Medio Oriente - Asia - Africa
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Las cifras escogidas de la emigración
Contar los muertos.
Emmanuel Blanchard, Olivier Clochard, Claire Rodier
Migreurop.
Traducido por Caty R..
¿Por qué contar los muertos de la emigración? ¿Por qué dedicarnos a esta
contabilidad macabra intentando, a falta de datos oficiales, reunir las cifras
que con mucho trabajo logran recopilar las ONG? Porque en la actualidad las
víctimas de la «guerra a los emigrantes» son un componente indisociable de la
política migratoria que Europa lleva a cabo en sus fronteras. Y porque es
imprescindible explicar claramente una situación que con demasiada frecuencia se
achaca a la fatalidad u otros hechos diversos..
No existen datos oficiales relativos al número de personas que mueren en el
camino de la emigración hacia las fronteras europeas. Según las ONG que intentan
contabilizar el fenómeno, este número habría pasado, desde principios de los
noventa a principios de los 2000, de algunas decenas a varios cientos al año. El
cálculo está muy lejos de ser exacto: en primer lugar porque la atención que
prestan a este asunto las organizaciones que defienden la causa de los
emigrantes creció considerablemente durante el período citado, la cobertura de
los medios de comunicación de los «dramas de la emigración» se ha generalizado y
ya son incontables los reportajes consagrados a la cuestión durante los últimos
cinco años..
Por lo tanto, se puede considerar que, tanto como el crecimiento real del número
de muertos, el establecimiento de mecanismos de medición, ciertamente muy
imperfectos, multiplicados por el «efecto lupa» de la cobertura informativa, han
contribuido a la explosión de las cifras. Por el contrario, varios factores
juegan en el sentido inverso, como la invisibilidad de una proporción, que se
presiente importante pero sigue inédita, de las muertes que suceden durante los
trayectos migratorios, especialmente los naufragios [1], los fallecimientos en
medio del desierto y, además, la ocultación premeditada por las autoridades
policiales o políticas de ciertos episodios mortíferos de la «guerra a los
emigrantes» [2]. Las autoridades, además, también saben instrumentalizar los
sucesos dramáticos para justificar el endurecimiento de los controles. En este
contexto científicamente poco fiable, ¿por qué queremos contar los muertos de la
emigración? Porque las víctimas de esta guerra son, actualmente, un componente
indisociable de la política migratoria que Europa lleva a cabo en sus fronteras
y más allá. Y porque la propia imprecisión de las fuentes es el testimonio
indignante de una realidad que, aunque no sea contabilizable, debe ser
explicada..
En la región de Calais, en Toulon, como en las Islas Canarias o en Lampedusa,
algunas tumbas discretas resumen el inmenso cementerio en el que se han
convertido actualmente las fronteras de la Unión Europea. Esas tumbas nos
recuerdan que todos los días los emigrantes arriesgan sus existencias con la
esperanza de encontrar una vida mejor. Pero, ¿cuántos son? La organización
United [3] fue la primera que catalogó estos fúnebres avatares de la emigración.
En su sitio, ni señas ni monumentos, sólo líneas y columnas dan cuenta de esa
silenciosa carnicería… «Reconocimiento final de identidad» [4], los cadáveres
identificados, la mención de su muerte en este censo, para los anónimos es el
último testimonio de su paso hacia las fronteras de Europa. United evalúa en
8.855 el número de muertos en el espacio de catorce años (1993-2006): una
representación mínima de una catástrofe ignorada. Ya que por ejemplo en el caso
de los ahogados, el cálculo está basado en el recuento de los cadáveres hallados
en las playas y en las estimaciones presentadas por los supervivientes de los
naufragios. Ahora bien, la mayoría de los naufragios ocurren lejos de las
costas, y la precariedad de las condiciones en las cuales navegan los pasajeros
equipados, en el mejor de los casos, con brújulas y teléfonos móviles, les
impiden recurrir eficazmente a la ayuda cuando se encuentran en peligro..
Sólo para el año 2006, durante el que aparecieron 600 cadáveres en las costas
canarias, un responsable de los servicios de emigración de estas islas españolas
considera que el número total de emigrantes ahogados entre la costa africana y
Canarias sería diez veces mayor. Una estimación confirmada por el director de la
Cruz Roja mauritana, que compara la travesía de Mauritania a España «con el
juego de la ruleta rusa». Por otra parte, se sabe que numerosos pescadores que
trabajan en el perímetro Malta-Libia-Túnez-Sicilia prefieren desviar su ruta
cuando encuentran embarcaciones de fortuna en peligro, antes que acudir en ayuda
de los náufragos. Por 22.000 personas llegadas por mar a Italia en 2006,
¿cuántas no alcanzaron su objetivo? El silencio seguirá siendo su mortaja: «A
veces, cadáveres humanos se enganchan en las redes. Generalmente tenemos orden
de rechazarlos. Lo que viene del mar, tiene que volver al mar: es lo que dice el
capitán» [5]..
Más recientemente, la organización Fortress Europe, que se sustenta únicamente
de las cifras mencionadas por la prensa, informó de que cerca de 12.000
extranjeros habrían muerto en las fronteras de Europa entre 1988 y 2008 [6], de
ellos 8.173 en el mar [7] y más de 1.600 cruzando el desierto del Sahara. Una
evaluación muy aproximada hace pensar que esta cifra debería multiplicarse, al
menos, por dos o tres, o incluso más si se tiene en cuenta la realidad de los
peligros de la emigración irregular que tenían Europa como destino. Varios
indicios autorizan esta extrapolación: por una parte, teniendo en cuenta las
condiciones del viaje, que obligan a los emigrantes a ocultarse o a ocultar su
identidad, sus proyectos o sus itinerarios, es probable que una gran parte de
los accidentes mortales se produzcan sin testigos o ante los ojos de testigos
que no desean llamar la atención sobre ellos pidiendo ayuda. Se certifica la
recurrencia, en los relatos de algunos emigrantes que hablaron después su
llegada, de las referencias a la muerte de compañeros de infortunio que
sucumbían al agotamiento, el hambre o la sed, o incluso a los malos tratos de
los chantajistas, pasadores de fronteras, militares y policías [8] encontrados
por el camino. En pleno Sahara, en la frontera entre Mali y Argelia, la «ciudad
de los emigrantes» de Tinzaouatine, una especie de tierra de nadie donde se
encuentran los rechazados de Argelia y los que se preparan para intentar por
primera vez la aventura, ya existe un cementerio que alberga las tumbas anónimas
de las víctimas de la emigración..
La dificultad del recuento de las muertes de la emigración está también en la
voluntad de ocultarlas por parte de las autoridades. En la región de Portopalo
di Capo Passero, situado en la punta meridional de Sicilia, cerca de 300
personas fueron engullidas con su embarcación en la Nochebuena de 1996. A pesar
de los testimonios de los supervivientes albaneses, las autoridades italianas
pusieron muy en duda el naufragio hasta julio de 2001, fecha en la que
aparecieron los restos [9]..
También pasó lo mismo en Marruecos en el año 2005 cuando los africanos que
intentaban cruzar las alambradas de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla
sucumbieron después de chocar contra las fuerzas del orden españolas y
marroquíes. Las impresionantes imágenes de los asaltos efectuados por los grupos
de subsaharianos contra los muros construidos para proteger la frontera de estos
pedacitos de Europa en tierra africana dieron la vuelta al mundo. La red
Migreurop intentó contar e identificar a las víctimas de estos sucesos. Aunque
los hechos se publicaron ampliamente, la empresa se reveló imposible: sólo un
joven camerunés fallecido el 29 de agosto de 2005 de una hemorragia interna
algunas horas después de que lo agrediera la guardia civil española fue
identificado formalmente. Las demás víctimas, muertas por caída, asfixia o bajo
las balas del ejército marroquí en presencia de numerosos testigos, algunos de
los cuales fueron transferidos al hospital, no tienen nombres. Incluso su número
es indeterminado. Según un abogado de una organización española de ayuda a los
refugiados, 14 personas habrían resultado muertas en la frontera
hispano-marroquí entre agosto y octubre de 2005 [10], pero otras fuentes hablan
de 21 muertos. La asociación andaluza APDHA, por su parte, reconstruyó las
circunstancias y la cronología de las muertes de 17 personas [11]..
