La presión financiera y política de la EEUU y la UE se cierne
sobre Nicaragua
Ingo Niebel Gara
Desde principios de 2008 la Unión Europea está aumentando, con el permiso de la
Casa Blanca para actuar en su «patio trasero», la presión contra el Gobierno de
Daniel Ortega, lo que evidencia la debilidad de EEUU y el actual grado de
entendimiento entre Wa-shington y Bruselas, que no sólo han cerrado filas de
cara a Rusia.
Parece que el capital del Norte ha decidido frenar el avance de los gobiernos
progresistas de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador y la pérdida de
más terreno político.
Tras el fracaso de varios «cambios de Gobierno» en Venezuela y Bolivia, al
estilo de las «revoluciones» naranja o rosa de las ex repúblicas soviéticas de
Ucrania y Georgia, Washington y Bruselas han decidido lanzarse sobre Nicaragua,
el miembro más débil de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
EEUU y la Unión Europea piensan en convertir las elecciones municipales de
noviembre en el principio del fin del líder sandinista Daniel Ortega.
El primero en apretar los tornillos a Managua fue Alemania. En abril, el
Ministerio Federal de Colaboración Económica y Desarrollo anunció la anulación
de una ayuda de siete millones de euros. Para justificar su decisión, la
ministro socialdemócrata Heidemarie Wieczorek-Zeul alegó los niveles de
corrupción alcanzados desde la llegada de los sandinistas al poder.
instrumentalización
En junio la embajadora de la UE, Francesca Mosca, protestó ante Managua porque
el Consejo Supremo Electoral (CSE) sacó de la contienda electoral a dos partidos
por no cumplir los correspondientes requisitos mínimos, lo que fue aplaudido por
el saliente embajador estadounidense, Paul Trivelli. Mosca preside la «mesa
redonda de cooperación» con Nicaragua, que anualmente otorga 500 millones de
dólares de la UE, además de otros 120 millones concedidos por ocho estados
europeos.
En esa línea, la Fundación Friedrich Ebert (FES), cercana al SPD alemán,
aconseja a la UE instrumentalizar su «ayuda al desarrollo» y también la
negociación de los «tratados de asociación» con otros países centroamericanos,
para que presio- nen a Nicaragua. La representante de la FES en la región,
Valeska Hesse, cree que la suspensión de los dos partidos pone en peligro la
democracia en Nicaragua y añade que «después de año y medio en el Gobierno se
extiende entre la población la desilusión y el descontento».
El 14 de agosto la embajadora sueca Eva Zetterberg dijo en un programa de
televisión que Ortega instauraba una dictadura en Nicaragua y acto seguido
Suecia decidió suspender, a partir de 2009, su ayuda, calculada en 21 millones
de dólares anuales. El ataque de Zetterberg coincidió con la visita a Managua
del ex presidente mexicano Vicente Fox, quien arremetió contra el Ejecutivo
sandinista. El viaje se lo pagó el neoconservador Instituto Republicano
Internacional (IRI), con sede en EEUU.
El 17 de agosto de 2008, embajadores de países de la UE se entrevistaron con la
ONG nicaragüense Ética y Transparencia, porque el CSE no la había reconocido aún
como observadora de los comicios municipales. El dinero para esta costosa
actividad procede, según admite la ONG, de la Embajada de Noruega y de la
National Endownment for Democracy (NED), entidad financiada por la Casa Blanca
que apoya a los grupos que pretenden derrocar a gobiernos que se oponen a las
directrices de Wa-shington. En su libro «El código Chávez», la periodista Eva
Golinger desvela la intervención de la NED en la política interna de Venezuela
antes y después del fracasado golpe de Estado de 2002.
Esta presión diplomática y financiera va acompañada de una ofensiva mediática
internacional contra Ortega, «recordando» las archivadas acusaciones por abusos
sexuales de su hijastra, mientras aumentan las informaciones sobre la
desnutrición general de la población.
A ello hay que añadir el reciente nombramiento de Robert Callahan como nuevo
embajador de EEUU en Managua. Este diplomático de carrera sirvió desde 1981 en
Honduras, donde ejerció de portavoz de la legación diplomática bajo las
directrices del entonces embajador John Negroponte, quien, en estrecha
colaboración con la CIA, organizó la guerra sucia contra la Revolución
Sandinista. La tarea de Callahan consistía en demonizar al FSLN, alabar a la
Contra y tapar las vulneraciones de Derechos Humanos cometidas en Honduras y
otros países de la zona con la ayuda de la CIA. Hoy día Negroponte es el número
dos del Departamento de Estado y, por eso, no es una casualidad sino una
advertencia que su fiel colaborador, con quien estuvo en Irak y en la dirección
de los servicios de inteligencia, represente ahora a EEUU en Nicaragua.
Washington y Bruselas han movido ficha. La situación en el tablero se parece a
la que precedió al golpe de Estado en Venezuela, que estalló el 11 de abril de
2002 camuflado de «manifestación civil». Entonces el pueblo venezolano salvó a
su presidente, Hugo Chávez, como el pueblo boliviano respaldó recientemente a
Evo Morales. Ahora les toca a los nicaragüenses y a Daniel Ortega superar el
reto que les están preparando EEUU y la UE. Fuente: lafogata.org