Medio Oriente - Asia - Africa
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Gadafi «El revelador»
Danielle Bleitrach
Como dice mi madre, para quien la humanidad se divide en gente limpia y gente
sucia: «Va un poco desaliñado pero parece un dandi». Gadafi nos dejó con la boca
abierta con su tienda de beduino, su djellaba, su leche de camella y sus
«amazonas» regordetas. Un hombre cuyos guardaespaldas tienen las caderas
redondas, las rodillas carnosas y curvas veladas bajo el rígido uniforme, no
puede ser tan malo… Gadafi, ese huidizo personaje, tiene el misterioso don de
ridiculizar todo lo que toca, las falsas grandezas se desmoronan, la hipocresía
se desinfla; es el privilegio de la locura surrealista.
Había que verlo altivo, distante, negando haber abordado la cuestión de los
derechos humanos con Sarkozy. En el mejor de los casos no se había dignado
escuchar a quien ya la prensa extranjera llama «vendedor de aire». ¡Todo: el
circo presidencial, los hipidos virtuosos de los diputados de izquierda, la
pequeña discusión de los derechos humanos y la Francia-alfombra, todo se volvió
totalmente ridículo, un sainete! ¿A qué no se acostumbra uno con el tiempo? Los
vemos en la tele pero ya ni siquiera entendemos a esos guiñoles, con o sin
Gadafi, pero de repente se ve mejor, todo es ridículo. Yama Rade, Kouchner y
toda la izquierda en bloque lo mismo se preocupa de los derechos humanos en
Libia que se olvida de los torturados por los estadounidenses, de los
martirizados de Guantánamo y otros lugares similares, ésos son «fondo de
comercio».
Y todo porque este anarquista coronado y alucinado, escapado de la imaginación
de un Artaud o un Chester Himes –por la indumentaria-, atraviesa el decorado y
los ridiculiza arrastrándolos en su estela. El beduino envuelto en su capa, la
mirada oculta tras las Rayban y su camembert negro en la cabeza
nos decía: «¡Ah, si quieren teatro lo tendrán, soy el mejor en este
pequeño juego!»
Prácticamente no hay ningún tema en el que no se haya dedicado a dinamitar las
virtuosas posiciones de Francia.
Con respecto a Darfur –asunto sobre el que la diplomacia francesa pretende
acelerar el despliegue oficial de fuerzas internacionales para proteger a los
refugiados-, Gadafi criticó el martes, «la internacionalización del
conflicto». «Si dejamos que los propios habitantes de Darfur se aclaren
entre ellos, la crisis de Darfur se resolverá por sí sola», afirmó.
Muammar (observarán que la prensa francesa no se cansa de usar el exótico
nombre), Muammar Gadafi, pues, aleccionó a los europeos, y especialmente a
Francia, sobre el asunto de los derechos humanos. El martes, después de negar
descaradamente cualquier conversación con Nicolas Sarkozy sobre los derechos
humanos, lo que equivalía a tildarle de mentiroso o a reconocer que se había
dormido en ese momento crucial de la conversación, prosiguió su trabajo de zapa
ante los representantes de la comunidad africana reunidos en la UNESCO. Disertó
ampliamente sobre las razones que impulsan a los jóvenes hijos de los
inmigrantes a romper e incendiar… y los invitó a regresar a África si no son
tratados igual que sus compatriotas. «Me preocupo por los africanos (…) y
subrayo que el interés de los demás por los africanos no es el mismo», explicó
según la traducción simultánea del árabe al francés. «Los hijos de la
inmigración africana están considerados como marginados y menesterosos. A veces
reaccionan violentamente y provocan incendios. Estamos en contra de la
violencia. Pero eso quiere decir que viven situaciones difíciles, que sufren.
Eso requiere que nos preocupemos. ¿Por qué provocan los incendios? ¿Quizá porque
hay derechos que no se respetan, que se violan?», se preguntó. «Estamos
en el país de los derechos humanos (…) El ciudadano francés, el ciudadano belga,
el ciudadano inglés gozan de estos derechos. Pero cuando hablamos de derechos
humanos debemos aplicarlos también a los extranjeros (…) Hay algo que hace que
los jóvenes quemen coches, hay razones», insistió. «Nosotros y el gobierno
francés deberíamos saberlo. Nos necesitamos unos a otros, no debe haber
prioridades. Hay que estudiar esta cuestión con todo detalle», aseguró;
al contrario de su anfitrión, que el 29 de noviembre declaraba que «explicar las
violencias sería disculparlas».
Gadafi, imparable, remachó el clavo lamentando que los africanos hayan sido
«colonizados, reducidos a la esclavitud, utilizados en las guerras,
explotados en la construcción de edificios y carreteras, para desecar las
ciénagas y después relegados a los suburbios». «La situación queda clara,
si no tenemos un lugar en Europa, lo tenemos en nuestro continente», concluyó y
prometió «ocuparse» de las personas interesadas en el regreso.
Bertrand Delannoe, el alcalde que a pesar de todo no tuvo ningún reparo en
acoger a Condoleezza Rice, la pianista superdotada, mientras los marines
arrasaban Faluya, y seguramente considera que una enfermera búlgara viva vale
mucho más que 100.000 muertos iraquíes, lamentó que los puentes de París se
hayan cerrado a los peatones para que Gadafi pueda dar un paseo en bateau-mouche.
«Mientras que acababa de hacer un ‘indigesto’ discurso en la UNESCO sobre los
derechos humanos y los inmigrantes». ¿Indigesto para quién? No para los
que acampan en la rue de la Banque a falta de un alojamiento en París.
Allí mientras tanto Ségolène Royal, François Bayrou y Marek Halter se
manifestaban en una cabina telefónica.
Al menos el MEDEF (Movimiento de las empresas de Francia, N. de T.) se mostró
lógico y pasó de puntillas sobre el cóctel molotov: antes de regresar al Elíseo
el miércoles, el coronel Gadafi se entrevistó con los jefes de las empresas del
MEDEF. Les explicó sin rodeos que la normalización de las relaciones políticas
con Francia tenía como contrapartida la firma de contratos y los mercados
abiertos para las empresas francesas.
El Elíseo reconoció que no hablaron de los derechos humanos en la segunda
conversación entre los dos presidentes, dado que ya habían hablado, lo que
pudimos ver por fin y vimos hablando… a Sarkozy. Gadafi y el intérprete dormían.
En venganza Sarkozy le pidió que se pronunciara sobre los atentados de Argel, a
lo que Gadafi respondió que no lo había esperado porque se había entrevistado
largamente por teléfono con Bouteflika.
Acusado durante mucho tiempo de apoyar los atentados terroristas, sus recientes
declaraciones en Lisboa en las que declaraba que el terrorismo está justificado
para los «débiles», sirvieron de pretexto para los aullidos indignados de
quienes no condenan con la misma firmeza los bombardeos de los B52 sobre los
civiles. Sería necesario, a la vista de los daños respectivos, condenar con el
mismo vigor los atentados suicidas y los bombardeos sobre poblaciones inocentes
dado que, efectivamente, no todo el mundo tiene medios para pagarse un B52.
Muammar Gadafi lo señaló y volvió de nuevo a sus observaciones el miércoles 12
de diciembre, en París, en una entrevista en la cadena internacional
France24. «Está claro que lo que dije va en el sentido de la lucha contra el
terrorismo. Lo condenamos», declaró Gadafi. Pero «eso no es suficiente.
Es necesario encontrar las causas del terrorismo, descubrir el origen de la
enfermedad para combatirla», añadió subrayando que los Estados no pueden
conformarse con un «plan de seguridad». «Actualmente ya no se trata de
una guerra entre colonizadores y colonizados, es un fenómeno ciego, un
terrorismo sin razón», dijo.
¿Se preguntaría el beduino si aquí invitamos a la gente para insultarla,
mientras dormía cuando Sarkozy le daba la lección sobre derechos humanos? O
quizá simplemente se avergonzaba por la falta de delicadeza de su anfitrión. Por
otra parte Sarkozy, a quien un colombiano calificó recientemente de
«exhibicionista compulsivo», pareció en este asunto un tanto desbordado
intentando frenar a un jefe de Estado que revela la locura de todos y permanece
con los ojos cerrados tras gafas de sol, pasando sin transición de un mutismo
extraviado a las observaciones más juiciosas y rompiendo con una especie de
inocencia devastadora todos los esfuerzos diplomáticos.
Todos los demás parecen haberse vuelto locos, incluida la Liga de los derechos
humanos (LDH) que denuncia este miércoles el cinismo de las autoridades
francesas que reciben a Muammar Gadafi «como un príncipe» en el momento en que
Argelia sufre atentados. Perdón, ¿de qué hablan? He aquí alguien que parece
ignorar las sutilezas de la política internacional y el hecho de que Gadafi se
lleva con los saudíes como el perro y el gato… los saudíes, entre nosotros, son
más bien las correas de transmisión de los dirigentes estadounidenses… ¿Me
siguen?
No, contemplen a Gluksman y Bernard Henry Levy petrificados, Gadafi es peor que
la roña…
Como colofón de todas las curiosidades de esta visita, podríamos utilizar el
titular de Le Figaro del jueves pasado:
«Sarkozy acompaña a Gadafi por los caminos de la respetabilidad»
Texto original en francés: