Medio Oriente - Asia - Africa
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La farsa de Annapolis continúa en París
Angel Guerra Cabrera
Las primeras planas y espacios "triple A" de la maquinaria mediática dan cuenta
del éxito de la conferencia internacional de donantes en París para un supuesto
Estado palestino. Anuncian con fanfarria la generosidad de la Comunidad
Internacional, que "ha superado las expectativas de recaudación de los
organizadores". Condoleeza Rice declara enfática el "histórico" aporte
estadunidense y el premier francés Bernard Kouchner expresa alelado su
"satisfacción", jefe del mismo gobierno que ha batido tambores de guerra contra
Irán con un lenguaje que debe haber hecho relamerse de gusto a Norman Pohorest,
el más fanático y apocalíptico de los neoconservadores sionistas y asesor del
precandidata republicano Rudolph Giulliani.
Los fondos, afirman, irán a la caja de la sedicente Autoridad Nacional
Palestina(ANP), es de suponer que destinadas a reforzar sus nuevas funciones de
alguacil de Israel en los territorios ocupados. La comedia de la capital
francesa es la continuación de la farsa montada en Annapolis por Bush-Rice-Olmert.
Pocas veces se había visto un espectáculo tan degradante como el de aquellos
aquiescentes representantes oficiales árabes allí congregados, verdaderos
convidados de piedra dispuestos a aceptar cualquier cosa que decidieran
Washington y Tel Aviv. El caso más patético, el del presidente de la ANP Mahamud
Abbas, quien acudió a la cita sin mandato del Parlamento –con la tercera parte
de sus miembros en cárceles israelíes-, ni del Consejo de la Organización para
la Liberación de Palestina y ni siquiera de la dirección de Fatah, el movimiento
en que milita. Y es que aun entre la mayoría de los más moderados políticos
palestinos no es aceptable una salida negociada al conflicto con Israel teniendo
en la que el árbi
tro sea Estados Unidos, segura retaguardia militar, financiera y diplomática del
Estado hebreo sin cuyo dispendioso concurso no existirían la ocupación y la
cuota diaria de muerte, atropellos y sufrimientos que impone en los territorios.
Y si no, obsérvese que respecto a esta cuestión no hay diferencia alguna entre
el discurso de los aspirantes a la Casa Blanca, republicanos o demócratas, y el
de su actual ocupante. Se trata de una política de Estado.
La conferencia de Annapolis fue repudiada en manifestaciones populares en Gaza,
bajo control de Hamás, pero también en Cisjordania, feudo de la ANP, donde se
les reprimió con la energía que esta es incapaz de enfilar contra la ocupación.
Ahora se da cuenta uno de la verosimilitud de las versiones sobre el asesinato
de Arafat y la razón por la que Abbas fue reconocido tan rápido como
interlocutor válido por George W. Bush.
Y es que Abbas y su cortejo dejaron fuera de la agenda en Annapolis hasta las
resoluciones de la ONU, que ordenan a Israel retirarse a las fronteras
anteriores a 1967, definen el estatuto de Jerusalén oriental, reconocen el
derecho de los refugiados al retorno y prohíben los asentamientos de colonos
judíos. Lo único que contó allí fue la seguridad de la entidad sionista y
enrolar a la ANP en la guerra contra el terrorismo de Bush, o sea, el castigo a
los palestinos que se rebelen contra el ocupante, algo que ningún liderazgo
podría hacer cumplir en los territorios. De modo que Abbas cayó en la trampa: a
partir de ahora cualquier acto de barbarie o ampliación de la ocupación será
justificado por el incumplimiento de la ANP de su compromiso de reprimir las
acciones de resistencia. El mecanismo creado en Annapolis "bajo la dirección de
Estados Unidos" echó a un lado importantes herramientas legales de la causa
palestina.
Hay gato encerrado. Algo inconfeso existe tras tanto desvelo de Bush y
Condoleeza y tanto trajín de su fiel Tony Blair. La reunión de Annapolis y su
caja de resonancia en París sólo puede comprenderse en el contexto más amplio de
la estrategia yanqui-sionista. Su objetivo es acentuar el conflicto
interpalestino y amenazar a Hamás, la más resuelta y numerosa fuerza contra la
ocupación, dejando manos libres a Tel Aviv para, ahora sí, destruir a Hezbollah
en Líbano en la carrera hacia el ominoso golpe nuclear contra Irán, una decisión
irreversible de Bush al parecer.
Mientras Israel sea un Estado colonial, confesional, racista, expansionista y
armado hasta los dientes por Estados Unidos no habrá paz para los pueblos del
Medio Oriente. Pero ni cien Annapolis ni las armas nucleares sionistas podrán
liquidar la resistencia antiimperialista árabe y palestina.