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Pistas prácticas para cuidar de la Tierra
Leonardo Boff
Servicios Koinonía – Desde Abajo
La sostenibilidad, asentada en la razón analítica, tiene que ver con todo lo que es necesario para garantizar la vida y su reproducción para las generaciones actuales y futuras
Dos principios son fundamentales en la superación de la crisis actual por la
que pasa el planeta Tierra: la sostenibilidad y el cuidado.
La sostenibilidad, asentada en la razón analítica, tiene que ver con todo lo que
es necesario para garantizar la vida y su reproducción para las generaciones
actuales y futuras.
El cuidado, fundado en la razón sensible y cordial, se refiere a los
comportamientos y a las relaciones con las personas y la naturaleza, marcadas
por el respeto a la alteridad, por la amorosidad, por la cooperación, por la
responsabilidad y por la renuncia a toda agresividad.
Articulando estos dos principios podremos devolver equilibrio y vitalidad a la
Tierra. Ofrecemos algunas sugerencias prácticas para que cada uno haga su
revolución molecular (Guatarri): la que comienza por la propia persona, y es la
base para el gran cambio de todo el sistema. He aquí algunas:
Alimente siempre la convicción y la esperanza de que es posible otra relación
con la Tierra, más en armonía con sus ciclos y respetando sus límites.
Crea que la crisis ecológica no debe transformarse en una tragedia, sino en una
oportunidad de cambio hacia otro tipo de sociedad más respetuosa e incluyente.
Dé centralidad al corazón, a la sensibilidad, al afecto, a la compasión y al
amor, pues son estas dimensiones las que nos movilizan para salvar ala Madre
Tierra y sus ecosistemas.
Reconozca que la Tierra está viva pero es finita, semejante a una nave espacial,
con recursos escasos y limitados.
Rescate el principio de la religación: todos los seres, especialmente los vivos,
son interdependientes, y por eso tienen un destino común. Deben convivir
fraternalmente entre sí.
Valore la biodiversidad y a cada ser, vivo o inerte, pues todos tienen valor en
sí mismos, independientemente del uso humano.
Reconozca las virtualidades contenidas en lo pequeño y en lo que viene de abajo,
pues ahí pueden estar contenidas grandes soluciones.
Cuando no encuentre una solución, confíe en la imaginación creativa, que esconde
en sí respuestas sorprendentes.
Tome en serio el hecho de que para los problemas de la Tierra no hay una sola
solución, sino muchas, que deben surgir del diálogo, de los intercambios y de la
complementación entre todos.
Ejercite el pensamiento lateral, es decir, póngase en el lugar del otro y trate
de ver con sus ojos. Así verá dimensiones diferentes y complementarias de la
realidad.
Respete las diferencias culturales (cultura campesina, urbana, negra, indígena,
masculina, femenina etc.), pues todas ellas muestran formas distintas de ser
humanos.
Supere el pensamiento único del saber dominante y valore los saberes cotidianos,
del pueblo, de los indígenas y de los campesinos, porque cooperan en la búsqueda
de soluciones globales.
Exija que las prácticas científicas sean sometidas a criterios éticos a fin de
que las conquistas beneficien más a la vida y a la humanidad que al mercado y al
lucro.
No deje de valorar la contribución de las mujeres porque son portadoras
naturales de la lógica de la complejidad y son más sensibles a todo lo que tiene
que ver con la vida.
Haga una opción consciente por una vida de sencillez que se contraponga al
consumismo. Se puede vivir mejor con menos, dando más importancia al ser que al
tener y al parecer.
Cultive los valores intangibles, es decir, los bienes relacionados con la
espiritualidad, la gratuidad, la solidaridad, la cooperación y la belleza, como
los encuentros personales, los intercambios de experiencias, el cultivo de las
artes, especialmente de la música.
Más que parte del problema, considérese parte de su solución.
Ahora vamos a considerar los cambios en las prácticas de la vida cotidiana.
Procure en todo seguir el camino del diálogo y de la flexibilidad porque él
siempre gana y es una forma de disminuir los conflictos, e incluso de poder
resolverlos.
Valore todo lo que viene de la experiencia, dando especial atención a todos los
que no son escuchados por la sociedad.
Tenga siempre en mente que el ser humano es un ser contradictorio, sapiente y,
al mismo tiempo, demente; por eso, sea siempre crítico y al mismo tiempo
comprensivo.
Tome en serio el hecho de que las virtualidades cerebrales y espirituales del
ser humano constituyen un campo inexplorado. Esté siempre abierto a la irrupción
de lo improbable, de lo inconcebible, y a la aparición de emergencias.
Por más problemas que surjan, la democracia sin fin es siempre la mejor forma de
convivencia y de superación de los conflictos; democracia a ser vivida en la
familia, en las relaciones sociales y en la organización del estado.
No queme basura y otros desechos, pues hacen aumentar el calentamiento
planetario. Pueden ser reciclados.
Avise a las personas adultas o a las autoridades cuando sepa de derribos de
árboles, incendios forestales, comercio de bromelias, plantas exóticas y
animales salvajes.
Ayude a mantener un bello aspecto visual de su casa, escuela o lugar de trabajo,
pues la belleza es parte de la ecología integral.
Anime a grupos para que en el barrio se cree un vehículo de comunicación, una
hoja o pequeño periódico, para debatir cuestiones ambientales y recibir
sugerencias creativas.
Hable con frecuencia en casa, con los amigos, con los vecinos de su edificio y
de la calle, sobre cuestiones ambientales y sobre nuestra responsabilidad sobre
el bien de los seres humanos y del planeta.
Reducir, reutilizar, reciclar, rearborizar, rechazar (la propaganda exagerada),
respetar y responsabilizarse: estas 7 erres nos ayudan a ser responsables frente
a la escasez de bienes naturales, y son formas de reducir el dióxido de carbono
y otros gases contaminantes de la atmósfera.
El padre Cícero Romão Batista, uno de los iconos religiosos del pueblo del
Nordeste de Brasil elaboró a principios del siglo XX diez preceptos de contenido
ecológico:
«-No tale el bosque, ni siquiera un árbol.
-No prenda fuego en el campo de cultivo, ni en el yermo.
-No cace más, deje que los animales vivan.
-No críe al buey ni al chivo sueltos: haga cercas y deje que el pasto descanse
para que pueda rehacerse.
-No plante encima de la sierra, ni siegue en una ladera muy inclinada, deje que
la vegetación proteja la tierra para que el agua no la arrastre y pierda su
riqueza.
-Haga una cisterna en su casa para guardar el agua de lluvia.
-Represe los riachuelos de cien en cien metros aunque sea con piedra suelta.
-Plante cada día por lo menos un árbol hasta que todo sea un vergel,
completamente verde.
-Aprenda a sacar provecho de las plantas propias del campo.
Si la gente del campo obedece estos preceptos, la sequía se irá acabando, el
ganado mejorando y el pueblo tendrá que comer. Pero si nos los obedece, dentro
de poco todo el campo se convertirá en un desierto».
Estas prácticas nos dan la esperanza de que los dolores actuales no sean de
muerte, sino de un nuevo nacimiento. La vida tiene que triunfar.