Medio Oriente - Asia - Africa
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¿Qué celebra Israel este 14 de mayo?
Hace 60 años, de forma unilateral y violando la Resolución de la ONU1 por la
que se establecía la partición de Palestina, los dirigentes sionistas,
encabezados por David Ben Gurión, proclamaban bajo un gran retrato de Theodor
Herz, la creación del Estado judío de Israel.
Felisa Sastre
La Haine
Veamos sucintamente lo que en 2008 se celebra entre los judíos sionistas de todo
el mundo apoyados por los Estados democráticos de occidente.
En primer lugar, celebran el arrasamiento y aniquilación de más de seiscientas
ciudades y pueblos palestinos y el asesinato en masa de miles de campesinos,
tras una terrible campaña llevada a cabo por organizaciones paramilitares
terroristas como las Haganah, Stern e Irgun para hacer posible la creación del
estado sionista judío.
Celebran la colonización de más del 80 % del territorio palestino sobre las
ruinas de las ciudades, pueblos y aldeas de la Palestina histórica y la
expulsión de 700.000 mujeres, hombres, niños y ancianos que las habitaban desde
siglos.
Festejan una ocupación militar de 40 años, sin parangón en la historia moderna,
que arrebata tierras, establece medidas restrictivas para el movimiento de los
palestinos que se resisten a las coacciones, y lleva a cabo un metódico plan de
expansión de las colonias sionistas.
Rememoran una pretendida guerra de independencia que no fue sino una despiadada
guerra de conquista y despojo, de expolio y terror. Una guerra de ocupación que
mantiene todavía los territorios ocupados.
Conmemoran el mito de una patria judía establecida en territorio poblado por
palestinos durante siglos, y el desarraigo y expulsión de centenares de miles de
ciudadanos de Palestina, mediante la amenaza, la coacción y la fuerza militar
aplicadas con la máxima crueldad imaginable.
Celebran, en resumen, el establecimiento de un Estado racista, instituido sobre
la base de unos pretendidos derechos de origen divino, y en el que la ciudadanía
y los derechos que proclama sólo afectan a los profesos de religión judía.
Un Estado que discrimina, como no se había vuelto a ver desde la Sudáfrica del
apartheid, a sus ciudadanos negros (no judíos) y crea un sistema de separación
total: Carreteras exclusivas para judíos, propiedad de la tierra reservada para
ellos, puestos de control y exigencias de permisos para el desplazamiento de los
palestinos, diferentes documentos de identidad para unos y otros, placas de
matrículas de distinto color y finalmente un muro de la vergüenza, condenado por
el Tribunal Internacional de Justicia pero aplaudido y apoyado por las llamadas
democracias occidentales.
Un Estado que somete a un cerco feroz, al mayor campo de concentración existente
en el planeta, con una población de un millón y medio de seres humanos
encerrados y hacinados en la franja de Gaza, a los que someten diariamente al
terrible e ilegal castigo colectivo de los ataques indiscriminados con misiles y
todo tipo de armamento moderno, frente a unos casi inofensivos cohetes
artesanales de la resistencia palestina a la ocupación. Un Estado que corta los
suministros esenciales a esa población asediada, desde la electricidad y los
carburantes básicos, al abastecimiento de medicamentos y material sanitario de
primera necesidad.
Un Estado que viola sistemáticamente los derechos humanos de la población
ocupada militarmente; que ignora e incumple las Resoluciones de la ONU3 desde
hace seis décadas, las Convenciones de Ginebra y el derecho internacional.
Un Estado que lleva a cabo campañas de demolición de casas palestinas, que ha
arrancado centenares de miles de olivos milenarios- base de la economía familiar
de los palestinos. Un Estado que ha desmantelado el sistema educativo de
Palestina, desde la enseñanza primaria a la universitaria, que impide el acceso
a los centros educativos, los cierra o, llegado el caso, no le tiembla el pulso
al ordenar bombardearlos.
Un Estado que mantiene en sus cárceles, sin cargos ni procesos judiciales, a
decenas de miles de palestinos que se resisten a los hechos consumados y a las
vejaciones y acosos a los que permanentemente se ven sometidos.
Un Estado que niega el derecho al retorno a los palestinos expulsados en 1948 y
a sus descendientes, y acoge, por el contrario, a todo judío, hijo de judía o
converso al judaísmo de cualquier parte del mundo, sin el menor arraigo ni
conocimiento de la tierra en la que se le acoge por el simple hecho de
pertenecer a una religión que se ha convertido en raza o signo de ciudadanía.
Todo eso y más celebra Israel, acompañada por dignatarios del mundo occidental,
cómplices de sus crímenes contra la humanidad, que hoy se reúnen en Tel Aviv
mientras los palestinos, masacrados, expoliados, discriminados, engañados y
humillados por esos mismos gobernantes de occidente, resisten y no se pliegan a
los deseos israelíes de borrarlos del mapa. Ellos, sí que padecen un genocidio
lento pero metódico5. No los sionistas israelíes que día a día extienden sus
colonias por la fuerza y amplían su territorio ante la impasibilidad del resto
del mundo occidental.