maíz
cultivado para producir etanol en las destilerías se triplicó en EEUU, yendo de
18 millones de toneladas en el 2001 a 55 millones en el 2006 (Bravo 2006).
Destinando la actual producción estadounidense de maíz y soja a los
biocombustibles, se encontrará con que reemplaza simplemente el 12% de la
demanda nacional de gasolina y el 6% de la demanda de diesel. En EEUU el área de
tierra utilizada para la agricultura constituye un total de 625.000 acres
cuadrados. Bajo los cánones actuales, alcanzar la demanda de aceite para
biocombustibles requerirá 1.4 millones de millas cuadradas de maíz para etanol u
8.8 millones de kilómetros cuadrados de soja para biodiésel (Korten 2006).
Dakota del Sur e Iowa ya han dedicado el 50% de su maíz a la producción de
etanol, lo que ha llevado a la disminución del suministro de maíz para alimento
para animales y para el consumo humano. A pesar de que una quinta parte de la
cosecha de maíz norteamericana fue destinada a la producción de etanol en el
2006, esta suplió solamente el 3% de la demanda de combustible de este país
(Bravo 2006).
La escala de producción necesaria para alcanzar la proyección en masa de granos,
promoverá la implementación de monocultivo industrial de maíz y soja, con
drásticas consecuencias ambientales. La producción de maíz conduce a una erosión
del suelo mayor que la producida por cualquier otro cultivo utilizado en EEUU.
En todo el Oeste los granjeros han abandonado la rotación de cultivos para
plantar maíz y soja exclusivamente, incrementando de esta forma el promedio de
erosión del suelo, de 2.7 toneladas anuales por acre a 19.7 toneladas (Pimentel
et al 1995). La falta de rotación de cultivos también aumentó la vulnerabilidad
a las pestes, por ende necesitando una mayor incorporación de pesticidas
que otros cultivos (en EEUU, alrededor del 41% de los herbicidas y el 17% de los
insecticidas son aplicados al maíz- (Pimentel y Lehman 1993)). La
especialización en la producción de maíz puede ser peligrosa: a principios de
los 70s cuando los maíces híbridos de alto rendimientos uniforme constituían el
70% de todos los cultivos de maíz, una enfermedad de la hoja (leaf blight) que
afectó a estos híbridos condujo a un 15% de pérdida de rendimientos a través de
esa década (Altieri 2004). Es esperable que este tipo de vulnerabilidad de los
cultivos se incremente en nuestro clima crecientemente volátil, causando un
efecto ondulatorio en toda la cadena alimentaria. Deberíamos tener en cuenta las
implicaciones de vincular nuestra economía energética a ese mismo volátil y
fluctuante sistema alimentario.
Este cultivo es particularmente dependiente de la utilización del herbicida
atrazina, un conocido disruptor endocrino. Dosis bajas de disruptores endocrinos
pueden causar problemas de desarrollo al interferir con catalizadores hormonales
en puntos nodales del desarrollo de un organismo. Hay estudios que demuestran
que la atrazina puede causar anormalidades sexuales en las poblaciones de ranas,
incluyendo hermafrodismo (Hayes et al 2002).
El maíz requiere grandes cantidades de nitrógeno químico como fertilizante, uno
de los mayores responsables de la contaminación del agua y el suelo de la "zona
muerta" en el Golfo de México. Las tasas medias de aplicación de nitratos en las
tierras de cultivo estadounidenses oscila entre los 120 y los 550 Kg. de N por
hectárea. El uso ineficiente de fertilizantes de nitrógeno por parte de los
cultivos conduce al escurrimiento de residuos altamente nitrogenados, sobre todo
hacia aguas de superficie y subterráneas. La contaminación de acuíferos con
nitratos se ha extendido en niveles altamente peligrosos en muchas poblaciones
rurales. En EEUU se ha estimado que más del 25% de las fuentes de agua potable
contiene niveles de nitratos por sobre el standard de seguridad de 45 partículas
por millón (Conway y Pretty 1991). Los altos niveles de nitratos son peligrosos
para la salud humana, y hay estudios que han vinculado la incorporación de
nitratos a la metahemoglobinemia[2] en niños, y cáncer gástrico, de vejiga y de
esófago en adultos.
