Medio Oriente - Asia - Africa
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En el ceck point de Belén
El muro de las lamentaciones
Laura Raices
Para
entender la estructura y extensión del muro construido por Israel en Palestina
basta con imaginar enormes corrales con miles de personas en su interior
controladas con lupa, donde solo unos pocos pueden entrar y salir. Quienes
permanecen dentro sufren además humillaciones, matanzas y destrucciones de sus
hogares y comercios. Así considera el gobierno israelí a los palestinos, como un
ganado a exterminar.
Hace una semana he vuelto de Palestina y he podido observar la inmensidad que
tiene el Muro del Apartheid construido por Israel, lo cierto es que en
comparación el muro de Berlín resulta minúsculo. El muro que cerca las zonas
palestinas tiene 10 m. de alto y una extensión actual de 413 km. (de los 786 km
proyectados), en comparación, el muro berlinés tenía 3,6 m. de alto y una
extensión de 160 km. Pero más allá de las cifras, el muro israelí implica la
persistencia diaria de querer destruir un pueblo que además es patrimonio de una
de las culturas más antiguas,. Como si vivir dentro de cuatro paredes fuera
poco, además se los condena a ver como matan a sus hijos, a la destrucción
constante de sus hogares, al robo del agua, al encarcelamiento diario y a
millones de maltratos que los humillan constantemente.
Lo cierto es que las consecuencias del muro son enormes e innumerables, una de
las experiencias que me ha tocado vivir hace solo dos semanas ha sido presenciar
el control israelí en el muro que separa Belén de Jerusalén este. Es importante
aclarar que ambas zonas corresponden a Palestina, con la diferencia que
Jerusalén posee una soberanía compartida entre Israel (Jerusalén oeste) y
Palestina (Jerusalén este), eso en teoría. Lo cierto es que el muro israelí ha
dividido ilegalmente Belén de Jerusalén este, por lo cual cuando un palestino
quiere pasar de un lado al otro de sus tierras debe pasar un control israelí que
irrisoriamente les pedirá tener un permiso especial para poder entrar a
Jerusalén este, es decir, a sus propias tierras. Por lo cual la ilegalidad de
este control se cumple abiertamente y en todos los puntos.
Los ckeck points
Este punto de control en Belén es fundamental para los palestinos, ya que dado
el bloqueo impuesto por el muro muchos de ellos buscan trabajar en Jerusalén…y
los israelíes lo saben, precisamente por eso los humillan a diario. Hace solo
dos semanas hemos presenciado, junto a un grupo con el que he viajado, como
funciona el check point (punto de control) de Belén y la experiencia ha sido tan
dura e inhumana que nos dejó a muchos con el corazón en la boca y más perplejos
ante la irracionalidad israelí.
Llegamos
alrededor de las 4:30 de la mañana, si bien nos habían informado de la situación
con la que nos encontraríamos, el chocarse cara a cara con esa realidad superó
lo que esperábamos ver. El check point se asemejaba más a un campo de
concentración que a un punto de control, lo cierto es que esperaba encontrarme
con una entrada similar a cualquier punto fronterizo donde los militares
controlen quienes pueden o no pasar.
Este control debería estar abierto las 24 horas para cualquier persona que desee
cruzar el muro, pero como la lógica israelí consiste en hacer la vida imposible
a los palestino violando constantemente la legalidad, el control lo abren
alrededor de las 5 de la mañana. La entrada consiste en una un camino muy
estrecho formado por barras de acero y un techo de chapa, dando la sensación de
que se está entrando a un sistema carcelario. La mayoría de las palestinos que
cruzan este control saben que son seleccionados cuidadosamente para poder
trabajar en Jerusalén, pero con eso no es suficiente, todos aquellos que deseen
pasar deben demostrar tener un permiso que les permita entrar a Jerusalén este
(recordemos que Jerusalén este es zona también palestina pero ocupada por los
israelíes). A su vez, los permisos son de muy corta duración ya que la principal
lógica israelí consiste en hacer la vida imposible al palestino. En el caso de
que, por ejemplo, sea un permiso laboral debe renovarse cada tres meses, por lo
cual ningún palestino puede llegar tarde a trabajar a Jerusalén, un despido
significaría perder la entrada a Jerusalén y con ello las posibilidades de
conseguir un trabajo que les permita vivir en Belén. Tan terrible es la
imposición de este muro que incluso quienes pueden atravesarlo llegan a
considerarse afortunados, salvos los israelíes, claro, que pueden entrar y salir
a cualquier zona Palestina.
Debido a este miedo constante de perder el trabajo muchas personas ya están
desde temprano haciendo la cola para pasar el control israelí, y muchos otros
pasan la noche para poder estar primeros en el control. Al llegar no sabíamos
realmente como actuar y cómo tomarían los palestinos nuestra presencia allí, la
humillación de tener que pasar todos los días este control y que para colmo
estemos nosotros ahí para verlo podía ser interpretado como una humillación
mayor. Lo cierto es que los palestinos nos han sorprendido durante todo el
viaje, tiene una humanidad tan grande que nos han hecho avergonzarnos de nuestra
egoísta forma de actuar o pensar. Apenas llegamos un palestino a la entrada nos
ofreció un café. Nos acercamos un poco hasta donde empezaba la cola, mientras la
gente nos saludaba y hacían bromas. Preguntamos entonces desde que hora estaban,
muchos nos contaban que desde las tres de la mañana esperando que a las cinco
abran el control.
