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Indígenas reclaman sus tierras robadas y estalla la ira terrateniente
La prioridad del movimiento cívico prefectural cruceño no es erradicar el latifundio mal habido o la esclavitud indígena, sino restringir las TCOs en su Republiqueta AutónomaComo en casi todas las confrontaciones políticas contemporáneas, la disputa
por la tierra es el catalizador de la violenta revuelta separatista que estalló
en Santa Cruz.
Los pueblos indígenas y campesinos reclaman la devolución de territorios
despojados a sus ancestros, y la burguesía terrateniente cruceña defiende sus
latifundios mal habidos activando un golpe cívico prefectural en Santa Cruz, el
departamento más extenso y desarrollado de Bolivia.
Luego de tres siglos de sistemático despojo del territorio indígena durante la
colonia y la República, la reforma agraria de 1953 entregó a un sector
minoritario las tierras más ricas que quedaban en la región amazónica y
chaqueña, a veces a costa de las comunidades indígenas y campesinas, y sin el
mínimo sentido de proporción y equidad, coinciden la Iglesia Católica y decenas
de investigaciones e informes de organismos internacionales independientes.
Desde 1953 hasta 2002 el Estado distribuyó aproximadamente 35,9 millones de
hectáreas de tierra en el departamento de Santa Cruz entre 144.162
beneficiarios, estima el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).
Más de 54 mil pequeños propietarios que representan el 38 por ciento de los
beneficiarios obtuvieron 2,2 millones de hectáreas, es decir el 6,3% de la
tierra distribuida. Un poco más de 22 mil medianos empresarios (15,3 por ciento
de los beneficiarios) recibieron más de 7,3 millones de hectáreas (20,5% de la
superficie). Alrededor de 31 mil personas (22% de los beneficiarios)
consolidaron derechos colectivos sobre 6,2 millones de hectáreas de tierras
comunitarias de origen-TCO (17,4% de la superficie).
En la inequitativa repartija, 11.140 grandes empresarios agropecuarios, que
representan el 7,7 por ciento de los beneficiarios, se apropiaron de casi 19
millones de hectáreas, es decir el 52,6% de la tierra cruceña distribuida en 50
años.
En este último grupo de privilegiados, sólo 860 dueños de predios de más de 5
mil hectáreas de extensión concentran la propiedad de 8,7 millones de hectáreas.
Representan menos del 8 por ciento de los empresarios beneficiados, pero
atesoran el 46 por ciento de la tierra clasificada como empresa agropecuaria.
Se estima que sólo 246 empresarios poseen haciendas de entre 10 mil y 20 mil
hectáreas. Apenas 20 terratenientes tienen cada uno entre 20 mil y 50 mil
hectáreas. Los cuatro más ricos entre los ricos son dueños de latifundios de más
de 50 mil hectáreas.
Estos cuatro potentados ostentan en conjunto 802.878 hectáreas de tierra en el
departamento de Santa Cruz, más de lo que recibieron en medio siglo 2.145
pequeños propietarios que tienen entre 20 y 50 hectáreas.
Latifundio y servidumbre
La "escandalosa" concentración de la tierra provocó conflictos que dañan las
bases de la convivencia civil y es caldo de cultivo de regímenes de opresión y
explotación laboral semi feudales que se creía superados por la "modernidad". La
servidumbre indígena, una lacra con profundas raíces históricas, aún no ha sido
erradicada al comenzar el Siglo XXI.
Centenares de familias guaraníes son sometidas a jornadas de trabajo forzoso de
hasta 15 horas diarias en algunas haciendas en las provincias Cordillera, Luis
Calvo, Hernando Siles, O'Connor y Gran Chaco de los departamentos de Santa Cruz,
Chuquisaca y Tarija.
Esta gente no goza de derechos laborales elementales y trabaja en una condición
de servidumbre por deudas análoga a la esclavitud, confirman decenas de informes
y estudios realizados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA,
el Defensor del Pueblo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), e
inclusive por el departamento de Estado de Estados Unidos.
En junio de 2008, una misión especial de la CIDH corroboró en el terreno que se
han agravado las relaciones de dominación violatorias de los derechos humanos en
zonas del chaco; y verificó la extrema vulnerabilidad de los derechos laborales
y sociales de la población guaraní sin tierra.
Los patrones definen las condiciones y duración de la jornada de trabajo de sus
pongos, las modalidades de pago, el registro de deudas, la forma de
administración de los anticipos y la frecuencia de los "arreglos".
Los cautivos analfabetos, que desconocen sus derechos y no tienen forma de
controlar las cuentas, pierden su libertad y son obligados a trabajar de por
vida e inclusive a heredar deudas a sus hijos.
Los propietarios aseguran que la servidumbre ha sido superada y justifican
"situaciones circunstanciales" de algunas familias necesitadas que viven en la
absoluta miseria, durmiendo en chozas de un solo ambiente en los márgenes de las
haciendas.
