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Evo rinde cinco regiones al fascismo
Los fascistas pisotean a policías y militares, toman aeropuertos, saquean y queman varias instituciones estatales, atentan contra medios de comunicación y humillan a los indígenas y altiplánicos. Evo se lamenta desde el altiplano, dice que hay un golpe civil en su contra, pero no hace nada y deja inermes a sus aterrorizados partidarios en las tierras bajas
Redacción de Econoticiasbolivia
La Paz, septiembre 10, 2008.- En el extremo del cretinismo parlamentario, que
cree que el voto ciudadano y las leyes bastan y sobran para detener la conjura
oligárquica, el presidente indígena Evo Morales, que recibió hace un mes el
apoyo electoral de siete de cada 10 bolivianos, virtualmente rindió este martes
la mitad del país ante la violencia desbordada de la oligarquía y el fascismo.
Este martes, ante la defección e impotencia gubernamental que se limita a
lamentar desde las montañas del altiplano lo que ocurre en las tierras bajas,
los grupos fascistas tomaron el control de las instituciones públicas, los
caminos, aeropuertos y calles de las ciudades de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija
y Sucre, doblegando la resistencia de la Policía y el Ejército y consolidando el
poder que tiene la extrema derecha en el oriente y los valles de Bolivia.
Allí, en cinco de las nueve regiones del país más pobre de Sudamérica, campea
con total impunidad el fascismo, que ha logrado enarbolar la bandera de la
autonomía regional y arrastrar detrás de sí a miles de jóvenes y amplios
segmentos de las clases medias y organizaciones de la sociedad civil,
aterrorizando a los sindicalistas, a la población migrante del altiplano y a los
activistas leales a Morales, muchos de los cuales han ingresado en la
clandestinidad.
Este martes, las columnas fascistas de la Unión Juvenil Cruceñista pisotearon a
policías y militares que protegían las oficinas públicas en Santa Cruz, tomaron
el control sobre los aeropuertos del oriente, saquearon y quemaron varias
instituciones estatales, atentaron contra los medios de comunicación y dejaron
en claro que ni Evo Morales ni la izquierda indigenista gobiernan en el oriente
y los valles de Bolivia.
Frente a estos hechos, calificados por el propio Morales y sus ministros como un
"golpe cívico prefectural en contra de la unidad del país y la democracia", el
gobierno indigenista declinó usar la fuerza del Estado para reponer el orden
constitucional y frenar la conspiración oligárquica.
"El Gobierno enfrentará sin estado de sitio el golpe cívico prefectural en
marcha", dijo la agencia gubernamental ABI, sintetizando la posición oficial
presentada anoche por los ministros de Gobierno y Defensa. El estado de sitio le
facultaría al Gobierno de Morales a detener y enjuiciar a los subvertores,
limitar la acción política de los sediciosos y garantizar con la fuerza del
Ejército y la Policía el respeto a la propiedad estatal y las garantías
ciudadanas. Pero, como dijeron los ministros de Evo, nada de ello se utilizará
en contra de los fascistas, que disparan armas cortas de fuego, bombas molotov,
dinamita, látigo y palo contra mujeres, indígenas y sindicalistas desarmados.
DOS GOBIERNOS EN BOLIVIA
En los hechos, con el terror sistemático desatado por las hordas fascistas y la
inacción de las fuerzas que respaldan a Morales, se ha consolidado la existencia
de dos gobiernos en Bolivia: uno, el indígena – campesino dirigido por Evo que
gobierna en la región del altiplano de La Paz, Oruro y Potosí, y parcialmente en
los valles de Cochabamba y Chuquisaca.
El otro gobierno, el oligárquico – fascista dirigido por los prefectos
derechistas y los 100 poderosos clanes familiares que son dueños de la tierra y
los grandes negocios, tienen el control político y administrativo de las
ciudades de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Sucre y gran parte de las áreas
rurales del oriente y los valles. Allí, el presidente Morales sólo tiene
autoridad en los recintos policiales y militares. El resto del aparato político
administrativo está sometido a los prefectos derechistas y a las bandas
fascistas.
Esta dualidad de poderes cobró forma desde hace más de un año y se fue
consolidando con cuatro referéndums regionales autonómicos que, aunque ilegales
e inconstitucionales, llevó adelante la derecha, venciendo la débil resistencia
de Morales. A su modo, el último referéndum nacional del 10 de agosto
contribuyó a confirmar esta dualidad de poderes, al ratificar en sus cargos
tanto a Morales (67% de apoyo) como a sus principales opositores de la
oligarquía que lograron similares niveles de apoyo en sus regiones.