La expansión del maíz en áreas secas, como Kansas, requiere de irrigación,
aumentando la presión sobre las ya agotadas fuentes subterráneas como el
acuífero Ongalla en el Suroeste norteamericano. En partes de Arizona, el agua
subterránea ya está siendo extraída a un ritmo diez veces mayor que el de
recuperación natural de esos acuíferos naturales (Pimentel et al 1997).
Soja para biodiésel
Actualmente en EEUU, la soja es el principal cultivo energético para la
producción de biodiésel. Entre 12004 y 2005 el consumo de biodiésel aumentó un
50%. Alrededor de 67 nuevas refinerías se encuentran en construcción con
inversiones de los gigantes del agronegocio como ADM y Cargill. Cerca de un 1,5%
de la cosecha de soja produce 68 millones de galones de biodiésel, un
equivalente a menos del 1% del consumo de gasolina. Por lo tanto, si la
totalidad de la cosecha de soja fuera destinada ala producción de biodiésel,
sólo alcanzaría a cubrir un 6% de la demanda nacional de diesel (Pimentel y
Patzek 2005).
La mayor parte de la soja estadounidense es transgénica, producida por Monsanto
para resistir su herbicida Roundup, hecho con el químico Glifosato (en 2006 se
cultivaron 30.3 millones de hectáreas de soja Roundup-Ready, más del 70%
de la producción doméstica). La dependencia de la soja resistente al herbicida
conduce a un aumento en los problemas de malezas resistentes y pérdida de
vegetación nativa. Dada la presión de la industria para incrementar el uso de
herbicidas, una creciente cantidad de tierras serán tratadas con Roundup. La
resistencia al glifosato ha sido documentada en poblaciones anuales de roya,
quackgrass, trébol de serradella y Cirsium arvense. En Iowa, poblaciones de la
maleza Amaranthus rudis mostraron señales de germinación tardía que les permite
adaptarse mejor a las fumigaciones tempranas, la maleza velvetleaf demostró
tolerancia al glifosato, y la presencia de un tipo de horseweed resistente al
Roundup se ha documentado en Delaware. Incluso en áreas donde no se ha observado
resistencia en las malezas, los científicos notaron un aumento en la presencia
de especies de malezas más fuertes, como Eastern Black Nightshade en Illinois y
Water Hemp (Certeira y Duke 2006, Altieri 2004).
Actualmente no hay datos sobre residuos de Roundup en soja y maíz, en tanto los
granos no están incluidos en las regulaciones de mercado convencionales para
residuos de pesticidas. Sin embargo se sabe que en tanto el Glifosato es un
herbicida sistémicamente persistente (aplicado en alrededor de 12 millones de
acres de cultivos en EEUU) está presente en las partes cosechadas de las
plantas, y no es completamente metabolizable, por lo tanto se cumula en zonas
meristémicas como las raíces y nódulos (Duke et al 2003).
Lo que es más, información sobre los efectos de este herbicida sobre la calidad
del suelo es incompleta, sin embargo las investigaciones han demostrado que es
probable que la aplicación de glifosato esté vinculada a los siguientes efectos
(Motavalli et al 2004):
• Una reducción de la habilidad de la soja y el trébol para
fijar nitrógeno, afectando indirectamente la simbiosis.
• La presentación de sojas y trigos más vulnerables a las
enfermedades, como se evidenció el año pasado con el crecimiento de Head Blight
en el trigo Fusarium en Canadá.
• La disminución de microorganismos presentes en el suelo, que
cumplen funciones regenerativas necesarias que incluyen la descomposición de
materia orgánica, la liberación y conclusión del ciclo de nutrientes y la
supresión de organizamos patógenos.
• Los cambios potenciales incluyen la alteración de la
actividad microbial en el suelo debido a diferencias en la composición de las
exudaciones de las raíces, alteraciones de las poblaciones microbianas, y
toxicidad los pasajes metabólicos que pueden evitar el crecimiento normal de
bacterias y hongos.
• El glifosato también ha tenido efectos negativos en
poblaciones de anfibios, especialmente en aquellos como el altamente susceptible
renacuajo norteamericano (Relyea 2005).