Este tipo de explotación servidumbral está presente en otras zonas rurales del
departamento de Santa Cruz como la chiquitanía.
Los indígenas chiquitanos comenzaron a ser sometidos a trabajos forzosos en los
últimos dos decenios del siglo XIX en el auge de la explotación gomera, y en los
años 30 del Siglo XX durante la construcción del ferrocarril a Puerto Suárez.
Algunos huyeron del "empatronamiento" y fundaron en el monte comunidades como
Lomerío y Monte Verde, pero no todos se salvaron del cautiverio y de la
"esclavitud por deudas".
En 1937 el presidente Germán Bush prohibió el "empatronamiento" y la reforma
agraria de 1953 liberó a algunas poblaciones explotadas, pero se mantuvieron las
estructuras agrarias pre modernas, luego consolidadas por el gobierno neoliberal
y terrateniente de Gonzalo Sánchez de Lozada (1994-1997).
Al comenzar el siglo XXI aún pueden verse en el área rural de Santa Cruz
sistemas semi feudales y actores que pugnan por mantener estructuras "no muy
modernas", con la mirada puesta en los recursos naturales como el hierro o las
mismas tierras, observa el antropólogo Bernd Fischermann, que estudia desde hace
décadas los sistemas de acceso y tenencia de la tierra en la región chiquitana.
(Chiquitanos y la propiedad comunal de la tierra, PIEB,
http://www.pieb.com.bo/nota.php?idn=3068)
Tierra para los cautivos
La CIDH y otros organismos internacionales "enrostraron" al gobierno boliviano
la existencia de regímenes injustos y vergonzosos en pleno siglo XXI, e instaron
a todos los poderes del Estado a garantizar los derechos fundamentales de
comunidades nativas que continúan sufriendo una extrema discriminación.
La CIDH exigió una reforma agraria inmediata, pues la única manera de erradicar
la servidumbre es dar tierra a los indígenas cautivos.
Según la CIDH, desconocer el derecho ancestral de comunidades indígenas sobre
sus territorios podría afectar otros derechos básicos como el derecho a la
identidad cultural y a la supervivencia. Por ello, puede ser necesario
restringir el derecho a la propiedad privada particular para preservar
identidades culturales colectivas. (OEA- CIDH: "Acceso a la Justicia e Inclusión
Social: El camino hacia el fortalecimiento de la democracia en Bolivia")
El viceministro de Tierras Alejandro Almaraz y el director del Instituto
Nacional de Reforma Agraria (INRA) Juan Carlos Rojas han intentado tramitar una
tierra comunitaria de origen (TCO) a favor de los guaraníes cautivos de Alto
Parapetí, pero los patrones de la provincia Cordillera y sus grupos de choque
armados les han impedido hacer su trabajo en tres oportunidades.
El gobierno declaró pausa en el saneamiento en la provincia Cordillera el 13 de
abril, luego de una violenta emboscada encabezada por terratenientes y ganaderos
que obtuvieron enormes haciendas de manera irregular en las dictaduras y en los
regímenes neoliberales del pasado.
El 8 de marzo de 2008, la Cámara Agropecuaria de Oriente, la Prefectura y el
Comité Cívico de Santa Cruz, junto con autoridades municipales y hacendados de
la provincia Cordillera conformaron "comités de defensa" de las haciendas del
chaco. El 14 de mayo, la Confederación de Ganaderos de Bolivia (Congabol) y
otros gremios patronales crearon un Comité Interinstitucional para evitar la
"confiscación de la propiedad privada productiva" y el reparto "político" de
tierras, es decir la titulación de la TCO guaraní en Alto Parapetí.
Ahora las elites cruceñas imponen a palos un estatuto autonómico que otorga
exclusivas competencias legislativas y ejecutivas sobre la tierra a un gobierno
cruceño tan autónomo como una republiqueta independiente, y cuyo principal
mandato es proteger la gran propiedad privada de la tierra de los terratenientes
que encabezan el movimiento cívico prefectural de Santa Cruz.
El líder cívico Branco Marinkovic, enjuiciado por apropiación ilícita de más de
27 mil hectáreas de tierras fiscales e indígenas, impone un régimen autonómico
fascista que niega a comunidades indígenas despojadas su derecho a la tierra;
que viola varios tratados internacionales suscritos por el Estado boliviano y
que mantiene las relaciones laborales esclavistas en haciendas mal habidas.
No es una prioridad para la "república autonómica" cruceña corregir la desmedida
concentración de tierras en pocas manos sino suspender la titulación de nuevos
territorios indígenas.
El prefecto Rubén Costas y el cívico Branco Marinkovic dicen que la tierra de
Santa Cruz pertenece exclusivamente a los cruceños, pero les niegan una TCO a
los guaraníes del chaco, los primeros cruceños.
Los autonomistas desatan una violenta revuelta regional a riesgo de fracturar el
país sólo por proteger las haciendas de unos cuantos patrones descendientes de
europeos, croatas y turcos.