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El Salto al patio trasero del infierno
Silvia Ribeiro
El 13 de febrero pasado murió Miguel Ángel López Rocha, de ocho años, luego de
estar 19 días en estado de coma tras haber caído, jugando, al río Santiago en
Jalisco, uno de los peores casos de contaminación industrial y orgánica a nivel
mundial. El contacto con el agua del río le provocó intoxicación con arsénico,
septicemia (infección) generalizada e inflamación cerebral, debido a los altos
niveles de sustancias tóxicas, metales pesados y bacterias nocivas que contiene.
En medio de la tragedia, la familia debió enfrentarse a que el director del
Hospital General de Occidente, Enrique Rábago, alegara que el estado de salud
del niño se debía probablemente a que consumía drogas. Presionados por las
denuncias y protestas de organizaciones de vecinos y sociales de El Salto y de
Jalisco, las autoridades hospitalarias y estatales reconocieron que el caso se
debió a la contaminación del río. Enrique Encizo, de la organización vecinal Un
Salto de Vida declaró: "Esta es una tragedia anunciada, la contaminación del río
Santiago es una bomba de tiempo que autoridades e industrias han puesto sobre
los vecinos de El Salto y Juanacatlán".
El delito de Miguel Ángel fue ser un niño que como otros millares viven o van a
la escuela cerca del río Santiago en las afueras de Guadalajara. Hasta hace
pocas décadas una zona rural, ahora convertida en zona industrial y de viviendas
económicas, conurbada a la segunda ciudad del país y uno de los casos más
dramáticos de contaminación en México. Es un ejemplo particularmente claro de lo
que sucede en el traspatio de la sociedad industrial y de los efectos del modelo
caótico y devastador de urbanización salvaje, para el lucro de unos pocos. Los
habitantes de El Salto y Juanacatlán han denunciado desde hace años muchos casos
de intoxicación y de cáncer, además de alergias, malos olores y una pesada
invasión de zancudos en cada anochecer.
El fraccionamiento La Azucena, de construcción reciente y donde vivía Miguel
Ángel, está enclavado en una área "residencial" de algunas hectáreas en medio
del corredor industrial de Guadalajara. Varios operadores han construido miles
de viviendas nuevas en esa región. En cada bloque de cientos de viviendas, como
La Azucena, no hay ni un sólo árbol ni espacio recreativo, no hay sistemas de
procesamiento de aguas servidas, no hay servicios. Estas son las viviendas que
el presente gobierno y los anteriores ostentan como vivienda social. En realidad
son un negocio redondo para los operadores, como por ejemplo Casas GEO, HYR, ARA
y similares, que consiguen el terreno casi regalado -en muchos casos por
privatización de terrenos ejidales- y construyen cientos o miles de viviendas de
pésima calidad, sin servicios ni áreas verdes y con insuficientes o inexistentes
sistemas de saneamiento. Aún así, las venden con enormes ganancias a los
"beneficiarios" de Infonavit y similares. De paso, chupan y contaminan el agua
de toda la región, poniendo en crisis a pueblos, comunidades y ejidos vecinos
que no pueden competir con esta enorme demanda.
La Azucena está situada entre la carretera -frente a una extensa zona
industrial- y el río Santiago. Entre las viviendas y el río, un bordo construido
con bolsas de arena intenta ocultar la vista y olores del río, teóricamente para
prevenir inundaciones sobre la zona habitacional, lo cual sería un desastre de
proporciones catastróficas. El desagüe de las viviendas va directamente al río.
Aquí cayó Miguel Ángel.
Siendo terrible, esta zona es apenas un mojón más de la cadena de contaminación
de la cuenca del río Santiago. Un punto álgido se encuentra río arriba, en la
colonia La Huizachera, Canal del Ahogado, donde el Sistema Intermunicipal para
los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de Guadalajara arroja desde
enormes tubos las aguas negras de la zona conurbada, mezclada con lodos
industriales que se vierten al sistema municipal, sin tratamiento más que la
molienda de lo que llega para tirarlo líquido al río. Las pocas vacas que pastan
en los alrededores sufren de mastitis crónica, con enormes ubres y heridas
infectadas.
Sobre el corredor industrial de Guadalajara, el río recibe los desechos químicos
de más de 200 grandes empresas nacionales y trasnacionales, entre las cuales se
encuentran Aventis, Bayer, Nestlé, IBM, DuPont, Xerox, United Plastics Group,
Celanese y otras.
Toda esta peste tóxica corre hacia El Salto de Juanacatlán, una cascada de 20
metros que hace tres décadas era una maravilla natural, lugar de refresco de la
región, donde los lugareños recuerdan beber su agua clara, bañarse y pescar. Las
obras hidráulicas en la cascada empeoraron aún más la situación, al retener
materia orgánica que se pudre. Parados en el puente sobre El Salto, una nube
blanca invade el aire trasmitiendo un olor nauseabundo y picante, una sensación
inmediata de toxicidad. La espuma que se forma con la caída es dura y nunca se
disuelve, permanece al pie de la cascada y cubre de blanco sucio todo el ancho
del río, por kilómetros. Todo esto va a parar a la región donde se quiere
construir la presa de Arcediano, que según la declaración oficial es para
proveer ¡agua potable! a los habitantes.
Esto no es un "accidente", ni un caso aislado. ¿Cuántas industrias pueden hacer
esto en sus países sede? ¿Por qué lo permiten las autoridades? Es un crudo
ejemplo de injusticia ambiental y social, un grito de alerta contra la
urbanización salvaje, contracara del despojo rural.