Implicaciones e impactos para América Latina
Soja
Estados Unidos no será capaz de producir domésticamente biomasa suficiente para
satisfacer su apetito de energía. En cambio, cultivos energéticos serán
sembrados en el Sur Global. Grandes plantaciones de caña de azúcar, palma
africana y soja ya están suplantando bosques y pastizales en Brasil, Argentina,
Colombia, Ecuador y Paraguay. El cultivo de soja ha causado ya la deforestación
de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones de hectáreas en
Argentina, 2 millones en Paraguay y 600.000 en Bolivia. En respuesta a la
presión del mercado global, próximamente se espera, sólo en Brasil, la
deforestación adicional de 60 millones de hectáreas de territorio (Bravo 2006).
Desde 1995, el total de tierras destinadas a la producción de soja en Brasil de
incrementó en un 3.2% anual (320.000 hectáreas por año). Hoy la soja -junto a la
caña de azúcar- ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo en Brasil
con un 21% del total del área cultivada. El territorio total utilizado en el
cultivo de soja se ha multiplicado 57 veces desde 1961, y el volumen de
producción se ha multiplicado 138 veces. 55% de la soja, o 11.4 millones de
hectáreas, es genéticamente modificada. En Paraguay, la soja ocupa más del 25%
de toda la tierra de agricultura. La deforestación extensiva ha acompañado esta
expansión: por ejemplo, buena parte del bosque atlántico de Paraguay ha sido
deforestado, en parte para el cultivo de soja que abarca el 29% del uso de
tierras para agricultura del país (Altieri y Pengue 2006).
En particular, grandes índices de erosión acompañan la producción de soja,
especialmente en áreas donde no se implementan ciclos largos de rotación de
cultivos. La pérdida de cobertura de suelo promedia las 16 toneladas por
hectárea de soja en el oeste medio norteamericano. Se ha estimado que en Brasil
y en Argentina los promedios de pérdida de suelo se encuentran entre las 19 – 30
toneladas por hectárea, dependiendo de las prácticas de manejo, el clima y la
pendiente. Las variedades de soja resistente al herbicida han incrementado
la viabilidad de la producción de soja para los agricultores, muchos de los
cuales han comenzado su cultivo en tierras frágiles propensas a la erosión (Jason
2004).
En Argentina el cultivo intensivo de soja ha llevado a un masivo agotamiento de
los nutrientes del suelo. Se ha estimado que la producción continuada de soja ha
resultado en la pérdida de un millón de toneladas métricas de nitrógeno y
227.000 toneladas métricas de fósforo a nivel nacional. Se estima que el costo
de recomposición de nutrientes con fertilizantes es de 910 millones de dólares.
La concentración de nitrógeno y fósforo en las cuencas de los ríos de América
Latina está ciertamente vinculada al aumento en la producción de soja
(Pengue2005).
El monocultivo de soja en la Cuenca del Amazonas ha tornado infértil parte de
los suelos. Los suelos pobres necesitan de una mayor aplicación de fertilizantes
industriales para obtener niveles competitivos de productividad. En Bolivia, la
producción de soja se expande hacia el Este, áreas que ya sufren de suelos
compactos y degradados. 100.000 hectáreas de tierras agotadas, antiguamente
productoras de soja, han sido abandonadas para pastoreo, lo que lleva a una
mayor degradación (Fearnside 2001). Los biocombustibles están
iniciando un nuevo ciclo de expansión y devastación de las regiones del Cerrado
y la Amazonía. En tanto los países de América Latina incrementen sus inversiones
en cultivo de soja para biocombustibles, podemos esperar que las implicaciones
ecológicas se intensifiquen.
Caña de azúcar y etanol en Brasil
Brasil ha producido caña de azúcar para combustible etanol desde 1975. En 2005
había 313 plantas procesadoras de etanol con una capacidad de producción
de 16 millones de metros cúbicos. Brasil es el mayor productor de caña de azúcar
del mundo, y produce el 60% del total mundial de etanol de azúcar con cultivos
de caña de 3 millones hectáreas (Jason 2004). En 2005, la producción alcanzó un
récord de 16.5 billones de litros, de los cuales 2 millones fueron destinados
para exportación. El monocultivo de caña de azúcar por si solo suma el 13% de la
aplicación de herbicida a nivel nacional. Estudios realizados por EMBRAPA
(Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) en 2002 confirmaron la
presencia de contaminación vinculada al uso de pesticidas en el Acuífero
Guaraní, atribuible principalmente al cultivo de caña en el Estado de San Pablo.
