Nuestro Planeta
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La verdadera crisis del campo argentino
Carlos A. Vicente
El 11 de marzo del corriente el gobierno argentino estableció un incremento
de las retenciones sobre las exportaciones de soja, elevando el canon del 33% al
44% y aplicando un sistema de retenciones móviles que varía de acuerdo al precio
internacional de la soja. La respuesta por parte de los productores sojeros no
dejó de esperarse.
El objetivo declarado del incremento en las retenciones fue el de dar un paso en
los intentos del gobierno en la redistribución de la riqueza al mismo tiempo que
intentar frenar el avance del monocultivo de soja apoyando con esos fondos otras
producciones.
Pocos días después cuatro entidades del agro (Confederaciones Rurales
Argentinas, Sociedad Rural Argentina, Confederación de Asociaciones Rurales de
Buenos Aires y La Pampa y la Federación Agraria Argentina) que agrupan a
distintos sectores de los productores sojeros (desde los grandes terratenientes
a los medianos y pequeños productores) lanzaron en conjunto un lock-out
agrario, cortando las principales rutas de transporte de alimentos y provocando
un grave problema por el desabastecimiento de alimentos. El único reclamo de
estas protestas es el de la eliminación de esta medida.
Junto a ellos, los poderosos medios de comunicación ligados a estos intereses
empresariales inundaron los noticieros hablando de un "paro histórico" y de la
vuelta de los "cacerolazos". Muy lejos están estos cacerolazos de aquellos que
se hicieron oír en todo el mundo en diciembre del 2001.
A pesar de la invitación al diálogo de la presidenta, las organizaciones rurales
han decidido continuar con la medida de fuerza creando un panorama de
incertidumbre e inestabilidad insólito por ser producido por el sector que más
se enriqueció en los últimos años con la situación creada en Argentina a partir
de la devaluación del año 2002.
Muy lejos de ellas las organizaciones campesinas apoyan las retenciones pero
exigen una profundización de las medidas que reviertan el modelo de "republiqueta
sojera" instalado en la Argentina a partir de la década de los 90.
Frente a la actual crisis provocada por el cierre patronal de los productores
rurales de soja, vale la pena detenerse a mirar un poco más allá de la actual
coyuntura para entender de qué se trata y poder dar una mirada que no oculte
detrás de un árbol el bosque de problemas que nuestra sociedad enfrenta. Sin
embargo parece que el avance de la frontera agrícola durante las últimas décadas
nos ha dejado no solamente sin bosques reales sino también sin la capacidad de
ver los bosques de ideas que se ocultan detrás de esta situación emergente.
Sin duda el debate sobre la necesaria distribución de la renta agraria o la
manera de aplicar las retenciones a grandes y pequeños productores es parte de
un proceso necesario y adeudado por la sociedad argentina.
Pero de ninguna manera podemos dejar de analizar como hemos llegado a esta
situación, cuáles son los verdaderos problemas que enfrentamos y sobre todo,
cuáles son las consecuencias de un modelo que ha invadido la Argentina en tan
sólo 12 años. Este modelo produce ganancias espectaculares para algunos y
problemas gravísimos para toda una sociedad que aún no reacciona, aturdida por
los cantos de sirena de las "producciones record".
El avance de la soja
Fue a mediados de la década del 90 cuando el gobierno menemista, de la mano
del entonces Secretario de Agricultura Felipe Solá, autorizó el cultivo de la
soja transgénica en Argentina. A partir de allí, en un crecimiento nunca antes
registrado en la historia de la agricultura mundial, la soja transgénica comenzó
a invadir nuestra tierra para llegar a ocupar hoy más del 50% de la superficie
agrícola.
La imposición de este modelo sin ningún tipo de regulación gubernamental abrió
las puertas para lo que acertadamente algunos investigadores dieron en llamar
"una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socioecológica"