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Agrocombustibles: despojo de tierras y daños laborales y ambientales
Lejos de contribuir a la reducción de emisiones de gases de efecto
invernadero y al desarrollo rural de la gente pobre, los agrocombustibles están
atentando de forma acelerada contra los derechos agrarios y laborales de los
campesinos en los países en desarrollo y además desequilibran el medio ambiente,
afirmó Robert Bailey, experto de Oxfam, con sede en Gran Bretaña.
Urgen políticas que defiendan a los pobres: Bailey
Lourdes Edith Rudiño
L ejos de contribuir a la reducción de emisiones de gases de efecto
invernadero y al desarrollo rural de la gente pobre, los agrocombustibles están
atentando de forma acelerada contra los derechos agrarios y laborales de los
campesinos en los países en desarrollo y además desequilibran el medio ambiente,
afirmó Robert Bailey, experto de Oxfam, con sede en Gran Bretaña.
La Organización de las Naciones Unidas estimó recientemente que 60 millones de
indígenas en el mundo están en riesgo de ser desplazados de sus tierras para la
producción en gran escala de palma de aceite, caña de azúcar, maíz, trigo y
otros cultivos que se convertirán en agrocombustibles, esto es etanol y
biodiesel, mismos que están siendo demandados crecientemente desde los países
ricos, en particular Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea.
Por ello, es urgente establecer estándares globales y nacionales de
protección de los derechos de la tierra, laborales y del medio ambiente, y
generar un modelo alternativo de producción de los agrocombustibles, en el cual
los pequeños y medianos productores estén involucrados, dijo Bailey.
Como ejemplo, Oxfam ha informado que en 2005 se fundó la primera cooperativa de
biodiesel en Brasil, cuyo empleo de métodos agrícolas sostenibles ha
proporcionado una mejora en los medios de vida de unas 25 mil familias, y además
el objetivo de este biodiesel es proporcionar energía eléctrica a comunidades
marginadas.
"Los gobiernos deben determinar políticas de protección, y prevenir situaciones
como las que ocurren en Indonesia, donde se genera 30 o 40 por ciento de la
producción mundial de palma de aceite y donde los campesinos han entrado en un
círculo de la muerte, afectados por las políticas de las grandes corporaciones",
señaló el entrevistado.
Indonesia, historia perversa. Según ha documentado Oxfam, en Indonesia 6
millones de hectáreas se dedican a la producción de palma de aceite y se prevé
llegar a 20 millones en 2020. Allí 400 comunidades enfrentan conflictos por la
tierra relacionados con este cultivo. Un 30 por ciento de la palma del país es
producido por pequeños agricultores, que sostienen a 4.5 millones de personas;
en su mayoría proceden de comunidades indígenas que han perdido sus tierras por
el avance de las plantaciones y fueron "compensados" con dos hectáreas por
familia en que plantan palma.
Estos campesinos están atados a las compañías de aceite de palma que les
proporcionan créditos para preparar la tierra; con deudas acumuladas, se ven
obligados a vender sólo a esas empresas. Con ello, aceptan cualquier precio que
les den y sus pagos a menudo se retrasan y son afectados por deducciones poco
transparentes. Ello, aparte de que el monocultivo utiliza agua en exceso y
dificulta que las comunidades aledañas siembren, además de que tierras y canales
se ven contaminados por aguas residuales de los molinos de palma y por los
químicos vertidos.
"Es muy importante decir, señaló Bailey, que la estrategia de reducción de
emisiones en la Unión Europea o en Estados Unidos o en cualquier otro país
desarrollado no debe contravenir los derechos de la gente de países del Sur. El
cambio climático es algo que fue causado por los ricos y no deben pagar el pato
los pobres."
Bailey consideró indispensable que se modifiquen las políticas de las
corporaciones involucradas en los agrocombustibles, de otra forma "vamos a ver
que las condiciones laborales inaceptables y explotadoras van a continuar,
particularmente en la forma de producción en las plantaciones, y en la medida
que la escala productiva continúe incrementándose, también aumentará el número
de personas explotadas, trabajando en condiciones inaceptables, y el número de
personas expulsadas de sus tierras".
Corporaciones. Explicó que esta industria, al ser nueva, estar aún en
formación, no ha creado oligopolio, pero sí es un hecho que están involucradas
compañías muy grandes como Archer Danield’s Midland y Cargill, "y éstas tienen
una historia de trabajar en grandes extensiones, con mercados muy concentrados"
y con el elemento adicional de que también comercializan materias primas para la
alimentación humana, lo cual puede llevarlas a la especulación.
Bailey destacó al respecto los temores por el uso de cultivos agrícolas para
agrocombustibles en detrimento del abasto alimentario y de su precio. "Es
fundamental que los países integren sus políticas de agrocombustibles con sus
políticas de seguridad alimentaria. Dar de comer a la gente debe ser prioridad
antes que alimentar automóviles".
Para el caso de México, "es muy importante que si se van a utilizar el cultivo
central del país para desarrollar programas de agrocombustibles, tiene que haber
al mismo tiempo programas que aseguren que la gente común y corriente tenga
acceso a la comida. Y hay que decir que el maíz no es un cultivo eficiente para
hacer agrocombustibles.
Lo demuestra el hecho de que la caña de azúcar de Brasil convertida en etanol
genera un ahorro de 90 por ciento respecto de los combustibles fósiles y el maíz
producido en Estados Unidos para etanol da un ahorro de sólo 10 por ciento. Sin
embargo, para el caso de Brasil la objeción que hay es que las condiciones
laborales son inadecuadas, en muchos casos de esclavismo.
Fuente: La Jornada del campo, 15-1-08