Estados Unidos es el mayor importador de etanol brasileño, importando el 58% del
total de su producción nacional en 2006. Esta relación comercial fue reforzada
por el reciente acuerdo sobre etanol de la administración Bush con Brasil. Lejos
de ser buenas noticias para Brasil, si la propuesta de la administración Bush
sobre el estándar de combustible renovable para el etanol fuera a ser alcanzado
con la caña brasileña, Brasil debería incrementar su producción con un
adicional de 135 billones de litros por año. El área cultivada se está
expandiendo rápidamente en la región del Cerrado, cuya vegetación se espera
habrá desaparecido para el 2030. 60% de las tierras de cultivo de caña son
controladas por 340 destilerías (Bravo 2004).
Considerando el nuevo contexto energético global, los políticos brasileños y
oficiales de la industria están formulando una nueva visión para el futuro
económico del país, centrada en la producción de recursos energéticos para
desplazar en un 10% el uso mundial de gasolina en los próximos 20 años. Esto
requeriría quintuplicar el territorio dedicado a la producción de caña, de 6 a
30 millones hectáreas. Los cultivos nuevos conducirán a la apertura de tierras
en nuevas áreas, que probablemente serán objeto de la deforestación en niveles
comparables a los de la región de Pernambuco, donde sólo resta un 2.5% de los
bosques originales (Fearnside 2001).
Eficiencia energética e implicaciones económicas
La producción de etanol es sumamente intensiva energéticamente. Para producir
10.6 billones de litros de etanol, EEUU utiliza alrededor de 3.3 millones de
hectáreas de tierras, que a su vez tienen un requerimiento masivo de energía
para fertilizar, desmalezar y cosechar el maíz (Pimentel 2003). Estos 10.6
billones de litros de etanol sólo proveen el 2% de la gasolina utilizada por los
automóviles en EEUU anualmente.
A instancia de los estudios Shapouri et al (2004)" de la USDA que reportaron un
retorno neto positivo en la producción de etanol, Pimentel y Patzek (2005),
utilizando datos de todos los 50 estados y tomando en cuenta todos los "inputs"
de energía (incluyendo la manufactura y reparación de maquinaria agrícola y
equipamiento para fermentación y destilación) concluyeron que la producción de
etanol no provee un beneficio energético neto. Por el contrario, revelaron
que requiere más energía fósil producirla que la que produce. En sus cálculos,
la producción de etanol de maíz requiere 1.29 galones de combustibles fósiles
por galón de etanol producido, y la producción de biodiésel de soja requiere
1.27 galones de energía fósil por galón de diesel producido. En suma, debido a
la relativa baja densidad energética del etanol. Aproximadamente 3 galones
etanol son necesarios para reemplazar 2 galones de gasolina.
La producción de etanol norteamericana se ha beneficiado anualmente de $3
billones de dólares en subsidios federales y estatales ($0.54 por galón), que en
general se acrecienta para los gigantes del agronegocio. En 1978 EEUU introdujo
un impuesto al etanol, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón para
aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10% de etanol). Esto resultó en
un subsidio de $10 billones de dólares a Archer Daniels Midland, desde 1980 a
1997 (Bravo 2006). En 2003 más del 50% de las refinerías de etanol en EUA
pertenecían a agricultores. En 2006, el 80% de las nuevas refinerías pertenecían
a sociedades anónimas, con $556 millones en ganancias proyectadas, beneficiando
a los productores más grandes. Para el 2007, se espera que la cifra alcance los
$1.3 billones de dólares.
Seguridad alimentaria y el destino de los agricultores
Los impulsores de la biotecnología postulan la expansión del cultivo de soja
como una medida de la adopción exitosa de tecnología transgénica por parte de
los agricultores. Pero este dato esconde el hecho de que la expansión de la soja
conduce a una extrema concentración de tierras e ingresos. En Brasil, el cultivo
de soja desplaza once trabajadores de la agricultura por cada nuevo trabajador
que emplea. Este no es un fenómeno nuevo. En los 70s, 2.5 millones de personas
fueron desplazadas por la producción de soja en Paraná, y 300.000 fueron
desplazadas en Río Grande do Sul. Muchos de estos ahora sintierras fueron a la
Amazonía, donde desmontaron bosques primitivos. En la región del Cerrado, donde
la producción de soja transgénica está en expansión, el desplazamiento de
personas has sido relativamente modesto debido a la baja densidad de población
del área (Altieri y Pengue 2006).
En Argentina, 60.000 establecimientos agropecuarios fueron excluidos mientras el
área cultivada con soja Roundup Ready se triplicó. En 1998, había 422.000
granjas en Argentina mientras en 2002 sólo quedaban 318.000, reduciéndose en una
cuarta parte. En una década, el área sojera se incrementó en un 126% a expensas
de la producción de lácteos, maíz, trigo y frutas. En la campaña 2003/2004, se
sembraron 13.7 millones de hectáreas de soja, pero hubo una reducción de 2.9
millones de hectáreas de maíz y 2.15 millones de hectáreas de girasol. Para la
industria biotecnológica, el aumento en el área cultivada de soja y la
duplicación de los rendimientos por unidad son un éxito económico y agronómico.
Para el país, esto implica mayor importación de alimentos básicos, por ende
pérdida de soberanía alimentaria, aumento en el precio de los alimentos y el
hambre (Pengue 2005).
El avance de la "frontera agrícola" para biocombustibles es un atentado contra
la soberanía alimentaria de las naciones en desarrollo, en tanto la tierra para
producción de alimentos está crecientemente siendo destinada a alimentar los
automóviles de los pueblos del Norte. La producción de biocombustibles también
afecta directamente a los consumidores con un incremento en el costo de los
alimentos. Debido al hecho de que más del 70% de los granos en EUA son
utilizados como piensos, se puede esperar que al doblar o triplicar la
producción de etanol suban los precios del maíz, y como consecuencia, el precio
de la carne. La demanda de biocombustible en EEUU ha estado vinculada a un
incremento masivo en el precio del maíz que condujo a un reciente aumento del
400% en el precio de la tortilla en México.
Cambio Climático
Uno de los principales argumentos de quienes abogan por los biocombustibles es
que estas nuevas formas de energía ayudarán a mitigar el cambio climático.
Promoviendo el monocultivo mecanizado que requiere de agroquímicos y
maquinarias, lo más probable es un aumento en las emisiones de CO2 como
resultado final. Mientras los bosques captores de carbono son eliminados para
abrirle el camino a los cultivos destinados a los biocombustibles, las emisiones
de CO2 aumentaran en vez de disminuir. (Bravo 2006, Donald 2004).
Mientras los países del Sur entran en la producción de biocombustible, el plan
es exportar gran parte de su producción. El transporte a otros países aumentará
en gran medida el uso de combustible y las emisiones de gases. Lo que es más,
convertir biomasa vegetal en combustible liquido en la refinerías produce
inmensas cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero (Pimentel y
Patzek 2005).
El cambio climático global no será remediado por el uso de biocombustibles
industriales. Será necesario hacer un giro fundamental en los patrones de
consumo del Norte Global. El único modo de detener el calentamiento global es
una transición del modelo de agricultura industrial a gran escala hacia uno de
agricultura orgánica y a pequeña escala, y disminuyendo el consumo mundial de
combustible por medio de la conservación.
Conclusiones
La crisis energética –por el sobre-consumo y el cenit del petrolero- ha
proporcionado la oportunidad para tejer poderosas alianzas globales entre las
industrias del petróleo, los granos, la ingeniería genética y la automotriz.
Estas nuevas alianzas entre alimentos y combustibles están decidiendo el futuro
del paisaje agrícola mundial. El boom de los biocombustible consolidará su
control sobre nuestros sistemas alimentarios y energéticos, y les permitirá
determinar qué, cómo y cuánto se producirá, resultando en más pobreza rural,
destrucción ambiental y hambre. Los grandes beneficiarios de la revolución de
los biocombustibles serán los grandes del mercado de los granos, incluyendo a
Cargill, ADM y Bunge; compañías de petróleo como BP, Shell, Chevron, Neste Oil,
Repsol y Total; compañías automotrices como General Motors, Volkswagen AG, FMC-Ford
France, PSA Peugeot-Citröen y Renault; y gigantes de la biotecnología como
Monsanto, DuPont, y Syngenta.