Nuestro contacto con una ONG nos permitió acceder al check point, esta
organización se dedica a controlar dos o tres veces por semana de qué manera se
realiza el control y elaborar luego informes que presentan a determinados
organismos para denunciar esta situación. Accedimos así, junto a esta ONG, hasta
el principio de la cola, aunque no sabíamos si los palestinos nos dejarían o no
pasar, pero nuevamente nos sorprendieron, no solo nos dejaron pasar sino que con
sus manos iban formado un puente para que pasemos más fácilmente. Al llegar al
principio de la cola se observaba una entrada enrejada formada por una puerta
giratoria de barras de metal, en suelo de esa entada 6 o 7 mujeres sentadas
aguardaban al principio de la fila, ya que los palestinos consideran que las
mujeres y los niños tienen el privilegio de pasar antes que los hombres. Cuanto
más estábamos con los palestinos más admirábamos su valor y humanidad, mientras
esperábamos que se abriera la puerta de control los palestinos bromeaban entre
sí y con nosotros, tienen una particular forma de bromear en las perores
situaciones, como una forma de mantenerse vivos. Incluso muchas personas que
llegaban tarde a la cola se colaban por encima de los barrotes (como se ve en la
imagen más arriba), ante lo cual nuestra reacción fue indignarnos ante la
injusticia de que muchas personas llevaban toda la noche esperando como para que
alguien se les colase, pero una vez más la solidaridad palestina nos demostró
que los equivocados éramos nosotros, se enojaban solo unos segundos con quien se
había colado y enseguida ya estaban bromeando con él, porque entendían que
también era un trabajador que tenía que pasar al otro lado y que por algún
motivo se le había hecho tarde para llegar, pero que estaba sufriendo las mismas
circunstancias que ellos, por lo cual no era justo que encima se enojaran con
él, porque entendían y compartían su dolor. Enseguida me sentí avergonzada,
agaché la cabeza y una vez más me di cuenta cuanto me quedaba por aprender de
esta gente con un corazón tan grande que no hay muro que lo abarque.
A las 5 y 10 se acerca a la puerta del control un joven de no más de 25 años,
justo por detrás de la puerta giratoria hay un puesto de control enfrente del
cual se sitúa un detector de metales. El joven tranquilamente comienza a abrir
la puerta giratoria (siempre desde su cabina), al desbloquear la puerta
giratoria los palestinos comienzan a pasar, y cada cierto número el soldado
israelí bloquea la puerta, lo importante era que el numero nunca fuera exacto, a
veces dejaba pasar a 3 a 5 a 4 a 2, de tal manera que los palestinos no puedan
calcular cada cuantos se bloqueaba la puerta y de esta manera sientan no solo el
desconcierto sino las barras de metal que les da en la cara al bloquearse de
pronto la puerta. Lo mismo hacía el soldado para controlar el tiempo que tardaba
en volver a abrir la puerta, cada 5 minutos, 10, depende del grado de odio hacia
los palestinos que tuviera esa mañana.
Un vez que pasaban la puerta los palestinos debían enseñar en alto el permiso
que les habilitaba a pasar hacia Jerusalén e inmediatamente enfrentarse al
detector de metales, en este caso el militar israelí (desde su cabina, claro)
empeñado en humillarlos, ni siquiera los miraba a la cara, mientras que los
palestinos enseñaban en alto que tenían el dichoso papel, ellos mismos nos
contaban que dependiendo del humor del soldado a veces verificaban cada uno los
permisos (lo cual eternizaba la entrada) y otras veces los dejaban pasar
mostrando el permiso en alto pero sin siquiera mirarlos a la cara. Por lo cual
era muy difícil de calcular cuanto tiempo podía tardarse en pasar el check point.
Pero el control recién empezaba.
Una vez que pasaban el detector, los palestinos tenían que correr casi medio
kilómetro para llegar al siguiente punto de control, una vez dentro se formaba
una segunda cola donde nuevamente debían pasar por un detector de metales. Aquí
nuestro grupo ya se había dividido en dos, mientras unos mirábamos lo que
sucedía en el primer control el resto del grupo ya estaba observando el segundo
control, luego decidimos cambiarnos para poder observar el segundo control y
aquí vemos como dos militares caminan detrás del primer grupo que regresaba,
pero manteniendo cierta distancia. Cuando nuestro grupo se dirige entonces al
segundo control, los militares (que no parecían mayores 18años) nos siguen.
Llegamos entonces al segundo control donde se habían formado dos filas para
pasar el detector de metales, a la vez que arriba de ellos se veía una
plataforma desde la cual los dos militares que nos habían seguido ahora nos
estaban observando. Si bien este control se hacía eterno para los palestinos que
debían ir a trabajar, la persona de la ONG que nos acompañaba nos comentaba que
hoy se había agilizado bastante la entrada ya que los militares querían darnos
una buena imagen de que se portaban bien con los palestinos… ¡menos mal que lo
aclaró!
Para pasar el detector debían quitarse todo aquello que pudiera hacer sonar la
alarma, incluso algunos calzados que tuvieran hebilla de metal. Pasaban así al
tercer y último control que consistía en una máquina que detectaba las huellas
dactilares de las personas como si fueran criminales, debían poner allí sus
manos mientras los militares desde una cabina les hacían preguntas, pero nunca
se enfrentaban cara a cara con un palestino, como si pudieran contagiarles algo
de humanidad.. o tal vez era que se les caía la cara de vergüenza y necesitan un
muro para ocultarse.
Finalmente, tras toda esta odisea, lograban pasar a la otra parte del muro, solo
para ir a trabajar por unas horas a Jerusalén y volver a pasar estos mismos
controles a la vuelta para poder llegar a su casa con su familia, si es que aun
los israelíes habían dejado en pie la casa o su familia.
Esta reseña no es más que una de las consecuencias del muro que los palestinos
deben sufrir a diario y de la cual deberían avergonzarse y lamentarse los
israelíes a diario de la misma manera que lo hacen sobre el muro de las
lamentaciones.