Latinoamérica
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Resabios de la vieja dictadura
Militares brasileños salen de las sombras
Rodrigo Menitto
alainet.org
Con diferentes manifestaciones los militares muestran una resistencia organizada
frente a los juicios promovidos por organismos de Derechos Humanos y promotores
del poder judicial.
En los últimos meses Brasil ha entrado en la senda de revisar los actos
cometidos por la última dictadura militar. Como en otros países de la región,
las acciones llevadas a cabo en torno a ello ha desatado manifestaciones que
parecían (solo parecían) haber quedado sepultadas, y se gesta una disputa
política que engloba al conjunto de la población brasileña.
Para mediados de agosto por lo menos 175 ex-militares ya presentaron a la
Justicia Federal en Brasilia acciones contra el Gobierno Nacional. Su objetivo
es "reivindicar" una indemnización por daños morales, físicos y sicológicos
sufridos durante el combate de la guerrilla del Araguaia en la década del 70.
Otros 425 ex-militares ya tienen preparados sus acciones. Piden 50 mil reales
para cada uno, que representarían en total 300 millones de reales. En su mayoría
son de rango inferior que van desde sargentos, cabos y soldados que al ser
aniquilada la guerrilla fueron dispensados de las Fuerzas Armadas. Han creado
incluso la Asociación Brasileña de Ex-Combatientes de la Guerrilla del Araguaia.
Por su parte la Abogacía General de la Unión presentó a la Justicia Federal su
parecer de que el tiempo para las demandas ya prescribieron.
A meados de los años 60 el Partido Comunista del Brasil comienza a mandar
militantes para la zona conocida como el Bico do Papagaio, lugar limítrofe entre
los estados de Pará, Maranhão y Tocantins, región central. Estuvieron al frente
de la organización guerrillera los ex-deputados comunistas João Amazonas y
Maurício Grabois, al mando de 80 guerrilleros.
En 1971 el ejército tiene indicios de un foco guerrillero y través de
informantes capturan al ex-presidente del Partido de los Trabajadores (PT) y
actual deputado José Genoino. A partir de ese momento, el ejército brasileño
tuvo que realizar tres grandes ofensivas durante 4 años para vencer a cuatro
columnas guerrilleras mal pertrechadas. De los 80 guerrilleros apenas un cuerpo
fue encontrado, los demás permanecen desaparecidos. Consta de testimonios de
prisioneros que les eran mostrada fotos de cabezas decapitadas para intimidarlos
durante los interrogatorios.
La dictadura brasileña -contrario a las demás de Sudamérica- fue la que mejor
planificó su retirada estratégica del poder. Por lo general, los militares
brasileños eran divididos entre la línea dura (partidarios de la continuación de
la dictadura) y los pro apertura. El principal articulador de la última posición
era el general Ernesto Geisel que estuvo en el poder de 1974 a marzo de 1979.
Conjuntamente con todo su gabinete realizaron elecciones muy controladas entre
el partido oficial, Alianza Renovadora Nacional (ARENA), y el único partido
permitido por ellos, el Movimiento Democrático Brasileiro (MDB), donde se
aglutinaba la oposición.
Con la consigna de una "apertura lenta, gradual y segura" los militares fueron
preparando con gran inteligencia la salida manteniendo la tropa unida y fuerte
ante cualquier futuro ataque legal de sus acciones en el pasado. Este proceso
concluye con el general João Figueiredo en 1985, quien deja la presidencia para
abrirle el camino el diputado conservador José Sarney del estado de Maranhão.
Por este motivo, no es casual que ante cualquier intento de juicio contra las
Fuerzas Armadas, ya sea por las organizaciones de derechos humanos o promotores
federales, se vea una reacción en bloque de los militares.
En la tarde del 7 de agosto de este año, la voz pastosa del general Gilberto
Barbosa de Figueiredo llenó el Salón Noble del Club Militar, en Rio de Janeiro,
con sus 600 invitados. Un seminario organizado con el objetivo de contestar al
ministro de Justicia, Tarso Genro, y al secretario especial de Derechos Humanos,
Paulo Vannuchi, ante la iniciativa de juzgar a militares por sus crímenes de
lesa humanidad.
Entre los invitados estaba el coronel reformado Carlos Alberto Brilhante Ustra,
ex-jefe del DOI-Codi (Departamento de Operaciones de Información y Centro de
Operaciones de Defensa Interna) de San Pablo, el centro más conocido de torturas
a militantes populares del país.
Brilhante Ustra es acusado por los organismos de Derechos Humanos de participar
-entre 1970 y 1974- en el asesinato de 40 presos políticos y de la tortura de
otros 502. Junto a él estaban el comandante militar del Leste, general Luiz
Cesário da Silveira, y el director del Departamento de Enseñaza e Investigación
del Ejército, general Paulo César de Castro.
En el lujoso salón, el presidente del Club Militar, el general Figueiredo,
anunció a los panelistas: el general Sérgio Augusto Avellar Coutinho, ex-jefe
del Centro de Inteligencia del Ejército; el abogado Antônio José Ribas Paiva, de
la Unión Democrática Ruralista; y Waldemar Zveiter, ex-ministro del Supremo
Tribunal de Justicia (STJ).
"La amnistía de 1979 no era para idealistas que rompían con la legalidad con la
esperanza de un país mejor", dijo el general Coutinho, al citar como referencia
las amnistías concedidas sobre todo a militares hasta los años 50. "Era amnistía
para marxistas, marxistas-leninistas, revolucionarios malos, perversos, que no
olvidan la derrota", agregó en un tono casi histérico sobre un largo aplauso de
la platea.
A todo esto, Coutinho expresó: "Existe, en Brasil, un proceso revolucionario
socialista en curso, sutil y enmascarado, con una apariencia democrática,
derramando la violación de los principios básicos del Derecho", sentenció el
general en medio de aplausos de una platea selecta añorante de volver a tiempos
de dictadura.
El segundo panelista fue el abogado Antônio José Ribas Paiva. Para él la
supuesta "insurgencia" patrocinada por el ministro Genro y el secretario
especial Vannuchi es, ante todo, un acto de ingratitud. "Los tipos que hoy se
rebelan contra la ley que los beneficiaron estaban fuera del país, no estaban ni
siquiera trabajando", en referencia a los exiliados políticos.
Por su parte, el tercer panelista, Waldemar Zveiter, 76 años, ex ministro del
STJ, sostuvo que no hay referencia a la tortura en la ley de amnistía porque ese
crimen no fue tipificado hasta 1997 en Brasil. Por lo tanto, en su raciocinio
"los crímenes semejantes a la tortura fueron amnistiados". Zveiter, además, le
mandó un mensaje al ministro Tarso Genro: "O él se desmonta del caballo, o monta
bien; porque sino lo vamos a tirar de allá".
Tampoco faltó por parte del ex-ministro descalificaciones al presidente Inácio
Lula Da Silva: "Acá elegimos a un metalúrgico, inclusive con el detalle de
hablar con cuatro dedos, pero no tuvimos la sabiduría de los polacos y lo
reelegimos". El jurista hizo alusión al dedo perdido por el presidente brasileño
en sus años de obrero en un accidente de trabajo. La presunta "sabiduría
polaca", es una referencia a Polonia que eligió al metalúrgico Lech Walesa como
presidente en 1990, pero que no consiguió la reeleción.
Lo que más llama la atención no es la actitud pusilánime de los militares y sus
arengas seudo fascistas, pero si la total inercia por parte del gobierno
brasileño. No hubo contestación pública, ni por parte del presidente ni por
ningún ministro, mucho menos sanciones acordes a la intransigencia militar. Fue
un trago amargo que bajó por la garganta como si nada.
Estas acciones sorprenden en gran medida; la arrogancia, la desfachatez con la
que los militares expresan sus palabras no hacen otra cosa que anunciar al
pueblo brasileño y al mundo que su poder y su influencia todavía se mantiene, y
en la mentes de las más altas cúpulas de los mandos militares existe un
pensamiento retrogrado.
Será por eso que nadie se extrañó -al escuchar de boca del diputado federal Jair
Bolsonaro, Partido Progresista por Rio de Janeiro cuando salía del seminario-
las siguientes palabras: "El gran error fue solo haber torturado y no matado".