La industria de la biotecnología esta utilizando la actual fiebre del
biocombustible para lavar su imagen desarrollando y diseminando semillas
transgénicas para la producción energía, no de alimentos. Ante la creciente
desconfianza y el rechazo publico que se viene manifestando por los cultivos y
alimentos transgénicos, la biotecnología será usada por las corporaciones para
maquillar su imagen, argumentando que desarrollarán nuevas semillas
genéticamente modificadas para la producción optimizada de biomasa o que
contienen la enzima alfa-amilasa que permitirá dar comienzo al proceso de etanol
mientras el maíz continua en el campo- una tecnología que, argumentan, no
tendría impactos negativos en la salud humana. La diseminación de este tipo de
semillas en el ambiente agregará otra amenaza ambiental a aquellas relacionadas
al maíz GM que en el 2006 los 32.2 millones de hectáreas: la introducción de
nuevos eventos en la cadena alimentaria humana como ha ocurrido con el maíz
Starlink y el arroz LL601.
En tanto los gobiernos son seducidos por las promesas del mercado global de
biocombustibles, dieron surgimiento a planes nacionales de biocombustibles que
limitarán sus sistemas agrícolas a la producción de gran escala, monocultivos
energéticos, dependientes de la utilización intensiva de herbicidas y
fertilizantes químicos, así desviando millones de valiosas hectáreas de cultivo
que de otra forma podrían ser destinadas a la producción de alimentos. Es
enormemente necesario un análisis social que anticipe las implicancias del
desarrollo de programas de biocombustibles sobre la seguridad alimentaria y el
medioambiente en países pequeños como el Ecuador. Este país planea expandir
50,000 hectáreas la producción de caña de azúcar, y habilitar 100,000 hectáreas
de bosque natural para plantaciones de aceite de palma. Las plantaciones de
aceite de palma ya están causando desastres ambientales en la región Colombiana
del Choco (Bravo 2006).
Claramente, los ecosistemas de las áreas en donde se está produciendo
agricultura para biocombustibles se están degradando rápidamente. La producción
de biocombustibles no es ambiental ni socialmente sustentable ahora ni en
el futuro.
Es también preocupante que las universidades públicas y los sistemas de
investigación (por ejemplo el acuerdo recientemente firmado por BP y la
Universidad de California-Berkeley) son presas fáciles de la seducción de los
grandes capitales y la influencia del poder político y corporativo. Además de
las implicancias de la intromisión de los capitales privados en la definición de
las agendas de investigación y la composición de la academia –que desgasta la
misión pública de las universidades en beneficio de los intereses privados- es
un atentado a la libertad académica y el gobierno de las facultades. Estas
sociedades impiden que las universidades se involucren en una investigación
imparcial, e imposibilitan que el capital intelectual pueda explorar verdaderas
alternativas sustentables a la crisis energética y el cambio climático.
No hay duda en que la conglomeración del petróleo y el capital de la
biotecnológico decidirá cada vez más sobre el destino de los paisajes rurales de
las Américas. Sólo alianzas estratégicas y la acción coordinada de los
movimientos sociales (organizaciones campesinas, movimientos ambientalistas y de
trabajadores rurales, ONGs, asociaciones de consumidores, miembros comprometidos
del sector académico, etc.) pueden ejercer una presión sobre los gobiernos y
empresas multinacionales para asegurar que estas tendencias sean detenidas. Y
más importante aun, necesitamos trabajar en conjunto para asegurarnos que todos
los países adquieran el derecho a conseguir su soberanía alimentaria por vía de
sistemas de alimentación basados en la agroecología y desarrollados localmente,
de la reforma agraria, el acceso a agua, semillas y otros recursos, y políticas
agrarias y alimentarias domesticas que respondan a las necesidades de los
campesinos y los consumidores, en especial de los pobres.
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NOTAS:
[1] Ver Colin Campbell, http://www.oilcrisis.com/campbell/ http://www.oilcrisis.com/campbell/
[2] Debido a una deficiencia de la enzima diaforasa, la sangre de
las víctimas de met-Hb reduce su capacidad de trasportar oxígeno. En lugar de
ser color roja, la sangre arterial de las víctimas de la met-Hb victims es
marrón. Esto resulta en que la piel de los enfermos caucásicos se torne azulada
(por eso la referencia a los "hombres azules"). Los niños de menos de 6 meses
son particularmente susceptibles a la methemoglobinemia causada por nitratos
ingeridos en el agua, deshidratación causada usualmente por gastroenteritis con
diarreas, sepsis y anestésicos tópicos que contengan benzocaína.
(http://en.wikipedia.org/wiki/Methemoglobinemia).