DOS PERSPECTIVAS
En las últimas dos semanas, los prefectos derechistas, la oligarquía y los 100
clanes se lanzaron a consolidar sus posiciones y su dominio, usando la acción
directa de masas, con movilizaciones, huelgas, bloqueos de caminos y toma de
instituciones públicas.
En cambio, Morales y el gobierno de la izquierda indigenista apostaron por abrir
el diálogo y las negociaciones con los fascistas, presionando con la
convocatoria a un referéndum nacional para aprobar la nueva Constitución
Política del Estado y la reelección presidencial. Esta convocatoria inicialmente
quedó anulada por decisión de la Corte Nacional Electoral, que aduce problemas
legales y operativos, por lo que Morales y las organizaciones sociales que lo
respaldan decidieron iniciar grandes movilizaciones populares en el altiplano
para obligar al Congreso a aprobar dicha convocatoria a las urnas para
principios del 2009. Queda claro, sin embargo, que este nuevo referéndum es
inviable y no podrá llevarse adelante en el oriente y los valles, si es que
antes Evo no transa con la oligarquía o vence su resistencia.
COBARDÍA POLÍTICA
"No vamos a dictar estado de sitio. No vamos a ceder a la provocación", aseguró
el viceministro de Movimientos Sociales, Sacha Llorenti, que ilustraba la
extrema cobardía política del régimen de Morales que no hace cumplir la ley ni
usa la fuerza pública en contra de los sediciosos, desoyendo los crecientes
llamados de las organizaciones populares y sindicatos más radicales, alineados
en la Central Obrera Boliviana, que creen que la única forma de parar al
fascismo es liquidando el poder económico de la oligarquía, por lo que
correspondería expropiar los inmensos latifundios del oriente y distribuir la
tierra entre los campesinos pobres, nacionalizar todas las agroempresas y
estatizar toda la producción y distribución de gas, petróleo y minerales.
Pero, lejos de ello, el gobierno de Morales sigue buscando un acuerdo con la
oligarquía sediciosa, a pesar de que ella no quiere saber nada de Evo al que
comparan con un auquénido.
En la percepción gubernamental, el masivo apoyo electoral obtenido por Morales
el 10 de agosto (2 millones de votos sobre 3 millones de electores) constituiría
el virtual epitafio de la rancia oligarquía boliviana, por lo que ahora se
estarían viviendo los últimos coletazos de la bestia fascista, al que Evo y los
suyos pretenden enterrar con la indiferencia.
"Este es un gobierno del diálogo (...) Son pequeños grupos los que están
desatando la violencia. están violando las leyes y los derechos humanos. A esos
grupos violentos los llamamos a volver al diálogo", dijo el canciller David
Choquehuanca, tras dos semanas en las que las bandas fascistas, con apoyo
ciudadano, han cortado caminos, tomado instituciones, cerrado el tránsito con
Brasil y Argentina y sembrado el terror en los barrios más pobres del oriente
boliviano, donde apresuradamente algunos tratan de organizarse para defender sus
viviendas y sus vidas.
EL PLAN SEDICIOSO
El plan de la oligarquía, que cuenta con el aval y apoyo de la Embajada de
Estados Unidos, es: i) consolidar su poder político y económico en el oriente y
los valles para preservar sus millonarios negocios vinculados a la explotación
de los recursos naturales y la tierra, ii) impedir la realización del referéndum
sobre la nueva Constitución, iii) archivar definitivamente el nuevo proyecto de
Constitución Política del Estado, aprobado por las fuerzas oficialistas de la
Asamblea Constituyente, para evitar la posible reelección de Evo desde el 2010 y
iv) cercar aún más al gobierno de Morales durante los siguientes dos años.
En lo inmediato, la ofensiva desatada por los prefectos se da en torno a la
devolución de 200 millones de dólares del Impuesto Directo a los Hidrocarburos
(IDH) a las regiones y buscando el reconocimiento de sus ilegales gobiernos
autónomos, incluidos sus Parlamentos regionales y su potestad para armar su
propia Policía, controlar la tierra y dictar leyes por encima de las nacionales.
Estos son los prerrequisitos que exigen para iniciar un diálogo con miras a un
gran acuerdo nacional y que, en los hechos, equivale a pedir la rendición total
de Evo.
Para los prefectos, la oligarquía y los 100 clanes un acuerdo con Morales sólo
sería viable si convalidan la existencia de dos gobiernos paralelos en el país
hasta las elecciones nacionales del 2010, en las que aspiran a derrotar a las
fuerzas indígenas y campesinas, y así retomar todo el poder a nivel nacional. En
esas elecciones, si no hay un cambio en la actual Constitución, Evo Morales no
podría volver a postularse.
Por ello, los prefectos derechistas, la oligarquía y los 100 clanes quieren
impedir que se apruebe la nueva Constitución Política del Estado que posibilita
que Evo pueda volver a postularse.
CAPITULACIÓN OFICIAL
En cambio, el pacto nacional que busca Evo se orienta a lograr la aprobación de
su nueva Constitución que otorgue, por lo menos en lo declarativo, igualdad de
derechos a los indígenas y campesinos, que abra la posibilidad para su
reelección por los siguientes 10 años y que impulse el desarrollo de su
capitalismo andino en la perspectiva de "humanizar" la explotación capitalista,
para que los empresarios y transnacionales ganen mucho dinero pero sin saquear
el país.
Desde el inicio de su Presidencia el objetivo central de la política de Evo fue
lograr que las élites indígenas y campesinas compartan el poder con la
oligarquía y los 100 clanes.
Según admitió el vicepresidente García Linera hace un año y medio, los indígenas
no quieren arrebatarle el poder a la oligarquía, no quieren desplazarla, y lo
que intentan es compartir el poder, quieren manejar Bolivia con los que hasta
ahora siguen siendo los dueños de vidas, haciendas y las mayores riquezas del
país.
"Desde que llegamos al Gobierno hemos definido una estrategia de distribución
pactada del poder. Lo que Bolivia está atravesando hoy es, en esencia, un
proceso de amplia y generalizada lucha y redistribución del poder. Es algo que
va más allá de un gobierno".
"Y la historia nos enseña que la lucha por el poder puede tener tres desenlaces
clásicos. i) Que el sector emergente (indígena-campesino) desplace
directamente, mediante cualquier medio posible, al bloque anterior. ii) Que este
bloque de poder antiguo (la oligarquía) logre derrotar, contener, cooptar o
aplastar al bloque emergente. iii) O que entre ambos se logre redistribuir el
poder".
"Como Gobierno hemos optado por la tercera opción. Apostamos a un proceso de
redistribución pactada del poder con un nuevo núcleo articulador: el movimiento
indígena", dijo el ideólogo del gobierno indígena, un ex guerrillero que ahora
predica la conciliación de clases y la vigencia del "capitalismo andino".
Hoy, todo indica que Bolivia está transitando por la tercera opción, aunque no
de la forma pactada y soñada por Morales y García Linera. Hoy, la Bolivia del
altiplano está gobernado por Evo, aunque las riquezas mineras, la banca, la
industria y el comercio siguen siendo manejadas por las transnacionales y las
grandes empresas privadas. En la otra Bolivia, la del oriente y los valles, el
gobierno, el poder económico, político y administrativo está directamente en
manos de la oligarquía, la burguesía agrofinanciera y los 100 poderosos clanes
familiares.
TRIUNFO DE BUSH
Todo lo que está ocurriendo en Bolivia, con el imparable avance de la oligarquía
y del separatismo es un triunfo de la administración norteamericana de Bush, que
digita las acciones de la oligarquía y los 100 clanes, según asegura el
sociólogo James Petras.
"A causa de la completa incompetencia y falta de liderazgo político nacional del
presidente Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera, el Estado
boliviano se está atomizando en una serie de departamentos autónomos, pues ya
otros Gobiernos regionales intentan usurpar el poder político y hacerse cargo de
sus recursos económicos. Desde el principio, el régimen Morales-García Linera
firmó una serie de pactos políticos, adoptó políticas y aprobó concesiones a las
elites oligárquicas de Santa Cruz, que permitió que reconstruyeran efectivamente
su base política natural de poder, sabotearan una asamblea constitucional
elegida y socavaran efectivamente la autoridad del Gobierno central".
"El éxito de la derecha se ha producido en menos de dos años y medio, lo que es
especialmente sorprendente si se tiene en cuenta que en 2005, el país vivió una
sublevación popular importante que sustituyó a un Presidente de derecha, cuando
millones de trabajadores, mineros, campesinos e indios se apoderaron de las
calles. Es un tributo al absoluto desgobierno de Morales y García Linera que el
país haya pasado tan rápida y decisivamente desde un estado de poder popular
insurreccional a un país fragmentado y dividido, en el que una élite
agroexportadora separatista se ha hecho con el control del 80% de los recursos
productivos del país, mientras el Gobierno central elegido protesta débilmente".