Medio Oriente - Asia - Africa
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La paciencia de los saharauís se termina
Maximiliano Sbarbi Osuna
A mediados de enero finalizó, en la localidad de Manhasset, en las afueras de
Nueva York, la esperada reunión entre los representantes de Marruecos y el
Sahara Occidental - una nación sin estado propio que lleva 33 años ocupada por
Marruecos, con la inacción cómplice de los mediadores de la ONU y de los Estados
Unidos, y el visto bueno de España y Francia-.
El Sahara Occidental es una antigua colonia española literalmente abandonada por
Madrid en 1975, durante la agonía del dictador Francisco Franco. Desde 1957, el
estado independiente de Marruecos reivindica esta zona, que está situada al sur
de su territorio, en frente de las Islas Canarias, y que cuenta con importantes
yacimientos de gas, petróleo, fosfatos y abundantes riquezas pesqueras.
El frustrado encuentro mantenido entre los delegados de ambas naciones no fue
uno más, aunque desde 1991 se hayan realizado decenas de fallidas negociaciones,
que no lograron cambiar el estatus del Sahara Occidental, que sigue siendo un
territorio anexado por Marruecos. La advertencia de retomar la lucha armada por
parte del Frente Polisario – grupo independentista creado en 1973 que mantuvo
una guerra de 16 años contra Marruecos finalizada en 1991-, alertó a la
comunidad internacional.
En diciembre del año pasado, el Frente Polisario amenazó con reanudar la guerra
en caso de que fracasaran las negociaciones que finalizaron la semana pasada.
Es muy probable que la población del Sahara Occidental sumada a los más de 170
mil refugiados saharauís que viven en precarios campamentos del lado argelino
del desierto, estén agotando su paciencia y decidan volver a enfrentar a la
monarquía marroquí por medio de las armas, luego de 17 años de paz e ineficacia
de los intermediarios: la ONU y el ex Secretario de Estado de Estados Unidos,
James Baker, que propuso un plan de paz inviable y humillante para el Sahara.
El Tribunal Internacional de Justicia rechazó las pretensiones de anexión de
Marruecos y Mauritania y falló a favor de la autodeterminación del Sahara
Occidental, en 1975. Un mes después el rey marroquí Hassan II encabezó la
llamada "Marcha Verde" por medio de la cuál 300 mil marroquíes cruzaron la
frontera sur y ocuparon el Sahara Occidental.
Una vez finalizada la guerra entre Marruecos y el Polisario, en 1991, la ONU
arribó a la zona con la promesa de organizar una consulta popular en el Sahara,
a través de las resoluciones número 1754 y 1783 del Consejo de Seguridad, para
que se eligiera la independencia o se mantuviera la situación actual. Sin
embargo, la ONU le dio el poder a Marruecos de decidir cuándo realizar el
referéndum, y quiénes están autorizados para votar.
Lo cierto es que hasta ahora Marruecos ha aplazado indefinidamente el
plebiscito, con el objetivo de agotar a los saharauís y de poblar el Sahara con
habitantes marroquíes hasta que éstos superen a los nativos, para inclinar la
votación a su favor.
Es evidente que Marruecos tiene las cartas ganadoras, ya que cuenta con el apoyo
de la ONU, EE.UU., España y Francia, aunque el conflicto del Sahara sea similar
a la invasión de Kuwait por parte de Irak y la de Timor por parte de Indonesia.
En ambos casos la ONU reaccionó e instó por la fuerza a los invasores a
retirarse.
La pregunta que surge es ¿por qué la comunidad internacional – con la excepción
de Argelia - no apoya la causa saharauí? Tanto España como Francia mantienen
excelentes relaciones comerciales con Marruecos, sobre todo en materia pesquera.
Europa, además, necesita de un Marruecos fuerte, que pueda controlar a los miles
de inmigrantes ilegales que cruzan el estrecho de Gibraltar.
El acuerdo que consiste en devolver a los ilegales africanos, detenidos en
Marruecos, a sus países de origen o abandonarlos en el desierto, como ocurriera
con 600 inmigrantes en 2005, supone que Europa debe hacer ciertas concesiones,
entre las que se encuentra un desembolso de dinero para el cuidado de las
fronteras y una mirada contemplativa a las violaciones de la legalidad
internacional.
El ex embajador de EE.UU. ante la ONU, John Bolton, escribió en su último libro,
"La rendición no es una opción", que el presidente George W. Bush no avala la
independencia del Sahara, ya que según su postura, la autodeterminación podría
debilitar a Marruecos y propiciaría la toma del poder por parte de extremistas
islámicos.
Mientras que el Polisario amenaza con desempolvar sus armas y Marruecos acusa a
los saharauís de terroristas, las partes acordaron una nueva reunión para marzo,
la cuál no alberga muchas esperanzas de que prospere, lo que provocaría un
deterioro de las condiciones de vida de los refugiados y una posible
desestabilización de la región si la guerra llegara a reanudarse.
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