Gaza: el debate de la seguridad y el derecho a resistir
Carlos Alberto Ruiz
Rebelión
Tarde del 30 de diciembre de 2008: 1.750 personas heridas, destrucción por
doquier, 365 muertos en Gaza en cuatro días. Pero 365 días al año violada. Llegó
un día de junio, hace apenas seis meses, en la larga historia de 60 años de
ignominia, cuando entre el violador que no cesaba de profanar y la mujer
profanada se anunció una tregua. El violador continuaba con su repugnante masa
ocupante sobre la mujer herida y cercada, y ésta, inmóvil y resistente, con su
dignidad entera, limitadamente podía apartar crasos dedos de un cuerpo invasor.
Gaza lanzaba, y descarga hoy, sus espasmos defensivos. Para Israel su vil
regodeo, el cual reviste de seguridad. Para la parte ocupada y débil
el desastre (Al Nakba). Y el grito de su legítima defensa. Una tregua
así, sin suspensión de la troncal e infame agresión, sino sólo de algunos de los
arrebatos criminales, no era en estricto sentido más que una pausa y un
aplazamiento. Entre tanto el violador se reanimaba entre la sangre y el dolor de
su víctima.
Este símil es pobre. Es mínimo. Pero trata de ser fiel, aunque no describa la
profundidad de ese drama, al que con razón podríamos llamar apartheid,
castigo colectivo, limpieza étnica, racismo, genocidio, terrorismo de Estado.
Ninguna parábola es enteramente justa o cabal con la realidad del sufrimiento
innegable, mucho más trágica de lo que podamos pensar. Que sirva al menos para
poner de presente, no la ya conocida sevicia israelí, sino la perversión del
tercero cómplice, quien pide a la víctima resistente que cese sus sacudidas o
conmociones, que entre en reposo, que se relaje, mientras ese tercero, digamos
europeo, contempla y encubre al violador.
A los pocos días de aquel anuncio de tregua en junio, varios observadores de
derechos humanos del ámbito español pudimos estar en Palestina, tanto en
Cisjordania como en la Franja de Gaza. Comprobando cómo el pretexto de la
seguridad israelí se ha convertido en una gran cantera de políticas
violatorias del fracasado e impotente derecho internacional, en las cuales
participan activa y deliberadamente no sólo Estados Unidos sino la Unión
Europea, UE. Entre los varios trabajos de análisis fruto de esa misión, el
ensayo que se enlaza con este artículo (a publicar el 1º de enero en
rebelión.org) se
refiere a la situación de Gaza. Fue elaborado en agosto de 2008 y publicado en
octubre pasado en un libro conjunto editado por Rafael Escudero. No sólo ante la
rutinaria manipulación que hacen los grandes medios de comunicación y la
tergiversación, sino ante la obtusa y al tiempo sagaz confusión que siembran
agencias próximas a la estrategia sionista, se ofrece ese escrito entre los
cientos de artículos que circulan, para acentuar con franqueza una perspectiva,
ahora más que nunca.
Es la perspectiva que condena la sucia política europea de la que hacemos parte,
que mientras mantiene la verborrea de los derechos humanos y de la seguridad
humana colabora diligente y celosamente con el genocidio que comete Israel. Por
lo tanto, un punto de vista que relativiza un derecho internacional dual, sin
renunciar del todo a sus valores e instrumental. Lo hace por elemental respuesta
respecto del fiasco que representan unas instituciones que ya en Naciones
Unidas, ya en la UE, o ya seguidoras de una cooperación que alimenta y normaliza
la ocupación, se han descubierto como seguidoras en la práctica de las tesis del
Estado de Israel. De ahí que otras tesis con superior fundamento y base ética
deben ser recobradas: para hacer ver la realidad de un pueblo que no desea ser
sojuzgado en un territorio suyo que ha sido ocupado con el beneplácito de
poderes globales; para acompañar las exigencias de una solución fundada en el
cese total y garantizado de esa execrable ocupación y no en paliativos; para
asumir el alegato y el reconocimiento de la rebelión en una guerra asimétrica,
en la que la agresión con ventajas sistemáticas que planificadamente cumple el
ocupante, no es lo mismo, ni en su naturaleza ni en sus secuelas, a la defensa
que procura el oprimido ante la humillación. Un ocupado con derecho a resistir,
también mediante acciones y recursos que implican violencia directa, como está
estipulado en el mismo preámbulo de la Declaración de Derechos Humanos de 1948,
entre diferentes documentos jurídicos, que afirman el derecho a la rebelión y a
la resistencia, propio de una humanización en ciernes.
Para todo ello se requiere un análisis, que menos en esto puede ser neutral. Con
el uso de categorías como la de "seguridad humana", pero desde un enfoque
alternativo, que confronte la posición pánfila de cientos de Moratinos y
Solanas, como de otros cancilleres europeos, que blindan la seguridad inhumana
de Israel y de varias castas corruptas, representando una infecta política
española y europea. Un trabajo de fundamentación que nos posibilite recuperar
para las batallas por venir, que probablemente serán muy arduas y en la sima de
una derrota temporal, una comprensión de los límites éticos y jurídicos que ha
traspasado desde hace mucho tiempo la violencia transnacional y multipolar
contra el pueblo palestino, la cual acaba de refrendar, con el encerramiento y
bombardeo de Gaza, el cambio de escenarios de la contienda. Israel ha puesto
nombre de objetivos a intereses suyos en todo el planeta. Por lo tanto, debe
estudiarse la validez de la resistencia palestina y otras, en un contexto de
desigualdades oprobiosas, manifiestas en los medios de la guerra misma y en sus
consecuencias. La mediación implícita o explícita de un marco conceptual crítico
es necesaria, en el que no debe volverse a perder más terreno y tiempo en torno
al derecho a la resistencia y el reconocimiento de movimientos de liberación
como tal. Eso hace imperativo el radical cuestionamiento a unas listas de
organizaciones "terroristas". Tales listas confeccionadas por santuarios
de Israel en Occidente, patrocinadas por España, por ejemplo, no califican el
terrorismo sionista, sino lo consienten, mientras criminalizan por ejemplo a
Hamas para amparar las arremetidas salvajes como la que estos días se nos
enrostra, resultando condenada la parte que evidentemente está siendo agredida y
tiene escasas armas, mucho menos letales, y no la poderosa contraparte que ha
puesto en marcha una política genocida una y otra vez exculpada.
Después de los hechos consumados en Gaza al término del 2008 y en el temprano
desgarramiento del 2009, muchas cosas deben cambiar, más para quienes analizan,
ayudan y denuncian, a fin de saber acompañar solidariamente la causa del pueblo
palestino desde cualquier punto del globo. Si la referencia es esta opción,
respetando las búsquedas propias de los/as palestinos/as, su seguridad está
primero y por encima que la de la parte agresora: el Estado sionista de Israel.
Y todavía más: tienden a excluirse. A este punto ha desplegado la cuestión el "plomo
endurecido" de la así bautizada brutal operación israelí. No es una soflama
decir que Palestina o el sionismo. Si la elección histórica y ética es la
legítima defensa palestina, debe construirse desde ya una lejana solución, cuya
justicia y sostenibilidad dependerá de un irreversible y pleno final de la
ocupación criminal que está en la razón de ser sionista. Esa tarea y esa utopía
para renovarla comienzan hoy. No sólo al reivindicar racionalmente en general
condiciones de seguridad humana para Palestina, sino en concreto su derecho a la
Intifada, como derecho humano y colectivo a la defensa racional: una rebelión
digna por la sobrevivencia como pueblo, por no morir de rodillas, por tener
futuro.
Cuando llega la noche de este penúltimo día del 2008, y arriban de París las
noticias de la esquizofrenia europea, de los ministros de exteriores que antes
del brindis de final de año se dan el lujo de parecer hombres honrados, sin que
cientos de cadáveres les interpelen, se dos dice ahora que interceden para que
por 48 horas no se siga matando. Quizá lo hacen más por ellos y su cómoda fiesta
que por millones de palestinos/as que nos les quitan el sueño. En grandiosos
apartes es también hora de abrir libros y rescatar páginas como las de Frantz
Fanon en "Los condenados de la tierra", para recordar el grito de la
liberación postergada, sesenta años después de la ocupación de Palestina y de la
letanía de los derechos humanos. Para pensar que no es lo mismo la violencia del
opresor que la del oprimido. En las circunstancias a las que éste ha sido
obligado para su ejercicio. O para apuntar con Sartre en el prólogo a esa obra,
que "hay que afrontar un espectáculo inesperado: el striptease de
nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una ideología
mentirosa, la exquisita justificación del pillaje; sus ternuras y su preciosismo
justificaban nuestras agresiones. ¡Qué bello predicar la no violencia!: ¡Ni
víctimas ni verdugos! (…) Nuestros caros valores pierden sus alas; si los
contemplamos de cerca, no encontraremos uno solo que no esté manchado de sangre".
Fanon subrayaba: "No perdamos el tiempo en estériles letanías ni en
mimetismos nauseabundos. Abandonemos a esa Europa que no deja de hablar del
hombre al mismo tiempo que lo asesina por dondequiera que lo encuentra, en todas
las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo".
Para ello el movimiento internacionalista que apuesta por la solidaridad no
puede mirar para otro lado ante el genocidio. Como esas listas de terroristas
no incluyen a Israel deben acabarse. Nada moralmente sólido las sostiene con
coherencia ni nos compromete con su respeto. Al contrario: es un deber ético
impugnarlas y desobedecerlas. Una aplastante verdad de la violencia sionista nos
es convertida en derecho palestino, y de la humanidad. Se nos ha impuesto por la
barbarie de nuevos hombres grises que han sido desafiados desde el interior de
la cárcel más grande del mundo: Gaza. Allí donde resistentes no quieren ni deben
repetir la historia de impotencias y resignaciones que apenas 65 años atrás se
vivieron en otros campos de concentración.