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Fábula de las tres derrotas (que no entendió la oposición)
Daniel M. Giménez
Hasta hace algunas horas, el CONALDE había cumplido casi dos semanas de
ejecución de su brillante, inteligente, tremendamente lúcida decisión de
bloquearse a sí mismo. Lo tragicómico del asunto no es lo delirante de semejante
absurdo, sino que sus principales protagonistas demoraran esas casi dos semanas
en enterarse que un bloqueo hace mella en quien lo padece, pero no en quien lo
contempla plácidamente a 1000 kms. de distancia. En vista de eso, es difícil
determinar si la violencia en contra de las instituciones públicas desatada el
día miércoles se debió a la desesperación de no obtener de una medida de presión
ni un solo resultado o a la frustración del que se da cuenta que ha estado
haciendo el ridículo larga y vanamente.
Parece un hierro aislado, pero, en verdad, la genialidad de bloquearse a sí
mismo es solo el corolario de un rosario más largo de puerilidades. En estricto
rigor, sigue siendo el resultado de no haber entendido qué pasó el 10 de agosto.
Pues, en efecto, no contentos con haberse equivocado ese día por culpa de los
datos amañados de las encuestadoras, los ideólogos del CONALDE, después, por
supuesto, de hacerse propaganda a sí mismos, siguen insistiendo hasta el día de
hoy en que el revocatorio fue ganado por la media luna y (¡nótese bien el nivel
de fantasía!) perdido por el gobierno. Después de semejante "interpretación",
¿podría llamarle la atención a alguien que los cívicos y prefectos de la media
luna cometieran la fantochada de bloquear sus propios caminos para asfixiar a
los habitantes de sus ciudades, que además son sus propios partidarios?
Como gran parte de la violencia vandálica ordenada por prefectos y cívicos se
debe seguramente a que han sido mal informados por sus ideólogos y "analistas"
acerca de las consecuencias del revocatorio, me tomo la molestia de explicarles
cómo y por qué el 10 de agosto recibieron una senda goleada. Es de esperar que
cuando entiendan finalmente que el revocatorio les significó no una derrota,
sino tres, depongan por fin sus macabras intenciones de derramar sangre
boliviana "responsablemente". Señores cívicos, prefectos y asesores de
pacotilla, por favor tomen nota:
Primera derrota: la política. Como dicen los estudiosos de los sistemas
electorales, los votos se transforman en escaños (autoridades electas). Y, en
términos de poder político (aunque no de impacto mediático), importa menos la
cantidad de votos obtenidos que los escaños conquistados con esos votos. Si un
contendiente supera en, por ejemplo, un 20% de votos a su inmediato seguidor
pero obtiene menos escaños, entonces pierde. Y en esto no hay ningún misterio
alquímico. Para entenderlo, recuérdese el resultado de las elecciones de 1989 y
el famoso y bien inverosímil "triple empate".
Pues bien, ¿cómo anduvo la conquista (ratificación) de escaños el 10 de agosto?
Simple: el gobierno fue ratificado con un impresionante nivel de apoyo
ciudadano, lo que le significó conservar el poder político. Pero por si eso no
representara de suyo un triunfo contundente, la oposición además perdió dos
prefectos y el gobierno ninguno. Y en esto importa poco o nada el impresionante
67%. Si el gobierno obtenía la misma suma y resta de revocados y ratificados
pero con un 50% + 1 de los votos, en términos de poder político (aunque no de
impacto mediático) el resultado iba a ser exactamente el mismo: el gobierno
conserva el poder, mantiene sus prefectos y además le quita dos a la oposición.
Y esto es aritmética política elemental, demasiado elemental.
Exactamente cómo semejante resultado puede significar que al gobierno no le fue
bien "en los matices", es un misterio que radica sólo en el insulso locus
communis puesto a fantasear. Al gobierno no sólo le fue estupendamente bien,
sino que, por si fuera poco, le propinó al CONALDE una paliza de alto costo
estratégico: la oposición departamental perdió control sobre dos departamentos
en el lado occidental del territorio nacional y además se quedó sin agentes
movilizadores/desestabilizadores en o cerca de la sede de gobierno. Eso sin
contar que el gobierno sacó de la escena política a dos liderazgos de proyección
nacional. Nótese bien la contundencia de la derrota: la oposición departamental
perdió dos prefectos (lo que equivale a perder el control político de dos
unidades territoriales) y además se quedó sin nada de presencia en occidente.
Por si fuera poco, como consecuencia del revocatorio no sólo empezó a
trastabillar el CONALDE, sino que además la principal fuerza de oposición en el
parlamento terminó de desarticularse y disolverse. Sin oposición a nivel
nacional y con una oposición diezmada y a punto de quebrarse a nivel
departamental, ¿exactamente cómo podría haberle ido mal al gobierno? Un lúcido
abogado sugiere por ahí que despidan al estratega del CONALDE. Yo sugiero partir
por el ideólogo.
Segunda derrota: la narrativa. Generalmente las luchas políticas tienen su
correlato en el campo de las narraciones. Cada fuerza que pugna por el poder
busca imponer también su propia forma de narrar un proceso, un conflicto, una
condición. Las narraciones, además de depósitos de sentido y referentes
identitarios, suelen ser dispositivos de legitimación de estructuras de poder.
Bien lo sabe la narración más afín a todo sistema de dominación: la bíblica. Por
ello, todo recambio político va acompañado, por lo general, de reformas en la
educación y de políticas de reescritura de la memoria histórica.
En el actual conflicto boliviano, la consabida lucha política se materializó en
dos narraciones antagónicas. La primera es la de una Bolivia de alcance nacional
que, en su mayoría, demanda un cambio social, étnico, político y económico
profundo. La otra es la de una Bolivia territorializada, cuyos protagonistas no
son los actores sociales o políticos clásicos, sino los departamentos. De
acuerdo a esta segunda narración de Bolivia, más de la mitad de los
departamentos (la media luna ampliada) se opondría a la política de
transformaciones implementada por el gobierno "andinocentrista", política que,
sin embargo, sería apoyada por los otros departamentos bolivianos.
Entre diciembre de 2005 y agosto del 2008, las narrativas siguieron los vaivenes
de la lucha política: mientras ninguna de las fuerzas se imponía a la otra,
tampoco ninguna narración de Bolivia perdía verosimilitud. Pero el revocatorio
produjo un desempate catastrófico narrativo. La Bolivia territorializada, la
Bolivia dividida en departamentos y en la que parte de la oposición apoyaba su
demanda de un Estado federal, esa Bolivia en la que los actores son unidades
político-territoriales, simplemente no existe. No sólo los departamentos de la
media luna no constituyen, en su mayoría, oposición en contra del gobierno, sino
que, además y lo que es más importante, ni siquiera constituyen un bloque
político unitario. Político-territorialmente, la mayor parte de las provincias
de la media luna son contrarias a sus prefectos y se encuentran alineadas con el
gobierno. Savina Cuéllar tuvo que tomar noticia de esto de la forma más ingrata.
Esto, por supuesto, sin mencionar que el revocatorio transformó a la media luna
en cuartito de volcán lunar, cuando no en octavito de roca de ese volcán.
En términos crudos, el revocatorio dejó en evidencia que no existe oposición
departamental, sino una limitada y bien débil (en términos estratégicos)
oposición urbana y citadina. No sólo se concentra en las ciudades y tiene
escasas o nulas posibilidades de penetrar en las zonas rurales de sus propios
departamentos, sino que ni siquiera controla territorios o vías de acceso
claves. Esto parte en dos a los departamentos, y con ello le resta eficacia
social y política a la narración de una Bolivia a punto de federalizarse... El
asunto no reviste mayor complicación: simplemente no existe algo así como
"departamentos opositores".
Lejos de lo que habían supuesto y repetido hasta el cansancio los narradores de
la Bolivia territorializada, con el revocatorio se disipó el clivaje
"departamentos confederables vs. Estado unitario centralista" y se consolidó el
viejo conflicto entre campo y ciudad, que, a su vez, sintetiza una fractura
socioeconómica y étnica en la sociedad boliviana. En pocas palabras, se impuso
la narración promovida por el gobierno y fue derrotada la que quería imponer la
media luna. Y esto tiene consecuencias más allá del mero campo narrativo. El
proyecto de una Bolivia federal que ya estaba siendo enarbolado por parte de la
oposición antes del revocatorio pierde toda factibilidad política. Sólo podría
llevarse a cabo si se crea una confederación territorialmente discontinua, cuyos
estados componentes no serían los departamentos, sino las ciudades capitales.
Sería algo así como una confederación de mini islas a la deriva en un mar
innavegable y, por ende, imposible de unir social, política y económicamente. En
otros términos, la Bolivia federal de los radicales del CONALDE sería posible
sólo en la forma de un no-Estado.
Tercera derrota: la geográfica. Donde hay un conflicto o una lucha física, los
lugareños, los locales pierden. Pierden emocional y económicamente. Por eso
todos los grandes estrategas de la historia han llevado sus conflictos fuera de
sus territorios. En lugar de resistir en Cártago, Aníbal fue a combatir a los
romanos en su propia casa, a la entrada de Roma. De ahí el famoso dicho latín
Hanibal ad portas.
Pues bien, el revocatorio le significó al CONALDE la gran derrota de tener que
trasladar el conflicto a territorio medialunero. Para ser coherentes con su
autoengaño de haber sido fortalecidos, se vieron en la necesidad de hacer
demostraciones de fuerza. Y eso es precisamente lo que Bolivia está padeciendo
en estos días: una insulsa y condenada al fracaso demostración de fuerza del
CONALDE.
Evidentemente la demostración no pasa de ser un mal bluff. La fuerza sólo les
alcanza para ejercerla en su propio territorio y en contra de su propia
población civil. Eso, por supuesto, al gobierno central no le hace ni
cosquillas. Al contrario. Es enteramente contraproducente. El daño emocional del
conflicto se lo están infligiendo a sí mismos. Y éste es precisamente uno de los
costos de haber perdido control territorial en la sede de gobierno (donde
difícilmente los habitantes de El Alto dejarían sin resguardo al gobierno) o
cerca de ella (desde el departamento de Cochabamba podrían haber afectado algo
más el abastecimiento en La Paz). En suma, el revocatorio le hizo creer al
CONALDE su propia mentira de haber salido fortalecidos. Por eso seguramente
pensaron, ¡oh gran error!, que era el momento de una arremetida. Eso, sin
embargo, terminó siendo la explicitación más gráfica de toda la derrota.
Incapaces de ejercer fuerza en contra del adversario, se la tuvieron que
infligir a sí mismos y en casa: fundamentalmente en contra de su población y de
su patrimonio. He aquí la tercera derrota que no comprendió el CONALDE, la
geográfica.
Señores del CONALDE, lo más hidalgo y lo menos costoso en términos humanos es
que acepten de una buena vez su derrota y se sienten a negociar. Pero a negociar
en serio, entendiendo su debilitada posición. Si les dejan un poquito del IDH,
siéntanse agradecidos. Si todavía la NCPE contempla autonomías departamentales,
dense de golpes en el pecho. Ni radicalizando el insulso hara kiri que se están
aplicando actualmente van a conseguir algo más. Y ya la ciudadanía está cansada
de que no tengan ni un sólo maldito escrúpulo a la hora de derramar sangre de
ciudadanos bolivianos "responsablemente". Entiendan de una vez: se les infligió
no una, sino tres derrotas. Tres… TRES… T-R-E-S.