Nuestro Planeta
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Soberanía alimentaria y agricultura
João Pedro Stédile, D. Tomás Balduino
Alai-amlatina
En 1960, había 80 millones de seres humanos que pasaban hambre en todo el mundo.
¡Un escándalo! En aquella época, Josué de Castro, que ahora cumpliría 100 años,
marcaba posición con sus tesis, argumentando que el hambre era consecuencia de
las relaciones sociales, no resultado de problemas climáticos o de la fertilidad
del suelo.
El capital, con sus empresas transnacionales y su gobierno imperial de Estados
Unidos, buscó dar una respuesta al problema: creó la llamada Revolución Verde.
Esta constituyó una gran campaña de propaganda para justificar ante la sociedad
que bastaba "modernizar" la agricultura, con el uso intensivo de máquinas,
fertilizantes químicos y venenos. De esta forma, la producción aumentaría y la
humanidad acabaría con el hambre.
Pasaron 50 años, la productividad física por hectárea aumentó mucho y la
producción total se cuadruplicó a nivel mundial. Pero las empresas
transnacionales se hicieron cargo de la agricultura con sus máquinas, venenos y
fertilizantes químicos. Ganaron mucho dinero, acumularon bastante capital y,
así, hubo una concentración y centralización de las empresas. Actualmente, no
más de 30 conglomerados transnacionales controlan toda la producción y el
comercio agrícola mundial.
¿Cuáles fueron los resultados sociales?
Los seres humanos que pasan hambre aumentaron de 80 millones a 800 millones.
Sólo en los últimos dos años, a causa de la sustitución de la producción de
alimentos por agrocombustibles, de acuerdo con la FAO (Organización de Naciones
Unidas para Agricultura y la Alimentación), aumentó en 80 millones más el número
de hambrientos. Es decir, ahora son 880 millones.
Nunca la propiedad de la tierra estuvo tan concentrada y hubo tantos migrantes
campesinos saliendo del interior hacia las metrópolis y migrando de los países
pobres a Europa y Estados Unidos. Solamente en lo que va de año, Europa apresó y
extraditó a 200 mil inmigrantes africanos, la mayoría campesinos.
Hay ocho millones de trabajadores agrícolas mexicanos en Estados Unidos. Setenta
países del hemisferio sur no logran alimentar a sus pueblos y están totalmente
dependientes de las importaciones agrícolas. Han perdido la autosuficiencia
alimentaria, perdieron su autonomía política y económica.
Los peor es que, en todos los países del mundo, los alimentos llegan a los
supermercados cada vez más envenenados por el elevado uso de herbicidas,
provocando enfermedades, alterando la biodiversidad y causando el calentamiento
global. Eso acontece porque las empresas transnacionales estandarizaron los
alimentos para ganar en escala y rentas. Los alimentos deben ser producidos de
acuerdo con la naturaleza, con la energía del hábitat.
La comida no puede ser estandarizada, puesto que forma parte de nuestra cultura
y de nuestros hábitos. Ante esto, ¿cuál es la salida? El Estado, en nombre de la
sociedad, debe desarrollar políticas públicas para proteger la agricultura,
priorizando la producción de alimentos. Cada municipio, región y pueblo
necesitan producir sus propios alimentos, que deben ser sanos y para todos. Así
nos enseña toda la historia de la humanidad. La lógica del comercio e
intercambio de los alimentos no puede basarse en las reglas del libre mercado y
en el lucro, como pretende imponer la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Por ello, consideramos a la alimentación un derecho de todo ser humano, y no una
mercancía, como, además, ya defiende la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Cada pueblo y todos los pueblos deben tener el derecho de producir sus
propios alimentos. Eso se llama soberanía alimentaria. No basta dar ayuda
alimenticia esencial, dar el pescado. Eso es seguridad alimentaria, pero no es
soberanía alimentaria. ¡Es necesario que el pueblo sepa pescar!
En Brasil, con un territorio y condiciones edafoclimáticas tan propicias, no
tenemos soberanía alimentaria. Importamos muchos alimentos del exterior y entre
las regiones del país. Incluso en nuestras "ricas" metrópolis, el pueblo depende
de programas asistenciales del gobierno para alimentarse. La única solución es
fortalecer la producción de los campesinos, de los pequeños y medianos
agricultores, que demandan mucha mano de obra y tienen conocimiento histórico
acumulado.
La llamada agricultura industrial es predadora del ambiente, sólo produce con
herbicidas. Es insostenible a largo plazo. Por ello, en este 16 de octubre, Día
Mundial de la Alimentación, las organizaciones campesinas, movimientos de
mujeres, ambientalistas y consumidores haremos manifestaciones en el todo el
mundo para denunciar problemas y presentar propuestas para que la humanidad, al
fin, resuelva el problema del hambre en el mundo. (Traducción: ALAI)
- João Pedro Stédile, economista, es integrante de la coordinación nacional del
MST y de la Vía Campesina , y D. Tomás Balduino, obispo emérito de la Diócesis
de Goiás, es consejero permanente de la CPT (Comisión de la Pastoral de Tierra),
órgano vinculado a la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil).