El 27 de diciembre de 2007 hubo elecciones presidenciales y parlamentarias en
Kenia. El mundo exterior fue en gran medida indiferente. Y luego de pronto los
titulares hablaron de violencia étnica en gran escala. La prensa occidental
habló del peligro de un "desbarrancamiento" y de lo enquistado de los conflictos
étnicos en África. Hubo llamados urgentes a los dos líderes contrapuestos para
reunirse y hacer un arreglo. Esto no ha ocurrido y no es probable que pase.
¿Qué fue lo que ocurrió? Si comenzamos por la situación inmediata, parece
bastante claro que el partido político de oposición –Movimiento Democrático
Naranja (ODM, por sus siglas en inglés), encabezado por Raila Odinga– barrió las
elecciones parlamentarias, y el partido gubernamental –el Partido de Unidad
Nacional (PNU), encabezado por el presidente saliente Mwai Kibaki– sufrió una
derrota importante. El vicepresidente de Kenia y más de 20 ministros del
gobierno saliente fueron derrotados en las candidaturas parlamentarias. El PNU
obtuvo 43 diputados, menos de una quinta parte de los escaños, mientras el ODM
ganó 99.
Era razonable pensar que Odinga le ganó a Kibaki en la elección presidencial.
Pero después de tres días de conteo, la comisión electoral aseguró que Kibaki se
había colado de nuevo. La inmediata reacción en Kenia fue que Kibaki se robó la
elección. Su furtiva toma de protesta como presidente el día 30 de diciembre, su
negativa a permitir que un mediador externo serio revisara la situación, las
abiertas dudas de los observadores internacionales, todo parece apuntar a un
intento suyo por crear un fait accompli con la esperanza de que el alboroto se
muera pronto. ¿Será así?
Por muchos años, pero en particular en los últimos cinco años, Kenia es vendida
en la prensa y por los gobiernos de Occidente como una "democracia estable", a
diferencia de tantos otros estados africanos. Uno podría recordar que el otro
Estado que solía recibir este cumplido era Costa de Marfil, que en años
recientes ya cayó en una guerra civil continuada. ¿Qué significa que la llamen
una "democracia estable"? Parece querer decir que es un gobierno confiablemente
pro Occidente y muy abierto a la inversión occidental. Kenia se ajusta a ese
modelo, como lo hizo Costa de Marfil. Dicho país se desbarrancó, y ahora parece
que Kenia pudiera estar en situación semejante.
Una mirada a la historia posterior a 1945 podría explicar qué tan ingenuo e
inútil puede ser este tipo de evaluación. Entre los siete estados del África
británica central y oriental, el único que ha tenido un movimiento guerrillero
serio fue Kenia. Era conocido como los Mau Mau y a los británicos les llevó
muchos años suprimirlo.
Los Mau Mau eran un movimiento campesino surgido de entre el mayor grupo étnico
en Kenia, los kikuyus. Los kikuyus sienten que se les debe algo a cambio de esa
insurrección. Mwai Kibaki es kikuyu.
Después de la independencia, Jomo Kenyatta, el primer presidente de Kenia,
también kikuyu, murió. Le sucedió el vicepresidente Daniel Arap Moi, un kalenjin,
quien procedió a establecer un régimen dictatorial, cleptocrático, que duró
bastante tiempo. Los kikuyus fueron más o menos exprimidos del poder. Como lo
fueron también los luos, el segundo grupo étnico más grande. El líder de los
luos era Oginga Odinga (padre de Raila Odinga). Él tenía un programa socialista
y su movimiento fue suprimido.
Para 2002, el pueblo keniano estaba harto de Arap Moi y sus simpatizantes
occidentales pensaron que podría ser el momento de impulsar una fachada de
democracia. El régimen de un solo partido cedió su lugar a un certamen
electoral. Kibaki y Raila Odinga se unieron con otros y establecieron la
Coalición Nacional Arcoiris (NRC, por sus siglas en inglés), dedicada, decían, a
poner fin a la corrupción y a terminar con el congelamiento de los puestos y
dinero en manos de un solo grupo étnico. Kibaki ganó la elección. El pueblo
celebró.
Pero 2002 fue también el momento de la guerra contra el terrorismo emprendida
por Bush. Estados Unidos reclutó a Kibaki como aliado clave. Se le recompensó
con mucho dinero del exterior y con los interminables encomios del Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional. Los años de 2002 a 2007 fueron un periodo de
considerable crecimiento económico en términos neoliberales. Pero Kibaki renegó
de todas sus promesas. El crecimiento económico no se filtró abajo, a los pobres
rurales, ni a las multitudes de los guetos urbanos. Kibaki corrió al hombre que
había contratado para investigar la corrupción. Y se deshizo de Odinga y de
otros aliados de la NRC.
Así que cuando llegaron las nuevas elecciones en 2007, el ODM y Odinga ganaron
fácilmente. El hecho de que Arap Moi ahora respaldara a Kibaki no fue relevante.
El ODM enfatizó las crasas inequidades en Kenia. Llamó a una renovada guerra
contra la corrupción. Y comenzó un entendimiento con la comunidad musulmana de
Kenia para ponerle un alto a las entregas de "terroristas". Fue obvio que el
programa le gustó a los votantes, pero no a Kibaki. Así que se robó la elección.
Y Estados Unidos y Gran Bretaña hacen un gran intento por que funcione su hurto
electoral.
Por supuesto, ante un comportamiento tan flagrante, estalló la violencia. Asumió
forma étnica. De algún modo la prensa occidental parece pensar que ésta es la
especialidad africana. ¿Nunca han oído hablar de los disturbios raciales en
Estados Unidos? ¿Nunca han observado la violencia católico-protestante en
Irlanda del Norte? Lo que ocurre en situaciones así es que los pobres de las
áreas rurales y de los guetos urbanos se lanzan unos contra otros, mientras los
estratos superiores, en sus comunidades protegidas por sus bardas, siguen sin
que nada les aflija.
Raila Odinga no es un ángel ni un revolucionario. Pero ganó la elección, y la
razón fue que se opone a la corrupción neoliberal de Kibaki. Odinga está
haciendo un juego restringido, un poco como Al Gore en 2000. Y puede no tener
más logros. Kibaki dice que sostendrá nuevas elecciones si la corte le indica
que lo haga, pero Odinga afirma que Kibaki tiene a las cortes en el bolsillo. ¡Y
después hablan de democracias estables!