Para Migreurop, «estos muertos sin nombre y sin número dicen mucho sobre el
proceso de deshumanización de los emigrantes, reducidos al estado de individuos
supernumerarios que pueden desaparecer sin dejar rastro» [12]. Un acta que
confirma el portavoz del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los
refugiados en Roma: «Hay regiones en el Mediterráneo que se convierten en una
especie de zonas sin ley en las que la vida humana no vale nada» [13]. Ningún
procedimiento judicial se puso en marcha para identificar a los responsables de
las muertes de Ceuta y Melilla, así como, probablemente, no habrá ninguna
persecución a los agentes de la Marina real marroquí acusados por tres
emigrantes de hundir su embarcación neumática en pleno mar, en el amanecer del
28 de abril de 2008, reventándola a cuchilladas. La Zodiac, de nueve metros de
larga, transportaba alrededor a de 80 pasajeros nigerianos, guineanos,
cameruneses y malienses y se dirigía hacia España. Se ahogaron treinta y seis
personas..
A veces incómodas cuando sacan a la luz la crueldad de los mecanismos de los
controles de las fronteras, las muertes de los emigrantes se utilizan
generalmente para poyar el fortalecimiento de esos mismos mecanismos. Cuando en
junio de 2007 Brice Hortefeux, el Ministro de Inmigración francés, recibió en
Toulon los cadáveres de 18 emigrantes ahogados frente a la costa de Malta antes
de que pudieran alcanzar las costas, recogidos por una fragata de la marina
francesa, tuvo la ocasión de apiadarse del «recorrido de estos emigrantes,
venidos de África, que acabó en tragedia, porque se cruzaron en el camino de un
pasador de fronteras que les proporcionó una embarcación hacia la muerte», y de
anunciar, en nombre de «una exigencia moral que debemos respetar» su «firme
combate» para reforzar la represión contra dichos pasadores de fronteras, esos
«esclavistas de nuestra época»..
Las «lágrimas de cocodrilo» de la Unión Europea.
Seis meses después, tras la colisión ocurrida frente a la costa de Mayotte entre
una embarcación de la policía de fronteras y una embarcación (kwassa kwassa) de
emigrantes, que originó la muerte de al menos dos de ellos y la desaparición de
varios más, así como numerosos heridos, el mismo Brice Hortefeux recordaba: «más
que nunca, el gobierno está decidido a luchar contra las redes que explotan la
miseria de los emigrantes clandestinos arrojándolos a embarcaciones inseguras en
las que arriesgan sus vidas» [14]. La retórica no es nueva. En el año 2000,
cuando se hallaron 58 chinos muertos por asfixia en Douvres, en el camión que
los había transportado desde los Países Bajos, los jefes de Estado y de gobierno
de la Unión Europea expresaban, unánimes, su profunda emoción y anunciaban que
tomarían enérgicas medidas para evitar que se repitan estos dramas. Emoción que
fue calificada entonces de «lágrimas de cocodrilo» por Emmanuel Terray [15], que
recordaba que los endurecimientos de los controles en las fronteras y la
restricción del derecho de asilo son los principales responsables de la
expansión del tráfico de emigrantes. Al comentar la situación surrealista que
prevalece a lo largo de las costas del Canal de la Mancha donde los exiliados
iraquíes, a quienes no se puede expulsar, son regularmente detenidos y soltados
por la policía francesa, el responsable de una asociación de ayuda a los
refugiados de Cherburgo llega la misma conclusión: «el Estado y los pasadores de
fronteras son aliados objetivos» [16]..
