Medio Oriente - Asia - Africa
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La transición en Angola
Boaventura de Sousa Santos
Visão
Traducido por Antoni Jesús Aguiló
Dieciséis años después del último acto electoral, el próximo día 5 de
septiembre se celebran elecciones legislativas en Angola. Todo lleva a creer que
serán elecciones libres y que si, en el peor de los casos, hubiera fraude
electoral, no serían significativas. Es un acontecimiento importante para
Angola, para África, y para todos los demócratas del mundo. Después de los
recientes y trágicos acontecimientos en Zimbabwe y Kenia (durante algunos años
considerado un país de ejemplar transición democrática), África necesita de
experiencias democráticas exitosas. La importancia especial de Angola en este
contexto resulta del factor petróleo. Como demuestran los casos arriba
mencionados, el petróleo no es el único factor de inestabilidad política, aunque
es un hecho que históricamente la relación entre petróleo y democracia ha sido
de antagonismo. Es así en Oriente Medio y fue así en América Latina hasta la
última década. En África, un simple vistazo a los mayores productores de
petróleo es revelador a este respecto. Son ellos, en función de las reservas
comprobadas de petróleo (medidas en mil millones de barriles): Libia (41,5),
Nigeria (36,2), Argelia (12,3), Angola (9), Sudán (6,4).
Objetivamente, el hecho de mediar dieciséis años entre dos actos electorales
significa que Angola es un país en transición democrática. En situaciones como
estas, dos preguntas se presentan. ¿Se trata de una transición irreversible?
¿Cuál es su naturaleza sociopolítica? Para la primera cuestión pueden
identificarse dos respuestas. Según la respuesta pesimista, todo está abierto.
Usando una metáfora aeronáutica, la transición será un avión en ascenso pero
todavía lejos de alcanzar la velocidad de crucero. Puede alcanzarla o puede
caer. Al contrario, la respuesta optimista entiende que después de los traumas
de la guerra —Angola estuvo en guerra más de cuarenta años (de 1961 a 2002)— y
de la experiencia política desde 2002, la transición no podrá ser sino
irreversible.
Hay razones objetivas para considerar esta última respuesta más que plausible.
Es cierto que en su contra actúan algunos factores de peso: un sector
fundamentalista del MPLA [Movimiento Popular de Liberación de Angola] para el
que las elecciones sólo pretenden legitimar el poder que no pueden poner en
causa; el excesivo peso del sector militar (con generales muy ricos, envueltos
en todo tipo de negocios, desde el petróleo hasta bancos y el negocio
inmobiliario); una cuestión tabú en Angola —la cuestión étnica— que de no ser
asumida políticamente puede desarrollarse descontroladamente. A pesar de esto,
las razones a favor de la irreversibilidad de la transición son bastante
fuertes.
Primero, el MPLA está internamente dividido y, si por un lado, tiene a los
fundamentalistas, por el otro, tiene a aquellos que llegan a desear que el
partido no gane con mayoría absoluta para profundizar y extender aún más el
reparto del poder ya existente. El próximo congreso del MPLA, marcado para
diciembre, será ciertamente revelador de las tensiones y tendencias. Segundo, la
misma clase empresarial, criada en gran medida a la sombra del Estado y según
procesos que implican todo tipo de favorecimiento ilícito y corrupción, desea
hoy más autonomía y estabilidad, obtenibles la una y la otra sólo en democracia.
Tercero, emerge una pequeñísima aunque influyente clase media aspiracional que
pretende ver reconocido su mérito por razones que no son de lealtad política.
Hoy hay 100.000 estudiantes universitarios en las 12 universidades angoleñas (la
calidad de estas es otra cuestión). Finalmente, en el interior de las clases
populares crece un asociativismo de base, relativamente autónomo con relación al
MPLA y que éste sólo podrá cooptar si da credibilidad al juego democrático y al
reparto del poder.
La segunda cuestión, la de la naturaleza de la transición, es mucho más
complicada. En el plano político, todo lleva a creer que durante algún tiempo la
democracia angoleña será una democracia vigilada o musculada, sujeta a la
venalidad de los políticos que el petróleo incentiva, a la definición consular
de agenda política, a la tentativa de absorber las energías de la sociedad civil
y de ponerlas al servicio del Estado y del partido en el poder. Será, en suma,
una democracia de baja intensidad.
En el plano institucional, el presidencialismo autocentrado y el peso-inercia
del control político sobre el sector administrativo contribuirán a atrasar la
consolidación de las instituciones políticas administrativas. Las necesidades de
reparto del poder (ora más real, ora más aparente) y la tentación de
distribución populista de recursos no serán favorables a la emergencia de
políticas públicas y sociales creíbles.
En el plano social, es preocupante el aumento de la exclusión social y la cada
vez más chocante convivencia del lujo más extravagante junto a la pobreza más
abyecta. A pesar del vertiginoso crecimiento económico de los últimos años,
Angola continúa entre los 10 países con desarrollo humano más bajo. Se calcula
que las reservas de petróleo terminarán dentro de 20 años. Angola no tiene mucho
tiempo para volverse una sociedad más justa y más libre.
Fuente: http://www.ces.uc.pt/publicacoes/opiniao/bss/204.php
Artículo original publicado el 31 de julio de 2008.
Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y profesor catedrático de la Facultad de
Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal).
Antoni Jesús Aguiló es colaborador de Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción se
puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar
al autor, al traductor y la fuente.