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El debate sobre biocombustibles: entre la seguridad alimentaria y el precio del petróleo
Gerardo Honty
Alai-amlatina
En los últimos días ha recrudecido el debate sobre los llamados "biocombustibles".
La retórica de los argumentos se repite sin solución de continuidad, con
discursos que siempre tienen a los pobres y al medio ambiente como centro de las
preocupaciones pero manteniéndolos alejados de las decisiones. Desde las
Naciones Unidas y otras instituciones se alerta sobre los combustibles derivados
de la agricultura, los que en sentido estricto deben ser llamados "agrocombustibles",
para tener siempre presente su origen en cultivos alimentarios.
Pero en los últimos días, los cuestionamientos provienen desde varios frentes.
Por un lado, el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique
Strauss-Kahn, le echó un poco de etanol al fuego al declarar que producir
biocombustible a partir de alimentos planteaba "un verdadero problema moral", en
momentos en que los países pobres se enfrentan a una grave crisis alimentaria.
Desde otras tiendas, el presidente de Bolivia, Evo Morales, acaba de lanzar
alertas similares contra estos productos.
El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, el suizo Jean
Ziegler, calificó (una vez más) la producción masiva de biocombustibles de
"crimen contra la Humanidad", ya que el uso de tierras fértiles para producir
carburantes reduce las superficies destinadas a los alimentos y provoca el
aumento de sus precios.
En el marco de la 30a Conferencia Regional para América Latina y el Caribe de la
FAO, celebrada en Brasilia, del 14 al 18 de abril, el presidente de Brasil, Lula
da Silva retrucó: "El verdadero crimen contra la Humanidad será descartar a
priori a los biocombustibles, y relegar a los países estrangulados por la falta
de alimentos y energía a la dependencia y la inseguridad".
En el encuentro de FAO estaban presentes 33 países con el objetivo de analizar
el problema del aumento de los precios de los productos básicos y su repercusión
en la seguridad alimentaria. Sus conclusiones no han sido alentadoras. El
director de FAO, Jacques Diouf, al finalizar la reunión sostuvo que la crisis de
los precios de los alimentos en el mundo será prolongada: "se dice que si la
producción (de alimentos) aumenta los precios bajan, pero no es eso lo que va a
pasar".
Destacó que el alza de los precios se debe a una suma de factores, entre ellos:
subidas de precios de los fertilizantes (58 por ciento en los últimos 12 meses),
aumento del precio del petróleo, y la acción de los "especuladores", que se han
lanzado a "buscar oportunidades" en los mercados de materias primas. A su juicio
no hay escasez de alimentos sino obstáculos para que los más pobres accedan a
ellos.
Juan García Cebolla, Coordinador de la Iniciativa América Latina y Caribe Sin
Hambre refuerza lo que dice su director: "La Región en su conjunto produce el 30
por ciento más de lo que necesitaría para alimentar adecuadamente a toda su
población. Esto significa que no es un problema de producción en términos
generales aunque haya zonas donde producen menos de lo que consumen." Según
datos de la organización 52,4 millones de personas permanecen subnutridas en
América Latina, nueve millones de las cuales son niñas y niños menores de cinco
años de edad.
Lula afirmó ante la FAO que los biocombustibles no son el "villano" que amenaza
la seguridad alimentaria de los países pobres, y que en cambio, son una
herramienta para su desarrollo económico. A la vez se quejó de que se mencione
tanto el impacto de la producción de biocombustibles en los alimentos y nadie
cuestione "el impacto negativo del aumento del petróleo en los costos de
producción, o que muy pocos se levantan contra el impacto nocivo de los
subsidios y del proteccionismo en el sector agrícola" promovido por los países
ricos.
En realidad y posiblemente sin darse cuenta, Lula coincidía con el mensaje de su
archienemigo, el director de la FAO, Diouf, al sostener que los alimentos suben
por una suma de factores diversos donde hay varios villanos, entre ellos el
precio del petróleo. Ese valor se ha multiplicado por cinco en la última década
si lo evaluamos en dólares y se ha cuadruplicado si los medimos en euros. No
obstante el costo de producción del crudo no se ha modificado sustancialmente.
¿Quién está acumulando la ganancia?
Los mayores pozos petroleros no están en territorios de los países centrales ni
las grandes reservas están en manos de las compañías privadas. El poco petróleo
que queda está mayoritariamente en manos de empresas estatales en territorios
del tercer mundo. Por lo tanto la pregunta clave es: ¿a dónde están yendo esos
recursos?
La discusión presente sobre alimentos y agrocombustibles elude con su retórica
lo principal: el problema no está solamente en qué se produce, sino en cómo se
apropian la ganancias. No es solamente si la tierra alcanza o no para todos los
cultivos, el problema también es cómo se organiza y quién controla la
distribución de la producción y sus ganancias.
El razonamiento expuesto por el presidente brasileño –que forma parte de un
imaginario colectivo mayor- es que los agricultores, en vez de producir
alimentos, deben producir agrocombustibles para exportación. De esta manera los
ingresos percibidos por la venta del biocombustible generarán los recursos para
que los agricultores (entre otros pobres) compren los alimentos.
Sin embargo, por alguna razón, los ingresos nunca llegan a los agricultores
pobres, principal preocupación en la retórica de las cumbres. Los dineros van
quedando a lo largo de la larga cadena de producción, distribución y consumo
donde otros se apropian de las ganancias. Y este es el verdadero "problema
moral" y el auténtico "crimen contra la humanidad".
Es probable que la gran demanda de biocombustibles tenga parte de la
responsabilidad del aumento de los alimentos. No es cierto que tenga la
responsabilidad de que la quinta parte de la población del mundo esté pasando
hambre.
- Gerardo Honty coordina la iniciativa en agrocombustibles (