El propio proceso conduce a que las travesías se vuelvan más peligrosas al
obligar a los emigrantes, debido a la dificultad de emigrar por las vías
legales, a recurrir a métodos cada vez más arriesgados y a pagar cada vez más
caro para llegar hasta Europa. Una evidencia mecánica de la que ACNUR analiza
perfectamente las implicaciones: «Mientras que el número de personas que entran
en Italia y España parece disminuir, las organizaciones humanitarias temen que
los pasadores de fronteras utilicen rutas más largas y todavía más peligrosas o
utilicen barcos más pequeños para evitar ser vistos e interceptados. Pero la
gente sigue queriendo correr este riesgo y pagan fuertes sumas a los pasadores
de fronteras» [17]. De hecho, mientras que hasta 2002 sólo había que recorrer
las pocas decenas de millas marinas del Estrecho de Gibraltar para pasar de
África a Europa, el sistema SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), una
especie de blindaje electrónico instalado en toda la costa andaluza, ha obligado
a los candidatos al exilio a diversificar las trayectorias migratorias y a
utilizar itinerarios más largos y peligrosos. Desde 2006, la agencia europea
Frontex despliega patrullas marítimas para frustrar los intentos de emigración
irregular entre la costa del oeste de África y las Islas Canarias. Con éxito: a
finales de agosto de 2007, el Ministro del Interior español anunciaba una
disminución de llegadas a las Islas Canarias de cayucos, las naves en las que
embarcan los emigrantes desde las orillas africanas, del orden de un 70% en un
año. Durante el mismo período, el número de cadáveres encontrados en las costas
canarias aumentó casi un 50%. Por lo tanto, las operaciones de interceptación
marítima aplicadas por Frontex tienen menos el efecto de disuadir las salidas
que el de acentuar la peligrosidad de las travesías..
Del mismo modo, la «frontera verde» que separa, en plena zona forestal, Ucrania
de Polonia, es otro de los ejes mortales por los que todos los años transitan
miles de personas, en particular las que huyen de los conflictos, como los
chechenos, a la búsqueda de la protección de Europa. En el mes de septiembre de
2007 [18], la muerte de tres niñas chechenas extraviadas en la montaña polaca
después de haberla cruzado ilegalmente para intentar incorporarse a Eslovaquia,
llamó la atención de la opinión pública europea sobre una realidad que la
adhesión de Polonia a la UE en 2004 no ha modificado en absoluto: no sólo el
refuerzo de los controles en las fronteras no suprimió los flujos de emigración
irregular, sino que multiplicó los riesgos de los que ninguna enumeración da
cuenta exactamente. El atlas de los muertos en las fronteras [19], víctimas de
las políticas migratorias restrictivas, debería, efectivamente, contener
numerosos capítulos para los cuales la documentación sigue siendo dispersa e
incompleta: de la frontera mexicano-estadounidense a las aguas territoriales
australianas, del Golfo de Adén en las fronteras del norte de Sudáfrica, pasando
por las reliquias de los antiguos imperios coloniales (en el Caribe, Mayotte,
Guyana…), son numerosas las líneas del frente donde todos los años caen miles de
emigrantes, a veces eliminados directamente por los guardafronteras, pero más a
menudo entregados, por el cierre de las rutas seguras, a los «elementos
naturales» erigidos en garantes de la asignación de residencia a los más
pobres..
