Nuestro Planeta
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Dos años después de los hechos, se abrió en Abidján el caso
contra el carguero de la muerte y la vergüenza
El caso Probo Koala: ¿en qué mundo vivimos?
Tanella Boni
tanellaboni.net
Traducido por Rocío Anguiano
Este proceso deja claro que se trata de un asunto de mucho dinero. Lo menos
que se puede decir es que el respeto de las convenciones internacionales pasa a
segundo plano cuando entran en juego grandes interesentes económicos. Una vez
más, se pisotea la dignidad humana abiertamente en un país en el que los cuerpos
y las almas están muy castigados por varios años de "ni guerra ni paz" y en
donde el desarrollo humano es escaso (véase PNUD, Informe sobre el desarrollo
humano, 2007/2008, p. 232). Se busca a los responsables y todos se exculpan
¡como si los residuos tóxicos hubieran caído del cielo sobre la ciudad de
Abidján, matando a varias decenas de personas e intoxicando a miles! Y eso sin
hablar de las consecuencias a medio y largo plazo sobre el suelo, las capas
freáticas, el mar, la laguna y la selva. Una verdadera catástrofe, provocada de
principio a fin, para la protección, preservación del medio ambiente y la
biodiversidad.
Los hechos se remontan a la noche del 19 al 20 de agosto de 2006. Esa noche, un
"carguero griego con tripulación rusa y bandera panameña" como señala Greenpeace,
fletado por Trafigura Beheer, compañía especializada en el transporte de
hidrocarburos, fundada en 1993 (un año después de la entrada en vigor del
Convenio de Basilea) llega a Abidján. La sociedad, registrada en los Países
Bajos y con presencia también en Suiza, tiene filiales y trabaja con
intermediarios. Una de sus filiales locales en Abidján es Puma Energy y WAIBS
uno de sus agentes. En 2006, algunas semanas antes de la llegada del Probo
Koala, se crea una sociedad llamada Tommy, dirigida por un nigeriano que se
encuentra hoy entre los acusados. Trafigura encarga a Tommy que recupere y trate
los residuos de la limpieza de las cubas. Pero esta sociedad, inexperta, confía
a conductores de camiones cisternas la tarea de verter los residuos (530m3) al
aire libre en el basurero público de Akuedo. El pestilente olor (a huevos
podridos) y las quejas de los que viven en la zona alertan a los conductores que
se asustan y vierten, aquí y allá, en varios sitios, el contenido de las cubas.
Pero verter desechos peligrosos al aire libre va contra las convenciones
internacionales. Se autoriza al Probo Koala a zarpar. Se abren investigaciones.
Se encarcela a algunas personas. En las calles de Abidján se producen actos
violentos y manifestaciones. Pero la causa de las víctimas todavía no se ha
ganado.
En febrero de 2007, Trafigura firma un acuerdo amistoso con el Estado de Costa
de Marfil. Dos de sus dirigentes, así como el director de Puma Energy, que
fueron encarcelados en Abidján en septiembre de 2006, son puestos en libertad.
La multinacional aporta cien mil millones de francos CFA (152 millones de euros)
que deben servir para indemnizar al Estado y a las víctimas y para limpiar las
zonas contaminadas.
Si la palabra escándalo significa algo (como la piedra contra la que uno
tropezaba en la plaza publica1) se podría aludir, para aclarar los
posibles significados de esta palabra, a los hechos que acabo de referir y que,
lejos de ser "anecdóticos" muestran hasta qué punto, hoy, se puede vender
cualquier cosa. Por lo tanto, no habría ni buena ni mala mercancía. Todo se
puede vender, todo se puede comprar, incluidos los residuos tóxicos, con tal de
que la transacción sea sustanciosa, económicamente, para unos y otros. ¿Qué
queda de la ética de la transacción? En pocas palabras, el escándalo llega a la
plaza pública por lo mal que huele el caso. Eso significa, dicho de otro modo,
que se ha ignorado por completo la ética del intercambio y del mercado. ¿Ha
habido algún respeto de las normas en este caso? ¿De esas normas que están más
allá de la moral o del cinismo que gobierna la actuación de unos y otros?
¿Simplemente se han parado a pensar que en la balanza no solo hay miles de vidas
humanas en juego sino también la preservación de un medio ambiente natural?
En el aire quedan otras preguntas. ¿En qué mundo vivimos? Y ¿de quién se están
burlando? De todos modos, hay algo que no encaja. ¡Está muy claro! ¿Hay, en este
planeta, un solo país occidental que aceptaría por un segundo que se vertieran
residuos tóxicos, que apestan, a la vista de todos, al aire libre, en distintos
lugares de una ciudad con varios millones de habitantes? Pero además, ¿qué
dirigente aceptaría desechos peligrosos en el suelo de su país sin desconfiar,
sin tomar las mínimas precauciones? Sin embargo, la gente muere. Miles de
personas han sido intoxicadas, otras esperan una muerte lenta. Y mientras,
aparece una suma de 152 millones de euros entre el Estado y los causantes de la
contaminación. ¡Cómo si una vida humana valiera tan poco y pudiera venderse al
primer corrupto capaz, con solo mover un dedo, de comprar todo el planeta! Y
todo hay que decirlo: no es la primera vez que se venden a África residuos
tóxicos procedentes de Europa.
Como si, en pleno siglo XXI, cualquiera que contaminara pudiera actuar con tanta
desenvoltura y desprecio convencido de que puede reparar sus crímenes y dormir
con la conciencia tranquila. A veces, me pregunto si los estudios de expertos
sobre las amenazas reales que se ciernen sobre el futuro del planeta son algo
más que papel mojado. Los mismos que deben asumir los grandes retos de nuestra
época y enarbolar la bandera de la protección y preservación de nuestro medio
ambiente, actúan como si la tierra fuera coto privado. Como si se pudiera
decidir contaminar un sitio para preservar otro.
La toxicidad de los desechos vertidos en diecisiete zonas de Abidján en agosto
de 2006 no tiene que demostrarse. Greenpeace ya informó sobre la composición de
los residuos y de las consecuencias de su peligrosidad sobre la salud humana y
el medio ambiente: "Creemos que se trata de un lodo rico en hidrocarburos,
contaminado al menos por tres elementos: sulfuro de hidrógeno (muy tóxico
por inhalación), mercaptano (compuestos sulfúricos) y sosa cáustica. Desde el
punto de vista sanitario, el sulfuro de hidrógeno puede provocar irritaciones de
las mucosas y las vías respiratorias hasta la muerte por envenenamiento de la
sangre, pasando por nauseas y vértigos. Estos productos presentan también una
toxicidad muy alta para el medio ambiente, que puede resultar catastrófica si
alcanzan las capas freáticas o el medio marino. Algunos expertos señalan
igualmente la presencia de organiclorados, lo que haría esta contaminación
todavía más grave (estos contaminantes permanecen en el medio y penetran en la
cadena alimenticia)"
El hecho de haber sido "vertidos" al aire libre es la prueba de que se trata de
un "tráfico ilícito", según los términos empleados por los tratados
internacionales, concretamente el Convenio de Basilea y la Convención de Bamako.
El Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de
los desechos peligrosos y su eliminación aprobado el 22 de marzo de 1989 y
que entró en vigor el 5 de mayo de 1992 pretende reducir la circulación de
residuos tóxicos pero también evitar su envío desde los países desarrollados
hacia los países en desarrollo. Este convenio en su Preámbulo, insiste en
la amenaza que suponen los movimientos transfronterizos de residuos tóxicos:
"Las Partes en el presente Convenio
Conscientes de que los desechos peligrosos y otros desechos y sus movimientos
transfronterizos pueden causar daños a la salud humana y al medio ambiente,
Teniendo presente el peligro creciente que para la salud humana y el medio
ambiente representan la generación y la complejidad cada vez mayores de los
desechos peligrosos y otros desechos así como sus movimientos transfronterizos."
La Convención de Bamako relativa a la prohibición de la importación de desechos
peligrosos a África y a la fiscalización de sus movimientos transfronterizos
dentro de África, aprobada bajo los auspicios de la OUA y que entró en vigor el
22 de marzo de 1996 merece también ser citada aquí. El Preámbulo es claro en lo
que se refiere a los deberes (párrafo 4) de los Estados y su derecho soberano
(párrafo 6):
4.- Reafirmando el hecho de que los Estados deberían velar porque el
productor asuma sus responsabilidades ocupándose del transporte, eliminación y
tratamiento de los desechos peligrosos de una forma que sea compatible con la
protección de la salud humana y del medio ambiente, sea cual sea el lugar en
donde se eliminen;
6. Reconociendo asimismo el derecho soberano de los Estados a prohibir la
importación y el transito de desechos y sustancias peligrosas en su territorio
por razones relacionadas con la protección de la salud humana y el medio
ambiente.
Como se puede ver, estos dos instrumentos jurídicos vinculantes parecen haber
sido ignorados por los diferentes protagonistas de este caso de "tráfico
ilícito" de residuos tóxicos. Así que no es de extrañar que las víctimas y su
abogado se sorprendan al no ver en los tribunales a ninguno de los principales
responsables. En respuesta a una pregunta de