Frase que dijo Bolsonaro al ver la manifestación del Grupo Tortura Nunca Más y
de la Unión Nacional de los Estudiantes que pedían juicio y castigo a los
militares torturadores.
Desde la otra vereda, el lunes 18 de agosto en San Pablo, se organizó el
seminario internacional Derecho a la Memoria y a la Verdad; realizado por la
secretaria especial de Derechos Humanos y la revista Carta Capital. Este suceso
contó con la participación del juez español Baltazar Garzón, conocido por emitir
el pedido de captura al dictador chileno Augusto Pinochet cuando éste se
encontraba en Londres en 1998. El secretario especial de Derechos Humanos, Paulo
Vannuchi, y el editor Mino Carta, junto al español, fueron los panelistas. La
platea fue compuesta por jueces, integrantes del Ministerio Público Federal,
abogados, familiares de las víctimas y militantes de Derechos Humanos.
Paulo Vannuchi, ante las diferentes investidas militares, mantuvo la decisión de
seguir el debate contra los torturadores: "No nos pidan la reconciliación sin la
verdad. No nos pidan la reconciliación diciendo que Vladimir Herzog cometió
suicidio porque entró en depresión, cuando sabemos que él fue preso y muerto
bajo tortura". En referencia al periodista y miembro del Partido Comunista
asesinado en 1975 por militares en San Pablo.
El evento sirvió también para escuchar a militantes de Derechos Humanos de larga
trayectoria que siguen firmes en la lucha. Para Mari Amélia de Almeida Teles, de
la Comisión de Familiares de Presos Políticos del Brasil "es necesario que sean
apuradas las responsabilidades, hay que localizar los cuerpos, criar condiciones
para el sepulcro de los desaparecidos políticos. No se puede simplemente dar
vuelta a la página, es preciso imprimir esta página de la historia del país".
"Hicieron una gran ensalada, juntaron todo lo que estábamos proponiendo,
inclusive esa historia de alterar la Ley de Amnistía. No es verdad, nadie
propuso eso", dijo Clara Scharf, activista de los Derechos Humanos y compañera
de Carlos Marighella, dirigente de la Alianza Libertadora Nacional, muerto en
1969 por agentes de la dictadura. "Yo estaba en la audiencia pública en
Brasilia, en la cual estaban los promotores, jueces y familiares, y nadie habló
que era necesario cambiar la legislación, la prensa distorsionó todo eso",dijo
Scharf.
Actualmente en Brasil está en el banquillo de los acusados el más emblemático
torturador: el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, principal comandante del
DOI-Codi de San Pablo. La causa llegó al Tribunal de Justicia de San Pablo a
través de los familiares del periodista Luiz Eduardo Merlino, militante del
Partido Operario Comunista. Merlino tenía 23 años cuando fue capturado en su
casa en la ciudad de Santos, litoral paulista, ante la presencia de su madre,
tía y hermana el 19 junio de 1971. Aparecería cuatro días después en la morgue
con el cuerpo cubierto de hematomas y heridas.
El 12 de agosto, fue negada la apelación del coronel Ustra presentada por sus
abogados en la causa de la muerte de Merlino. Todavía le queda una última
instancia de apelación a cargo del desembargador Elliot Akel, que pidió más
tiempo para analizar la causa. Además tiene otras dos causas en el Forum Civil
en la capital paulista. Una tercera en la Justicia Federal que investiga sus
actuaciones en misiones de secuestro y tortura a militantes populares.
Oficiales del Ejército, investigadores y comisarios que participaron en la
represión política en la dictadura están preocupados con la decisión del
Ministerio Público Federal (MPF) de San Pablo de entrar con acciones en la
Justicia para responsabilizar torturadores y autoridades por crimines en el DOI-Codi
paulista.
Uno de ellos es el "Capitán Lisboa", ex-comisario David dos Santos Araújo, que
hoy preside la empresa de seguridad Dacala. Él es acusado de torturar -en abril
de 1971- al entonces dirigente Joaquim Alencar Seixas del Movimiento
Revolucionario Tiradentes, y su hijo Ivan Seixas. También fue señalado por
Amélia Teles, en 1991, durante la investigación sobre el hallazgo de los restos
mortales de militantes en el cementerio paulista de Perus. Frente a la acusación
de Teles el ex comisario afirmó: "Nunca torturé a una mujer fea".
Los hacedores que abren un haz de luz dentro del sistema jurídico brasileño son
los procuradores de la República Marlon Weichert y Eugênia Fávero. "Entendemos
que todos los homicidios fueron cometidos dentro de un contexto de persecución
generalizada a la populación civil. Por eso, están insertados en el concepto de
crimen de lesa humanidad, a los cuales no cabe prescripción", explicó la
Procuradora en referencia a la base legal a ser utilizada contra los militares.
Dentro del debate nacional generado desde el gobierno brasileño para juzgar a
los torturadores de la última dictadura, más de cien juristas (abogados,
promotores y jueces) firmaron un manifiesto marcando los reales alcances de la
ley de amnistía.
"Nunca hubo en Brasil una legislación de amnistía que englobase los crímenes
practicados por los agentes del Estado brasileño durante la dictadura militar
instaurada en 1964. La Ley 6.683/1979 concede amnistía apenas a los crímenes
políticos, los conexos a estos y a los crímenes electorales, no mencionando
entre ellos la amnistía para crímenes de tortura y desaparecimientos forzosos,
lo que se aleja su aplicabilidad en esas situaciones. La Constitución de 1988
que en su art. 8º, dio amnistia a todos los perseguidos políticos y así es hecho
por la Ley 10.559/02, que no refiere, en ningún momento, la amnistía a las
violaciones de Derechos Humanos", dice parte del manifiesto de los juristas.
En conmemoración de un nuevo aniversario de la Ley de Amnistía (28 de agosto de
1979) y en concordancia con el Manifiesto de los Juristas, la Unión Nacional de
Estudiantes (UNE), la Orden de Abogados de Brasil (OAB) y la Asociación
Brasileña de Prensa (ABI) lanzan un llamamiento bajo el título "Tortura no es
crimen político: por la verdad y la reconciliación", con el objetivo de seguir
el debate y juntar fuerza política para apoyar los juicios a los militares
torturadores.
"Es hora que la sociedad civil se manifieste, mostrando que no solo a los
juristas les interesa este debate, sino a todos los brasileños que creen en el
Estado Democrático de Derecho. Es en este sentido, la UNE, OAB y ABI formulan y
firman este documento, pidiendo a todos para sumar fuerzas a este movimiento
contra "la impunidad y el olvido".
Se empiezan a mover las primeras piezas de un largo juego político. Son varios
los obstáculos que se deberán enfrentar para llegar a destrabar el burocrático
sistema jurídico brasileño, para saldar la deuda dejada por la dictadura
militar. Todavía no existen antecedentes condenatorios que marquen un camino y
den respaldo político a magistrados y promotores para llevar a torturadores,
asesinos y comandantes a los tribunales. La dimensión de las trabas ya se
reflejó en el mismo Supremo Tribunal de Justicia, máximo órgano jurídico, donde
el ministro Gilmar Mendes dio su parecer en contra, porque supuestamente estas
revisiones del pasado dejan las instituciones democráticas inestables.
Si además tenemos en cuenta que el mismo presidente Lula -a pesar de dejar que
los ministros continúen promoviendo discursivamente los juicios- no realiza
apoyos públicos ni a favor ni en contra. Esta ha sido una característica del
primer mandatario brasileño a lo largo de estos años en el poder, su
irreductible posición conciliatoria. Diferente a sus pares, como los presidentes
Hugo Chávez, Néstor Kirchner o Evo Morales que en momentos claves han atacado de
igual a igual a sus opositores. Sin embargo, la historia ha enseñado, más de una
vez, que no se puede estar bien con dios y con el diablo.
Aún así, desde Argentina las noticias de las condenas a militares torturadores,
como a Luciano Benjamín Menéndez y Antonio Bussi, mueven las aguas y la
discusión vuelve a tomar fuerza en la escena política. Se observa con atención y
admiración lo que la sociedad argentina ha logrado a través de la movilización y
la lucha constante por los Derechos Humanos.
Las manifestaciones por parte de los militares brasileños no solo muestran su
decisión de resistir, sino que también dejan entrever el miedo a un pueblo
determinado en forjar justicia; tanto tiempo aplazada por los dueños del poder.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y
Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Normal 0 21
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