Con el conocimiento de esta situación, cabría preguntarse por qué los militantes
activos y los investigadores parecen caer en el fetichismo de las cifras cuando
esgrimen números cuya imprecisión sólo es comparable a sus variaciones. Estas
encarnaciones cifradas realmente son una forma de interpelación de los
periodistas y otros expertos de la comunicación, que tienen que asumir ciertas
expectativas para tener una oportunidad de que los escuchen. Más
fundamentalmente, nos parece que evaluar en varias decenas de miles el número de
personas muertas en diez años al intentar incorporarse a Europa da cuenta de una
realidad conocida por todos los historiadores y demógrafos: es la propia de las
situaciones de crisis aguda o la guerra, que dificultan el recuento de las
víctimas y las estimaciones están inevitablemente sujetas al debate y a la
instrumentalización política. Pero aunque sean imprecisas, dichas estimaciones
dan legibilidad a una situación que demasiado a menudo se achaca a la fatalidad
o a otros hechos diversos. Así, la guerra contra los emigrantes pasa del
registro de la metáfora al de un contexto cuyas consecuencias deben
documentarse. La imposible enumeración se convierte entonces en la ayuda para un
descifrado necesario. También se trata de una forma de exigencia moral y de un
homenaje que debe rendirse a las víctimas. Restituir el carácter personal de sus
viajes y sus motivaciones sería realmente la mejor respuesta a las políticas que
pretenden negar sus derechos individuales, pero la empresa es forzosamente
limitada. Por lo tanto es necesario encontrar otras maneras de poner al día la
historia de esas trayectorias a menudo funestas. Hacer la suma de las vidas
sacrificadas sobre el altar del «riesgo migratorio» es otra manera de dar una
existencia a estos muertos sin nombre..
Notas.
[1] Olivier Clochard, «Les conséquences dramatiques du renforcement des
contrôles migratoires», en Les journées d’études de l’Observatoire des droits
des marins: «Les ports havres de paix?», 2006..
[2] Emmanuel Blanchard y Anne-Sophie Wender, Guerre aux migrants, le livre noir
de Ceuta et Melilla , ed. Syllepse, 2007..
[3] United for Intercultural Action European network against nationalism, racism
and in support of migrants and refugees.
[4] Philippe Rivière, «Emigrer et mourir», Le Monde diplomatique, julio de
2000..
[5] Un pescador siciliano citado por Catherine Simon, «Pêcheurs d’homme», Le
Monde, 14 de septiembre de 2007..
[6] Sitio consultado el 21 de marzo de 2008..
[7] 597 personas se ahogaron en el océano Índico cuando intentaban llegar a la
isla francesa de Mayotte..
[8] Tres agentes de la Guardia Civil acusados de provocar el ahogamiento de un
emigrante senegalés el 27 de septiembre de 2007. Según los testimonios de tres
supervivientes, los policías les habrían interceptado frente a la costa del
enclave español de Ceuta y después los llevaron a las aguas territoriales
marroquíes, rajaron sus chalecos salvavidas y los arrojaron al agua..
[9] Federica Sossi, «Portopalo», Vacarme nº 25, 2003, pp. 108-111..
[10] Comisión Española de Ayuda al Refugiado , La situación de los refugiados en
España. Informe 2006 , enero de 2006..
[11] Asociación pro derechos humanos de Andalucía : Informe sobre las
violaciones de los derechos humanos de los emigrantes de origen subsahariano en
tránsito hacia Marruecos, octubre de 2005..
[12] Emmanuel Blanchard y Anne-Sophie Wender, op. cit..
[13] ACNUR, «La migration en Europe des boat people», 9 de octubre de 2007..
[14] «Mayotte: 2 morts dans un naufrage après une coliision clandestins-police»,
AFP, 4 de diciembre de 2007..
[15] Emmanuel Terray, «Douvres des larmes de cocodrile», Libération, 22 de junio
de 2000..
[16] Frank Johannès, «Les fantômes de Cherbourg», Le Monde, 28 de septiembre de
2007..
[17] ACNUR, «La migration en Europe des boat people», 9 de octubre de 2007..
[18] Cécile Chauffour, «La mort de trois fillettes tchétchénes, immigrées
clandestines, bouleverse la Pologne», Le Monde, 19 de septiembre de 2007..
[19] Olivier Clochard y Philippe Rekacewicz, «Des morts par milliers aux
frontières de l’Europe», Le Monde diplomatique, diciembre de 2006..
Original en francés: http://www.gisti.org/spip.php?article1255
Emmanuel Blanchard, Olivier Clochard y Claire Rodier pertenecen al Grupo de
Información y Apoyo a los Emigrantes GISTI, integrado en la asociación de
Derecho francesa « Réseau Migreurop ». Caty R. pertenece a los colectivos de
Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente
a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, a la traductora
y la fuente..