Medio Oriente - Asia - Africa
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¿Y los derechos humanos de África?
Odile Tobner
Del 24 al 28 de febrero, varias ciudades de Camerún, especialmente Douala y
la capital, Yaundé, fueron escenario de motines generalizados reprimidos de una
forma brutal y sangrienta que causó, como poco, un centenar de muertes, según la
Asociación Cristiana contra la Tortura (ACAT) de Douala. Un conocido dirigente
asociativo, Jacques Tiwa, ha sido asesinado a sangre fría. En Francia han
aparecido algunos artículos en la prensa escrita sobre el asunto, pero nada en
las grandes cadenas de televisión, ninguna declaración de la clase política. Los
medios de comunicación han ignorado la manifestación de los cameruneses de la
diáspora en París. En ningún medio se trasmite una declaración de la oposición
en el exilio que reclama una comisión de investigación de la ONU. Desde el 1 de
marzo hay un silencio absoluto mientras la represión bate marcas: juicios
sumarísimos, cacería de presuntos agitadores, apaleamiento de los sospechosos.
Ni una sola declaración pública dirigida al régimen camerunés.
El 14 de marzo, una manifestación de un centenar de personas reactivó los
disturbios en Lhassa, Tíbet. Las revueltas se extendieron, el 15, a la provincia
de Sichuan. El gobierno tibetano en el exilio habló de 80 muertos y estos
lamentables sucesos abrieron todos los telediarios durante varios días.
Mostraron a los manifestantes tibetanos en París, entrevistaron a la oposición
en el exilio. Quince días después todavía se sigue interrogando a todos los
invitados, políticos o no, de todas las emisiones televisadas, que expresan su
indignación. Daniel Cohn Bendit se despacha en France 2: «Hay momentos en
los que no se puede guardar silencio»; Bernard Kouchner, ministro de Asuntos
Exteriores declara: «La represión en el Tíbet es intolerable»; Rama Yade,
secretaria de Estado de los derechos humanos, toma de nuevo la palabra «si hay
un baño de sangre en el Tíbet, no voy a quedarme en la grada mirando una
competición deportiva». Alain Juppé se escandaliza de que únicamente se haya
pedido a China más contención.
Se constata que los derechos de los pueblos oprimidos en todas partes del mundo,
excepto en África, se defienden vigorosamente en Francia. En Camerún se
destrozan de forma tan discreta que la noticia no llegó a Alain Juppé. El baño
de sangre camerunés escapó a Rama Yade si no, habría propuesto sanciones contra
un régimen despótico que mata, después de haberlos cazado, a los habitantes de
los países africanos, sus hermanos. Bernard Kouchner ignora lo que pasa en
Camerún, de otro modo no podría soportarlo. En cuanto al chiflado Cohn Bendit,
¿sabe siquiera que África existe?
Dejemos de creer en la mascarada de los discursos sobre los derechos humanos tal
como se nos bombardea desde los medios de comunicación. Sólo son discursos de
propaganda política. Francia con respecto a Camerún es peor que China en el
Tíbet: una potencia imperial que apoya desde hace medio siglo la opresión de un
pueblo de pobres para atiborrarse libremente con sus recursos. En esta
situación, ¿el concepto de derechos humanos puede siquiera florecer? Al acecho
de que se pueda pedir que cese la opresión en África, los politólogos dicen: Los
Africanos sólo tienen que actuar por sí mismos. ¡Que se liberen! Pero si
surgiera en África un auténtico movimiento de emancipación o las demás potencias
abriesen una brecha en el imperialismo del colonizador, podemos estar seguros de
que los medios de comunicación y los politiqueros occidentales descubrirían de
repente, con la más virtuosa indignación, que se pisotean los derechos humanos.
La sangre de las víctimas no deja de fluir al Kivu ante la indiferencia general.
Pero no hace falta sacudir los sensibles corazones de las estrellas mediáticas y
políticas.
Para alimentar la demencia de los tiranuelos locales basta con la avaricia
anónima y desenfrenada de los compradores de metales preciosos, la avidez
inagotable de las nebulosas de los proveedores de armas y tras ellos el mundo,
pavimentado por miles de millones, de los paraísos fiscales y los traficantes.
Demasiado silencio mediático. Demasiada hipocresía.
Original en francés: